Opinión

Más que incomodidad

Vemos a los ministros haciendo contorsiones para zafarse de preguntas incómodas sobre el aumento del gasto militar, empleando mayormente giros y palabras como «ciberseguridad»

La ministra de Defensa, Margarita Robles, durante una visita a las tropas desplegadas en Lituania con la OTAN
La ministra de Defensa, Margarita Robles, durante una visita a las tropas desplegadas en Lituania con la OTANJavier LizónAgencia EFE

Que el debate sobre el rearme incomoda en el PSOE no es sino una palpable evidencia. Vemos a los ministros haciendo contorsiones para zafarse de preguntas incómodas sobre el aumento del gasto militar, empleando mayormente giros y palabras como «ciberseguridad» o «inversión en la paz». Zapatero, por ejemplo, va más allá aún al hacer mención, en su libro «La Solución Pacífica», a la necesidad de «abolir la guerra».Tiene razón, la guerra no es más que destrucción y sufrimiento, muerte y desgracias personales que destruyen a familias y pueblos. El planteamiento de Zapatero es utópico, pero es difícil criticarle por afirmar que «defender la paz y declararse inequívocamente pacifista es un deber». Una obligación moral con la que deberíamos estar comprometidos todos en todo momento, no solo con motivo de la invasión de Irak, como algunos, sino también por la guerra de Ucrania o la barbarie en Gaza.

El problema surge cuando cierta izquierda sólo se manifiesta contra determinadas guerras, y no contra todas, como lo hacía siempre Juan Pablo II. Defender la paz a toda costa es un deseo encomiable, lo diga Zapatero o quien lo diga, sólo que justamente ahora, esa defensa de «la paz» con la que siempre se comprometió el PSOE (al menos de boquilla), choca con la cruda realidad del Plan ReArm Europe de la UE, que obliga a los estados a incrementar hasta el 3,5 del PIB su presupuesto de Defensa. Siendo España el país de la UE que más esfuerzo debe hacer, pues somos los que menos gasto militar comprometemos. Cuestión que incomoda sobremanera no ya solo dentro de la coalición gubernamental, sino incluso en el interior del propio espacio socialista del Ejecutivo. Incomodidad que se reflejó con claridad en la presentación del citado libro del expresidente del Gobierno, pues su manera de exponer el problema no es la misma que exhibió el ministro de Exteriores, señor Albares, que intervino para replicar que «el no a la guerra no tiene sentido hoy en Madrid, Berlín o París».

Asunto éste en el que Pedro Sánchez no se mueve con soltura, sino más bien al contrario. No están tan lejos los tiempos en los que nuestro presidente postulaba suprimir el Ministerio de Defensa.

Se vio en los Goya que al progresismo español le desagrada el actual debate, y está más alineado con las posiciones de Sumar y Podemos, que son las mismas que las de ERC, Bildu o el BNG.

La izquierda española sigue anclada al «OTAN no, bases fuera», y Sánchez se ve atrapado entre el fuego de las alianzas y de los que dentro del PSOE sostienen posiciones como la de Zapatero, y la presión que viene de Bruselas para que abracemos sin ambages el Plan Readines 2030, o sea, para que gastemos más dinero en defendernos de Rusia. Argumento sobre el que no hay unanimidad en la Unión Europea, y menos aun cuando se aborda la cuestión del envío de soldados a Ucrania como «fuerza de paz». Margarita Robles lo ha dejado claro en Lisboa, desmarcándose de esta idea, que defienden con entusiasmo ingleses y franceses.

Sánchez podría superar el problema acordando un pacto de Estado con el Partido Popular. Feijóo no se negaría, pero el gallego exige al menos que el presidente del Gobierno le plantee esa necesidad de acuerdo, cosa que éste no va a hacer.

Sánchez sabe que una iniciativa de ese tipo sacaría a toda la izquierda a las calles, agitados en particular por un Podemos que ha encontrado en este asunto la clave para su recuperación. Y ni Sumar ni IU ni el PCE quieren perder posiciones en un tema tan sensible, que saben moviliza sobremanera a sus votantes.