Opinión

Eufemismos buenistas para ocultar la realidad

Sánchez enmascara sus obligaciones en Defensa ante la ausencia de apoyo en su propio Gobierno. Su poca credibilidad es un lastre para la UE

El ministro de Economía, Carlos Cuerpo; el ministro para la Transformación Digital, Óscar López; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el ministro de Memoria Democrática y Política Territorial, Ángel Víctor Torres y la ministra de Igualdad, Ana Redondo, durante la clausura del acto de presentación del Observatorio de Derechos Digitales, en el Auditorio Casa del Lector del Matadero de Madrid, a 5 de febrero de 2025, en Madrid (España). El Observatorio de Derechos Digitales es una iniciativa público-privada financiada con fondos europeos NextGeneration, nacido con el propósito de promover y defender los derechos de la ciudadanía en el entorno digital, así como la implementación de la Carta de Derechos Digitales de España.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a sus ministrosEnrique CidonchaLa Razón

La geopolítica estudia la política exterior para entender y predecir el comportamiento internacional a través de variables geográficas, analizando bloques y polos de influencia que están en constante evolución. Desde el siglo pasado, los cambios han sido exponenciales, y desde 2022, la velocidad de estos cambios ha sido vertiginosa.

Durante la Guerra Fría (1947-1991), la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética marcó las dinámicas organizativas, especialmente en instituciones internacionales. La OTAN, formada en 1949, ejemplificó la cohesión occidental para disuadir la agresión soviética. En contraste, el Pacto de Varsovia, seis años después, representó un esfuerzo colectivo del bloque oriental, con alineamientos ideológicos y militares claros. Mientras que la OTAN se basaba en la cooperación entre potencias occidentales, el Pacto de Varsovia reflejaba la hegemonía soviética.

Hoy en día, las dinámicas han cambiado. Rusia tiene un papel más secundario del que intenta aparentar, y los verdaderos bloques protagonistas son EE UU y China, mientras que otros conflictos se definen a nivel regional. La desintegración de la URSS permitió a Europa una mayor autonomía en el ámbito de la seguridad, dando lugar a la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) en la UE y a la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO), que mejoran la colaboración entre los Estados miembros.

Pero el siglo XXI ha traído amenazas emergentes que han obligado a los Estados y a organizaciones como la OTAN a adaptarse, sobre todo tras los atentados del 11S. Este evento marcó un cambio hacia la incertidumbre, donde la amenaza de actores no estatales se volvió predominante. La geopolítica se transformó en un campo «líquido», donde los conflictos ya no son solo entre países, también entre civilizaciones.

La guerra global contra el terrorismo dominó el discurso posterior al 11S. En 2010, la OTAN adoptó un «concepto estratégico» que buscaba mantener un amplio espectro de capacidades para abordar cualquier amenaza. En 2014 se aprobó el «Readiness Action Plan» en Gales para responder a los cambios en el entorno de seguridad cerca de las fronteras de la OTAN y a los desafíos que planteaba Rusia, así como a los problemas en Oriente Medio y Norte de África.

Desde entonces, existe un consenso sobre la necesidad de aumentar los presupuestos de defensa, aunque este compromiso no se ha cumplido en muchos casos, comenzando por España. Pero en 2022 llegó el vértigo con la invasión de Rusia a Ucrania.

Ese consenso en la OTAN refleja el creciente apoyo de la sociedad, que toma conciencia de la situación; pero contrasta con el compromiso real de presidentes como Sánchez, que ocultan a sus ciudadanos la realidad y enmascaran sus obligaciones con eufemismos buenistas ante la ausencia de apoyo en su propio Gobierno.

Sin ir más lejos, esta semana, el secretario general de la Alianza, Mark Rutte, nos ha desvelado el compromiso que ha adquirido Sánchez a espaldas de la casa de la soberanía nacional, donde no ha compartido ni sus planes ni ningún otro detalle.

Los nuevos desafíos globales, como la inestabilidad regional, el terrorismo, la guerra híbrida, las campañas de desinformación y la coerción económica, han actuado como catalizadores para la cohesión dentro de la OTAN y Europa. Pero la poca credibilidad de gobiernos como el español son, sin duda, un lastre para la UE.

La nueva administración estadounidense parece cuestionar muchos de los postulados que se habían asumido como mantras. Sin embargo, son conscientes de que las dinámicas actuales son diferentes y que, en el otro lado del globo, se están produciendo movimientos más sutiles y profundos. Mientras las tropas rusas se enfrentan en Ucrania, sus fronteras orientales quedan indefensas y ese vasto territorio despoblado recibe cada vez más inmigración china. Recordemos que el acuerdo que aseguró la posesión del actual Lejano Oriente ruso fue firmado en 1858, cuando el Imperio Qing de China estaba en conflicto con Gran Bretaña y Francia (la guerra del opio).

El Gobierno chino se encontraba acorralado por las potencias europeas y se veía obligado a aceptar cualquier condición que le fuese impuesta; y aunque la actual frontera entre China y Rusia es reconocida por ambos lados, en el imaginario colectivo chino aquello fue una humillación.

Es fundamental analizar el sentir de las sociedades para entender el comportamiento político internacional. Preguntarnos cómo se siente la sociedad occidental, o qué motivó el apoyo a Trump en EE UU, es crucial para entender las decisiones de unos y otros. Igualmente, es vital reflexionar sobre el rol de países como China e India en el actual escenario de bloques.

El eurocentrismo puede distorsionar nuestro análisis del comportamiento de estos bloques. Occidente parece atrapado entre ideologías antagónicas que desafían la democracia liberal tradicional. Y a medida que los movimientos entre placas tectónicas continúan, acelerados por las nuevas tecnologías, el debate social se convierte en un trasfondo importante.

Sea como fuere, los movimientos entre placas tectónicas se seguirán produciendo, aunque los bloques hayan cambiado. Y la UE sigue siendo el mejor ejercicio de liberalismo aplicado, pero es crucial mantener la perspectiva sobre los nuevos bloques geoestratégicos y las dificultades que la tecnología plantea para la defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos. La intersección de la geopolítica y la tecnoestrategia sigue siendo un tema vital en este contexto cada vez más complejo.