
Terrorismo
El día que la Guardia Civil salvó la Expo de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona
35 años de la detención del etarra Henri Parot, al que la banda había ordenado boicotear los acontecimientos de 1992 en España

Mañana se cumple el 35 aniversario de la detención, en la localidad sevillana de Santiponce, en un control rutinario de la Guardia Civil, de Henri Parot, jefe del “comando Argala”, cuando se dirigía a la capital hispalense a colocar un potente coche bomba contra la Jefatura de Policía Nacional, en una acción criminal dirigida a poner en cuestión la seguridad de España que dos años después se iban a celebrar en nuestro país. También tenían previsto atentar en Barcelona.
Era una estrategia meditada que les dio sus frutos; por ejemplo, cuando Alberto de Mónaco se cargó la candidatura olímpica de Madrid por la inseguridad que suponía la existencia del terrorismo de ETA.
La célula estaba integrada por ciudadanos franceses y la idea de su creación había partido de uno de los tipos más siniestros de ETA, elevado ahora por eso del blanqueamiento a “histórico” o “mítico”, Domingo Iturbe Abásolo, “Txomin”. Lo hizo en 1978. Un año después de que, al igual que a los otros terroristas, presos o no, se les concediera una amnistía total. Sin duda una muestra de “agradecimiento”, avalada por el hecho de que, de los 854 asesinados cometidos, medio centenar (43) lo fueron en tiempos de Francisco Franco y el resto durante la época democrática que, como enemigos de España, se querían cargar.
A “Txomin”, muerto en Argelia cuando ensayaba con una bomba de mano, no le faltaba razón. Unos ciudadanos galos pasarían inadvertidos a las Fuerzas de Seguridad y así fue hasta que el oportuno control de Santiponce acabó con sus andanzas. La Guardia Civil es un conjunto. El Servicio de Información (SIGC) tiene un papel preponderante en la lucha contra el terrorismo, pero el resto juega una labor de apoyo, cada uno en su cometido. Valga este artículo a esos agentes de los controles, de los que, a veces, tanto se quejan los ciudadanos por los retrasos que les causan.
Lo del nombre de “Argala” fue en homenaje a un compinche de “Txomin”, José Miguel Beñarán, que fue el que materialmente accionó la bomba con la que fue asesinado el entonces presidente del Gobierno, almirante Carrero Blanco y sus dos acompañantes en el coche oficial. Cinco años y un día después, moría en Anglet (Francia) al estallar la bomba colocada en su automóvil en un claro mensaje de venganza.
Esta célula criminal era el arma secreta de ETA que estaba en manos de los cabecillas que la utilizaban puntualmente para desestabilizar España. Tenemos varios ejemplos que sumar al ya citado de Sevilla y los acontecimientos de de 1992 en España. El atentado, en diciembre de 1987, contra el cuartel de Zaragoza, con el balance de 11 personas asesinadas, cinco ellos niños. Era el mensaje de ETA al Gobierno de Felipe González de que las negociaciones que en entonces mantenían en Argelia no iban por el camino que querían los terroristas. O el asesinato de la fiscal de la Audiencia Nacional CarmenTagle, ordenado por el entonces responsable del “comando” Francisco Múgica, “Pakito”, porque “había interrogado a “Josu Ternera” (José Antonio Urruticoechea).
A este sujeto no le habían gustado las preguntas incisivas de la fiscal y se interesó por quién era: estaba “sentenciada”, por la mirada de odio que la dirigió, según comentaron testigos presenciales. Tagle formaba parte de una comisión judicial trasladada a París para interrogar al señalado como inductor del atentado de Zaragoza.
El propio Parot lo explicó en su declaración a la Guardia Civil: “La ejecución estaba motivada porque era la fiscal que llevaba casi todos los asuntos de los militantes de ETA y solicitaba siempre penas muy duras contra ellos, queriendo incluso ampliar el tiempo máximo de permanencia en prisión de 30 años que actualmente dictamina la ley y, porque, además, estuvo en el interrogatorio de Josu Ternera”. Así se lo explicó “Pakito” y él se limitó a cumplir la orden. Pero el asesinato llevaba el mensaje subliminal dirigido contra la Justicia española, una amenaza, en definitiva.
Para mantener la clandestinidad, el “Argala” era conocido por muy pocas personas y su control pasaba de máximo cabecilla a otro, cuando era detenido o perdía la operatividad. A “Txomin” le siguió “Txikierdi” (Lasa Michelena); “Azkoiti”, (Arrieta Zubimendi) y el ya citado “Pakito”.
Parot, como cualquier asesino en serie que se precie, debía estar muy orgulloso de su labor dentro de ETA y sentía celos de otro siniestro pistolero, José Luis Urrusolo Sistiaga, “Langile”. Como el “comando Argala”, al que pertenecía, era el arma secreta de ETA y nadie sabía de su existencia, algunos de los atentados que él y sus compinches cometían se atribuían al citado etarra, que se había convertido en uno de los más buscados por las Fuerzas de Seguridad.
A Parot, un francés nacido en Argelia, le sentaba mal que sus “importantes méritos” se los apuntara el otro terrorista y así se lo comentó a la Guardia Civil.
Hasta su desarticulación, en abril de 1990, perpetró 41 asesinatos. Toda su chulería de “gudari” se derrumbó tras su detención cuando ingresó en prisión y, según reveló a LA RAZÓN un alto responsable de Instituciones Penitenciarias, se pasó largos días llorando en su celda, sin querer comer ni hablar con nadie: pena, no; arrepentimiento, no; rabia, tampoco...miedo, puro miedo.
El 2 de abril de 1990, a la altura de la localidad sevillana de Santiponce, estaba instalado el citado control y el automóvil que conducía Parot fue seleccionado para ser inspeccionado. Lejos de detenerse, emprendió la fuga a tiros. Circulaba en un Renault 14 rojo cargado con 310 kilos de amonal, e iba acompañado por otros dos terroristas (Jacques Esnal y Frederic Haramboure) en otro vehículo en funciones de lanzadera (precisamente para avisar de la existencia de los controles, lo que, obviamente, no pudieron hacer); se dieron a la fuga y fueron detenidos con posterioridad en Francia. Parot no dio sus nombres hasta que calculó que ya estaban en territorio galo.
A los guardias les llamó la atención el hecho de que el vehículo de Parot parecía recién pintado. Pudo sortear la primera parte del control, pero no la segunda, en la que se activó el sistema que pincha las ruedas e inmoviliza los vehículos. Una vez retenido, con el uso normal y proporcional de la fuerza (algún golpe se llevó, ya que disparaba a matar), suplicaba que, pese a ser de ETA, no le mataran allí mismo. Es uno de los trasladados a cárceles del País Vasco gracias al pacto del Gobierno con Eh-Bildu, para que Pedro Sánchez gobernara. No tardará mucho en salir de prisión.
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