Finanzas
El Colegio Retamar, ubicado en la población madrileña de Pozuelo de Alarcón, fue el lugar elegido para hacer un interesante experimento en 2014. Consistía en que 248 alumnos del centro escribieran en un papel cinco números del 1 al 70 (sin saber qué significaba). Cada uno de ellos se correspondía con una empresa en la que teóricamente estaban invirtiendo (en todas ellas la misma cantidad). Los resultados obtenidos fueron sorprendentes, ya que los alumnos obtuvieron una rentabilidad media de 105%, frente al 71% en la que se situó la obtenida por los fondos de renta variable en el periodo comprendido entre 2002 y 2012. Asimismo, 109 (44%) superaron las ganancias del Índice Total de la Bolsa de Madrid (ITBM), frente al 3,83% de los fondos, y tan solo 17 (6,85%) consiguieron menor rentabilidad que el peor fondo. Esta experiencia replicaba al conocido como «Experimento del Mono» llevado a cabo por los redactores de «The Wall Street Journal» en la década de los 70. Simulando ser un mono con los ojos vendados, los periodistas lanzaron dardos a la página con la lista de acciones del periódico económico. Cuando se comparó la cartera elegida al azar por el imaginario simio con la de los fondos de inversión referenciados al mercado estadounidense, su cartera había superado en un 85% a la de los fondos, además de haber sobrepasado el comportamiento de los principales índices estadounidenses.
De esta forma, recogían el guante lanzado por el profesor de la Universidad de Princeton, Burton Gordon Malkiel, quien defendía en su libro «Un paseo aleatorio por Wall Street», entre otras cosas, la gestión pasiva frente a la activa, ya que consideraba que los mercados financieros se comportan de manera aleatoria e impredecible. Por eso, afirmaba vehementemente que un mono con los ojos vendados lanzando dardos sobre una lista de empresas cotizantes en la bolsa de Nueva York generaría retornos similares a una cartera elaborada por cualquier experto analista de Wall Street.
Una teoría que, claro está, también tiene sus detractores, ya que resulta demasiado aventurado pensar que nadie en la industria financiera tiene ni idea y que sus buenos resultados son exclusivamente fruto del azar. Además, posteriormente, quedó demostrado que, cuando este experimento se repetía en un periodo prolongado de tiempo, salían claramente ganando los profesionales.
Sin embargo, lo que sí es cierto es que hay determinados acontecimientos, difícilmente predecibles, que tienen un impacto importante en los mercados y, por tanto, en la inversión, y que últimamente se están produciendo de una forma más frecuente de la esperada.
Si hay un instrumento financiero que cuenta con el respaldo de complejos análisis para invertir en determinados activos (renta fija, renta variable, depósitos, derivados, acciones...) son los fondos de inversión. Tradicionalmente, ha sido uno de los vehículos favoritos para que los inversores saquen partido a su dinero. A menudo, las instituciones que los comercializan (hasta la entrada en vigor de Mifid II, las entidades financieras colocaban masivamente los productos de sus gestoras) hablan de sus bondades frente a otras fórmulas de inversión. Sin embargo, la verdad es que no siempre es así, algo que se evidencia al hacer un análisis con cierta perspectiva.
Que 2022 no ha sido un buen año para los fondos está fuera de toda duda. La práctica totalidad de las categorías obtuvieron una rentabilidad negativa, descendiendo la misma de media un 8,4%, según datos de Inverco.
Habría que remontarse a 2002 para encontrar un escenario parecido. Hace dos décadas, los mercados sufrieron de lo lindo arrastrados por la crisis de las «.com». Sin embargo, el año pasado, no solo las bolsas pasaron por dificultades, sino que fue un ejercicio pésimo para la renta fija. Y es que en 2022 se dieron todos los elementos para desencadenar una tormenta perfecta en el mercado de bonos, que lastró el ahorro acumulado en estos instrumentos financieros: inflación, subida de tipos de interés e incertidumbre.
Si la situación se mantiene, 2023 puede ser otro año de travesía en el desierto para los partícipes de fondos, los cuales ascendían, a diciembre de 2022, a 16 millones. Si se tienen en cuenta los datos que se desprenden del Barómetro del Ahorro de Inverco, que revela que cada inversor de fondos reparte su cartera entre dos y tres de estos productos, entre cinco y ocho millones de españoles aproximadamente tendrían su dinero invertido en ellos, una proporción de la población muy elevada (entre el 10% y 15%), y que, hoy en día, mantiene sus ahorros «congelados» a la espera de que la tormenta escampe.
Con independencia del año aciago que ha sido 2022, si nos fijamos en la evolución que han tenido los fondos de inversión en los últimos años, tampoco es que la rentabilidad ofrecida sea para tirar cohetes, habiendo otros vehículos de ahorro que generan mayores contrapartidas para el inversor. Pablo Fernández, profesor de Finanzas del IESE, hace cada año un ejercicio práctico en el que compara el retorno de los fondos con otros instrumentos financieros. En este sentido, analizó los rendimientos de varios de ellos en el periodo comprendido entre 2006 y 2021. Los resultados fueron que la rentabilidad media de los fondos de inversión en España en los últimos 15 años fue del 1,91%, inferior a la ofrecida por el bono español a 15 años, que se situó en el 4%. Por su parte, fue algo superior a la del Ibex, que ascendió al 1,35%, pero menor a la cosechada por el EuroStoxx, cuya rentabilidad en el periodo 2006-2021 fue del 4,2%, y la del S&P 500, que rozó el 11%.
El estudio disecciona los 562 fondos con 15 años de historia de los 2.916 recogidos por Inverco, y concluye que 64 de ellos (11,38%) tuvieron una rentabilidad superior a la del bono a 15 años; 314 (55,87%), a la del Ibex, y 8 (1,42%) a la de S&P 500, mientras que 68 (12,09%) tuvieron un rendimiento negativo.
Los resultados obtenidos un año antes no diferían mucho. Y es que la rentabilidad entre 2005 y 2020 fue del 1,9% anual, en contraposición al 3,4% del bono del Estado y del 2,7% del Ibex. De los 614 fondos analizados, 93 (15,14%) superaron la rentabilidad de los bonos y 146 (23,79%) a la del selectivo, cosechando 52 de ellos (8,4%) pérdidas.
Ojo con las comisiones
Unas rentabilidades bastante ajustadas si se tiene en cuenta el tiempo que los inversores mantienen en «stand by» su dinero en estos productos. A las ganancias, además, hay que descontarles las comisiones que aplican las gestoras y comercializadoras, y que pueden reducir sensiblemente el rendimiento.
Se puede incluso dar la paradoja de que el coste de las comisiones se coma toda la ganancia. La más importante es la de gestión, cuyo coste se eleva a una horquilla comprendida entre el 1% y el 1,75%. Otra comisión es la depositaria, que es la que se cobra por custodiar las inversiones del fondo, y que oscila entre el 0,1% y 0,2%. Un suma y sigue al que también se pueden añadir comisiones de suscripción y reembolso, así como otras como la que se aplica por cambiar la inversión de un compartimento a otro (dentro del mismo fondo).
Todas ellas se resumen en el TER (ratio por costes totales), y que está expresado como un porcentaje sobre el patrimonio del fondo, por lo que cuanto menor sea la proporción, mayor beneficio para los partícipes. Unos desembolsos que, a menudo, el cliente no percibe, ya que se carga contra el patrimonio, por lo que la recomendación es que el inversor lea atentamente el folleto informativo que acompaña a estos vehículos de inversión.
Tampoco hay que olvidar la tributación. La ganancia o la pérdida patrimonial obtenida debe integrarse en la base imponible del ahorro en el IRPF. Los beneficios de hasta 6.000 euros están sujetos a una retención del 19%, la cual se eleva al 21% para los comprendidos entre 6.000 y 50.000, y al 23% para aquellas que superen esta cifra.
Pese a los nubarrones que se vislumbran en el horizonte, 2023 ha arrancado con cierto optimismo ante las perspectivas de un ejercicio con menos turbulencias debido a una moderación de la inflación, que puede también suavizar la política monetaria del BCE. Al calor de estas previsiones, la rentabilidad de algunos fondos se ha disparado incluso por encima del 10%. Habrá que esperar a ver cómo evoluciona el año para conocer si se trata solo de un pequeño respiro en medio del temporal, para después arreciar de nuevo o, por si el contrario, la estabilidad se abrirá paso poco a poco.
Hacer previsiones económicas a estas alturas se ha convertido en una actividad de alto riesgo. Si predecir el futuro nunca ha sido fácil, ahora, lo es mucho menos. Quizá sea el momento de diseñar una sólida estrategia de inversión bien planificada para defenderse ante eventualidades negativas o, como sostenía Burton Gordon Malkiel, simplemente, dejarse llevar.