Sección patrocinada por: sección patrocinada

Fútbol

Locura total en Argentina: al menos 31 heridos y los futbolistas evacuados en helicópteros

Cerca de cuatro millones de personas inundaron las calles de Buenos Aires para celebrar la Copa del Mundo. Se cambió el recorrido, pero finalmente se tuvo que suspender

No cabía nadie más en torno al Obelisco, el lugar más emblemático de Buenos Aires y por donde se suponía que tenía que pasar el autobús que llevaba a los futbolistas con la Copa del Mundo que consiguieron en Qatar. Iba lento, muy lento, sin ninguna prisa, a unos 50 metros por hora, porque había que ir atravesando multitud tras multitud, hasta que no pudo más. Muchos, cientos de miles de personas esperaban en donde creían que iban a ver pasar a los héroes de un país que ha vibrado como ninguno en el Mundial.

Se dio día de fiesta, de feriado en Argentina, para que todos vivieran en comunidad la felicidad que ha provocado el fútbol. Pero era tal la multitud y el calor y la espera que se improvisó un trayecto nuevo y a partir de ahí todo fue confusión, con la gente moviéndose hacia dónde se pensaba que iba a pasar el autobús, aunque ya nada estaba claro y tampoco importaba mucho en realidad.

Hubo cambio de planes hasta que se acabaron los planes. No se movía el autobús de la gente que había y los futbolistas tuvieron que ser evacuados en helicópteros.

Un total de 31 personas resultaron heridas y nueve fueron detenidas durante la celebración en Buenos Aires. Se estima que los festejos agruparon a cerca de cuatro millones de personas concentradas en la avenida 9 de julio y la autopista 25 de mayo.

La mayoría de los heridos fueron asistidos por politraumatismos por caídas y heridas cortantes. Un final extraño para una fiesta que superó todas las previsiones.

Antes, la gente celebraba, ondeaba banderas y cantaba la canción de «Muchachos», la banda sonora del Mundial, a la que la victoria de Argentina ha convertido en hit mundial y que todos los aficionados de la albiceleste conocen y ya se canta cambiando la letra. La tercera Copa y la tercera estrella de la camiseta que esperaban ya había llegado y ya se intentaba pasear el trofeo por la capital de un país con muchos problemas económicos y de inestabilidad y que, sin embargo, no había vivido una movilización como la que se vio por las calles.

Fueron horas y horas de una fiesta que se llevaba años esperando. Los móviles dejaron de funcionar y el caos era el protagonista principal entre los aficionados desinformados. Dio igual, todo, hasta que no pasase el autobús, porque había que rendir homenaje a Messi y a sus compañeros, acordarse de Maradona y celebrar que Leo ya está a la misma altura de Diego. Por eso escribió de él en una emotiva carta que publicó antes de empezar su ruta por las calles de un país entregado a él como se entregó a Maradona. «De Grandoli hasta el Mundial de Qatar pasaron casi 30 años.

Fueron cerca de tres décadas en las que la pelota me dio muchas alegrías y también algunas tristezas. Siempre tuve el sueño de ser Campeón del Mundo y no quería dejar de intentarlo, aún sabiendo que quizá nunca se daría», escribió Messi, que perdió una final y que había advertido que este sería su último Mundial, su última oportunidad de convertirse en un mito: «Esta Copa que conseguimos es también de todos los que no la lograron en los anteriores Mundiales que jugamos, como en 2014 en Brasil, dónde la merecían todos por cómo lucharon hasta la misma final, trabajaron duro y la deseaban tanto como yo… Y la merecimos incluso en esa maldita final», recordaba esa espina que por fin se ha quitado.

Y continuaba con el recuerdo: «También es del Diego que nos alentó desde el cielo. Y de todos los que se la pasaron bancando siempre a la Selección sin mirar tanto el resultado sino las ganas que siempre le metíamos, también cuando no nos salían las cosas como queríamos. Y por supuesto, es de todo este grupo hermoso que se formó y del cuerpo técnico y toda la gente de la selección que siendo anónimos trabajan día y noche para hacérnosla más fácil. Muchas veces el fracaso es parte del camino y del aprendizaje y sin las decepciones es imposible que lleguen los éxitos. Muchas gracias de corazón! Vamos Argentina!!!», acababa.

Ya nadie duda de Messi, como sí hicieron cuando lucía en Barcelona y se frustraba con la selección, porque no encontraba su sitio, hasta ahora. La selección de Scaloni estaba entregada a él y lo mismo los millones de personas que ocupaban todos los metros cuadrados por donde mal que bien pasaba el autobús al principio, hasta que se desistió. La gente se subía a cualquier cosa, por alto que fuera, para tener mejor perspectiva y ver si se acercaba el autobús parado y que ya no arrancó.

Se lanzaron globos blancos y azules al aire y por el cielo pasaron hasta tres veces aviones de las Fuerzas Armadas argentinas. Pasaron una vez, ante el jolgorio de la gente que no sentía el calor ni el paso del tiempo, pasaron otra vez y pidieron permiso para volar por tercera vez por encima del cielo. En principio se les negó, porque había más vuelos, que pasaban más cosas en Argentina. Pero insistieron tanto, aseguraron que era por la tercera estrella conseguida, que se les dio permiso para, de nuevo sobrevolar por encima de una multitud feliz. Después pasaron los helicópteros. Ahí iban los jugadores.