Ochomiles
El plus genético que encumbra a los sherpas
Un estudio pionero en España vincula a su ADN la excepcional adaptación a la altura, mayor incluso en el caso de las mujeres
Apenas mide un metro y medio y su aspecto enjuto, de rostro atezado por el sol que ilumina las montañas más altas de la tierra, no hace presagiar ningún prodigio físico. Pero para el periodista y escritor Sebastián Álvaro –que ha dirigido más de 200 expediciones, muchas de ellas a la cuna de los ochomiles en las cordilleras de los Himalayas y el Karakorum–, el balti Abdul Karim es «el tipo más fuerte que he conocido en mi vida».
El porteador más famoso de Pakistán –capaz de echarse a correr con Chris Bonington en brazos para convencer al alpinista británico de que le contratara para una expedición– trabajó en los 80, entre otros, para dos leyendas del himalayismo: Reinhold Messner y Jerzy Kukuczka, los primeros en completar los 14 ochomiles.
Las apariencias engañan, sin duda, pero ¿dónde esconden su particular criptonita Abdul Karim y otros tantos porteadores como él, baltíes y sherpas, en el Karakorum y el Himalaya? Un proyecto genético pionero en España, el Estudio Carmagen, ha escarbado en sus perfiles genéticos (que en una fase posterior se compararán con los de algunos de los mejores ochomilistas españoles) en busca de respuestas.
Y, según los primeros avances de esa investigación, los perfiles de ADN de baltíes y sherpas muestran una predisposición genética que potencia su resistencia en altura y les permite sobrellevar mejor la falta de oxígeno en lo que los montañeros denominan la zona de la muerte (por encima de los 7.500 metros), donde conviene pasar el menor tiempo posible porque cualquier contratiempo puede costar la vida.
Lo más llamativo es que ese perfil genético que les permite adaptarse con mayor facilidad a las grandes altitudes es aún más acusado en el caso de las mujeres.
Genética “altamente optimizada” para esfuerzos en altitud
Uno de los responsables de este estudio, el cardiólogo Miguel Ángel García Fernández, presidente de la Sociedad Española de Imagen Cardiaca (SEIC), confiesa que cuando examinó al ahora septuagenario Abdul Karim le sorprendió que tenía «un corazón chiquitín. Nada que ver, por ejemplo, con el de Miguel Indurain. Un reconocimiento cardiológico, el del pentacampeón del Tour que todavía no ha olvidado. «Podías irte a tomar un café y cuando volvías su corazón aún no había latido de nuevo», ironiza.
La dificultad de transportar modernos equipos de ecocardiografía hasta algunos de los lugares de más difícil acceso del planeta, como el valle de Hushé, obligó al equipo español a llevar pequeños equipos de ecocardioscopia.
«Tienen una genética altamente optimizada para vivir en condiciones extremadamente adversas», enfatiza otro de los autores del estudio genético, José Zamorano, profesor de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. Y recalca que las mujeres especialmente son «las que genéticamente mejor adaptadas están. Son las reinas de las montañas». Álvaro, impulsor del proyecto y creador del inolvidable programa documental «Al filo de lo imposible», corrobora esa conclusión: «Las mujeres del Karakorum probablemente sean las montañeras mejor preparadas genéticamente del mundo».
José Manuel García, decano de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Castilla-La Mancha –participante también en el estudio–asegura que los porteadores examinados «a nivel muscular funcionaban igual de bien en condiciones de 600 metros de altitud que por encima de 3.000 porque sus condiciones están perfectamente adaptadas a la altura».
Los especialistas analizaron los genes clave para sobrevivir en condiciones tan adversas, donde la hipoxia acecha, estudiando su capacidad de sufrimiento, resistencia muscular y la capacidad de gestión del oxígeno.
Las mujeres, en cabeza
¿Cómo se explica que las mujeres presenten unas mejores condiciones genéticas de adaptación a este medio hostil? Zamorano cuenta que sus perfiles genéticos «les permiten soportar un proceso fisiológico tan exigente como es el periodo de gestación por encima de 3.000 metros» en uno de los lugares más inaccesibles de la tierra. «Ellas son –subraya– las que van transmitiendo los perfiles genéticos». Además, añade el cardiólogo García Fernández, «viven aislados en esos valles y la endogamia ha favorecido también esa predisposición genética».
Admitida esa ventaja en el mapa de ADN de los porteadores, ¿puede un occidental acercarse a esas condiciones óptimas de resistencia en altura? Partiendo de que esas mismas condiciones genotípicas pueden igualmente darse a lo sumo en un diez por ciento de la población española, al común de los mortales no le queda otra que mejorar su adaptación al medio a través de la aclimatación, en busca de una mayor producción de glóbulos rojos que mejore la circulación de oxígeno en la sangre en altitudes extremas.
Los resultados de este estudio, todavía incompleto, también pueden tener importantes consecuencias prácticas más allá del alpinismo de elite. «Como sucede con los ingenieros de F-1, cuyo trabajo con los prototipos se aplica luego a los coches de serie, estos estudios pueden también repercutir en la ciudadanía», asegura el investigador del Grupo Akanthos José Manuel García. ¿Cómo? Por ejemplo, en beneficio de pacientes musculares crónicos en los que resulta determinante «la utilización adecuada del oxígeno».
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