Víznar, el preludio de Auschwitz: el horror de la represión
Los trabajos de la Universidad de Granada han permitido que se abrieran fosas en un lugar vinculado con las últimas horas de vida de Federico García Lorca
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Un día de junio de 2024, por la tarde, cuando el calor empieza a mostrar sus cartas de cara al inminente verano, el barranco de Víznar es un lugar de inquietante silencio. En los primeros meses de la Guerra Civil en Granada, aquella zona se convirtió en un escenario de terror. Fue aquí donde las autoridades militares de la ciudad de la Alhambra enviaban camiones llenos de presos para ser ejecutados a sangre fría de madrugada. Muchos de ellos pasaron las horas previas a su muerte en un caserón cercano del que hoy prácticamente no queda nada en pie y que era llamado la Colonia porque allí, antes de la guerra, se acogía a los niños durante sus vacaciones cuando aquello era sinónimo de juegos infantiles.
El investigador Agustín Penón, cuando visitó la zona buscando la tumba de Federico García Lorca, entre 1955 y 1956, constató el horror de la represión llevada a cabo, especialmente cuando comprobó el gran número de fosas en el barranco, muchas de ellas disimuladas con pinos que las autoridades franquistas habían ordenado plantar a principios de los años 40. Por eso no pudo evitar apuntar en sus notas que Víznar era «el preludio de Auschwitz».
Desde hace tiempo, un equipo de la Universidad de Granada, encabezados por el arqueólogo Francisco Carrión, trabaja en la zona abriendo las muchas fosas que han quedado en el barranco. «Estamos en nuestra cuarta campaña. Hasta ahora se han exhumado 138 personas, pero necesitamos una quinta campaña para poder concluir nuestro trabajo porque creemos que en total aquí hay unas 200 personas», comenta Carrión en conversación con este diario.
El periodista Eduardo Molina Fajardo pudo consultar en los años setenta los listados con los presos que llegaban desde el Gobierno Civil de Granada, capitaneado por el sangriento comandante José Valdés, hasta el puesto de mando de Víznar que controlaba José Nestares. En ellos aparecen desde costureras a mecánicos de autobuses pasando por camareros, labradores o barberos. Hasta Víznar llegaban los que se iban a convertir en desaparecidos, aquella despiadada forma de represión que luego fue una seña de identidad de las dictaduras alemanas, chilenas o argentinas. Entre todos estos casos, Carrión admitió que hay uno que le toca en lo personal como es Salvador Vila, el rector de la Universidad de Granada que trató de encontrar refugio equivocadamente en la Salamanca de su amigo Miguel de Unamuno. La imagen de Vila está atada, como la de otras víctimas, en los pinos de este lugar. «Esperamos poder identificar a Vila porque tenemos muestras que nos ha proporcionado su hijo de 98 años. Sabemos que formó parte de una saca de 27 presos, pero aún es prematuro para asegurar que ha aparecido. De lo que sí estamos seguros es que sus restos se encuentran en el barranco de Víznar. Para mí es un objetivo muy personal y es un reto dar con él, aunque él es tan importante como el resto de víctimas en este lugar», comentó Carrión.
El equipo que trabajando abriendo y sacando los cuerpos ha hecho algunos descubrimientos inquietantes. El más dramático fue la aparición de un niño, «de entre 12 y 14 años que no tenía más armas que un lapicito de color y una goma. El cráneo presentaba dos orificios de bala». El arqueólogo sospecha que probablemente el pequeño sea hijo de una de las víctimas de la tumba en la que estaba enterrado. Carrión añade que «pudo ser detenido con su padre, puede que intentara defenderlo y se lo quisiera llevar con él, pero es solo una hipótesis. Lo que sí es seguro es que fue el primero en ser asesinado porque fue el último cuerpo que apareció en la fosa. Estamos acostumbrados a que aparezcan los restos de personas de 18 años, pero este caso nos afectó mucho».
Ian Gibson, en sus diferentes trabajos sobre la represión en Granada, apunta que lo que se puso en marcha desde el Gobierno Civil de la ciudad nazarí fue «una máquina de matar». Francisco Carrión comparte la definición recordando que aquello se puso en marcha «siguiendo las órdenes de uno de los mayores genocidas que hemos tenido como fue Queipo de Llano, llegando los asesinos a sobrepasarse en el cumplimiento de esas órdenes».
Las investigaciones realizadas por la Universidad de Granada también han servido para saber que algunas fosas están incompletas porque algunos familiares, durante la década de los setenta, pudieron recuperar los restos de algunos de sus familiares, gracias a las indicaciones de quien había sido uno de los enterradores. Muy probablemente fuera el testimonio de Antonio Mendoza de la Fuente, un masón que salvó su vida dedicándose a dar sepultura a duras penas a desconocidos, pero también a amigos en unas condiciones terribles. Carrión ha logrado el testimonio de una familia que pudo llegar a la zona y, en la oscuridad de la noche, localizar a aquel a quien buscaban.
Francisco Carrión cree que el barranco de Víznar debe convertirse en un lugar de memoria, «un espacio de reflexión, en el que contemos la historia, marcando las fosas que hemos localizado». Para ello será fundamental la Colonia de Víznar que, emergiendo de sus ruinas, se convierta en un centro de interpretación de uno de los episodios más terribles de la Guerra Civil.
En el barranco, en la mayor de las fosas, hace tiempo que el Ayuntamiento de Víznar instaló un monolito con una inscripción que se ha hecho célebre: «Lorca eran todos». Al entrar en la zona, alguien ha escrito en un cartel que «aquí hubo un genocidio» que tuvo como víctima al poeta granadino. Pero Lorca no fue asesinado en el barranco sino en algún lugar en la carretera que va de Víznar a Alfacar. Carrión y su equipo son conscientes que aquel crimen ha marcado este espacio. «Pero él no está aquí. Eso está claro. Mi hipótesis es que sigue por ahí, en un lugar sin identificar», aunque descarta que sea en la famosa zona del olivo, en el parque que lleva el nombre del autor de «Bodas de sangre» en el término municipal de Alfacar.
El arqueólogo comentó un detalle hasta ahora desconocido. Una de las personas a las que ha podido consultar su equipo es a un descendiente de José Manuel Pérez-Serrabona, en 1936 el abogado de la familia García Lorca. «Según documentos guardados por los descendientes de Pérez-Serrabona, don Federico, el padre del poeta, pagó para recuperar los restos de su hijo, pero nunca le entregaron nada y fue estafado», añadió Francisco Carrión.
El camino de Víznar y Alfacar hoy es un lugar de paso de varios excursionistas y ciclistas, especialmente cuando el sol no se convierte en un incómodo compañero. Sin embargo, durante el franquismo, la Guardia Civil se encargaba de que los curiosos no lo tuvieran tan fácil, hasta el punto de enviar alguno de ellos a pasar la noche en el cuartelillo. Era mejor no hacer preguntas, especialmente sobre el final de cierto poeta granadino de gran proyección internacional.
El 10 de mayo de 1960, una vez de vuelta a casa, la escritora Marguerite Yourcenar, profundamente conmovida tras su visita a Víznar, escribía una larga misiva a Isabel García Lorca, hermana del poeta. Un par de muchachos le habían enseñado la hipotética tumba de Federico entre pinos junto otras cinco personas. «Un lugar como aquél hace vergonzante toda la pacotilla de mármol y de granito que puebla nuestros cementerios, y que cabe envidiar a su hermano por haber comenzado su muerte en aquel paisaje de eternidad», escribió Yourcenar para añadir que «no cabe imaginar más hermosa sepultura para un poeta».
Es inevitable, cuando uno marcha del barranco, girar la cabeza y sentir que durante años en el barranco todos los muertos se olvidaban «en un montón de perros apagados». Ahora se rescata su memoria para siempre.
Una tragedia que se convierte en teatro en la casa del poeta
El pasado 1 de junio, la que fuera casa de la familia García Lorca en el pueblo de Valderrubio, en la Vega de Granada, acogió la obra «Federico. No hay olvido, ni sueño: carne viva», una propuesta de Proyecto 43-2 a partir de una dramaturgia y dirección de María San Miguel, interpretada por esta autora junto con Alba Muñoz y Pablo Rodríguez. La propuesta escénica tiene mucho que ver con el trabajo que se está haciendo en el barranco de Víznar, interpelando directamente al espectador sobre el concepto de memoria, sobre la manipulación de los hechos. Para ello se parte de los objetos, de lo que aparece en las fosas, para construir un emocionante y emocionado trabajo que en el 17 de agosto podrá verse en Víznar.