Viva la banda
Roca Rey y Tomás Rufo salieron a hombros en una corrida delirante
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Corrida de expectación, ya se sabe, en no pocos casos, corrida de decepción. Y en esta cuarta entrega del abono magdalenero el fiasco parecía haber llegado antes del paseíllo, al comprobarse que la gente no había respondido a la llamada de las figuras. Alrededor de tres cuartos de aforo cubierto para presenciar uno de los carteles estrella de la feria sabía a poco. Luego, cuando los que apuran hasta el último segundo llegaron, ya casi con el primer toro en la arena, el aspecto de los tendidos mejoró, pero sin tampoco lle-gar al lleno, disfrutando la gente con todo lo que sucedía en el ruedo, sin importar apenas lo hecho por los de coleta ni, mucho menos, el comportamiento del ganado. Había que echar la tarde y se invirtió en los toros, aplaudiendo, viniese a cuento o no, todo lo que se hacía o dejaba de hacer. Quien, al acabar el festejo, lea sólo la ficha o se quede en la reseña pensará que se vivió un gran acontecimiento, cuando fue casi todo lo contrario. Una función lenta, pesada e intrascendente y con pasajes surrealistas.
El comodísimo primero apenas se llevó un refilonazo de trámite en el primer tercio, llegando a la muleta de José María Manzanares moribundo y, aun con voluntad embestidora, sin emoción alguna ni transmitir sensación de riesgo en lo que con él se hacía. Más de lo mismo con el soso y aburrido cuarto, malgastando su turno en intentonas y probaturas sin convicción alguna y sin interés alguno para nadie, siendo ovacionado por no se sabe qué.
Le costó muchísimo entrar al peto al primer toro de Roca Rey, terciado y pobre de cara, alegre en el último tercio y noble. El torero peruano tuvo que dejarle respirar mucho tiempo entre serie y serie, perdiendo cohesión su trasteo, voluntarioso y tesonero en su último tramo pero también huero de interés y sin poner, ni mucho menos, los pelos de punta a nadie. Un estoconazo trasero y caído le puso una fácil oreja en sus manos. No tuvo presencia el quinto, al que tardó mucho en coger el sitio y la distancia en una faena larguísima, escuchó un aviso antes de ir a por el estoque de verdad, sin sentido ni estructura y hasta torpe, que sólo tuvo eco en la solanera, llevándose una increíble oreja por un bajonazo feísimo.
Se hizo aplaudir Tomás Rufo al recibir de capa al tercero, manso de libro en el caballo y dócil y pastueño en el último tercio, dejando que su matador sacase un quehacer esforzado y trabajoso mientras el público miraba boquiabierto a la excelente banda de música que en esos momentos se lucía especialmente con el pasodoble dedicado al ganadero. Una gran estocada en todo lo alto sirvió, pienso que excesivamente, para pasear las dos orejas, puesto que la petición no fue abrumadora en ningún caso. Con todo a favor y el público por la labor, buscó justificarse y ampliar su crédito con el también manso sexto, firmando un quehacer muy intermitente, intercalando enganchones y hasta algún desarme con alguna serie en las que bajó mucho la mano y hubo más intensidad mientras el respetable se rompía las manos aplaudiendo... otra vez a la banda, en verdad extraordinaria. Lo mejor de la tarde.
Viernes 8 de marzo de 2024. Plaza de toros de Castellón. Cuarta de feria. Casi lleno.
Toros de Juan Pedro Domecq, terciados, muy cómodos de cabeza y justos de fuerza pero nobles y manejables.
José María Manzanares, de sangre de toro y oro, pinchazo, media, silencio; y entera, ovación.
Roca Rey, de blanco y plata con remates negros, entera, oreja; aviso; y bajonazo, oreja.
Tomás Rufo, de gris plomo y oro, entera, dos orejas; y pinchazo y estocada baja, oreja.
Incidencias: Roca Rey y Tomás Rufo salieron a hombros. Los banderilleros Andrés Revuelta y Fernando Sánchez saludaron una ovación tras parear al sexto. También destacó Juan José Trujillo.