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Roca Rey pone el fogonazo y Pablo Aguado el sentido

El peruano pasea un solo trofeo (aunque se le pidieron dos) en la primera
Corrida de toros de la Feria de Fallas, con toros de Victoriano del Río y Cortés para Castella, Roca Rey y Pablo Aguado
Corrida de toros de la Feria de Fallas, con toros de Victoriano del Río y Cortés para Castella, Roca Rey y Pablo AguadoAna EscobarEFE

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Para aquí y para allá estaba la tarde. El primero. Que manseaba, que no se centraba, que no quería caballo, que al caballo no fue más que para derrotar por arriba y salir danzando. Ya había amagado nada más pararlo de capa Sebastián Castella con irse por donde había salido. Y entonces con ese ejemplar de Victoriano del Río, que no pintaba buenas cartas, se fue Roca Rey a hacer el quite como si fueran oros. Una tafallera de infarto. La quietud personificada, los ¡ay! fueron abundancia, despertamos de la nada y se hizo el todo. Castella anduvo vivo y por la barriga le corrió esa chispa y salió a hacer la réplica por chicuelinas. Valencia entregada. A Ponce brindó. Flaco el de Chiva. Bonito el comienzo de faena, con rodilla en tierra, con ese toro que se lo había guardado todo para la muleta y rompió a embestir. Tuvo veinte muletazos extraordinarios hasta que se aburrió. La faena duró más. Eficaz con los aceros.
Pedazo pares de banderillas sopló José Chacón al cuarto y se desmonteró junto a Luis Blázquez. Brindó al público y fue el toro como un tren a la muleta del francés en primera instancia. Resultó lo más emocionante del trasteo. Después, el toro tuvo una embestida muy desigual y la faena no atravesó esa frontera tampoco, a pesar de que se extendiera en el tiempo sin un hilo conductor. Escuchó un aviso antes de entrar a matar. Un sinsentido.
Tan noble como soso fue el segundo para Roca Rey y así la larga faena. Llegó al público en el tramo final cuando se metió entre los pitones y la espada acabó de descomponer. El quinto metió la cabeza en el burladero y hubo que deshacer el entuerto antes de que Roca pudiera empezar la faena. Salió el toro para atrás al ruedo y el peruano echó las rodillas a tierra. Un todo y nada. Hubo emoción en ese comienzo e intermitencias después con tandas más desajustadas y otras largas y más entonadas. La faena acabó de prender cuando tomó la diestra de nuevo y ligó varios muletazos sin moverse. Toro encastado, con repetición e interés. En los redondos conquistó para acabar de meter la espada y pasear un trofeo. (Se le pidió el doble).
De pronto, en el tercero, habían cambiado los tiempos y ocurrido muchas cosas. Se detuvo Aguado con la capa, que es mucho decir, derribó el toro al caballo. Llevó con chicuelinas al paso al picador de nuevo Pablo. Bellezaaaaa, aunque más todavía tuvo la media, a camarita lenta, para cerrar unas verónicas que querían ser con las yemas de los dedos, con las palmas. Tuvo fondo bueno el toro y la vibración justa. El resto lo puso Aguado en una faena bonita, con armonía, cadencia y torería. Ocurrió todo despacio, para gozarlo, sin más aspiración que deleitarse del toreo como joya innata que tiene el sevillano.
Bonitas las chicuelinas y mejor todavía la media al sexto, lentitud extrema. Tuvo movilidad, pero no entrega el animal en la muleta, donde soltaba la cara mediado el muletazo. La faena de Aguado tuvo compostura y buenas maneras. Y una largura tremenda, que desdibujó los buenos comienzos. Tarde dividida entre los fogonazos de Roca y el sentido de Aguado.