El porqué de Aguado y el ¿sinfín? de Morante
Pablo corta un trofeo en la primera de San Miguel con una corrida a la que faltó casta y Manzanares se lleva el mejor toro
Creada:
Última actualización:
Morante de la Puebla volvía a Sevilla en la temporada de ir y venir. De no saber si está o no. Si le falla la muñeca o el alma. Morante se detuvo a la verónica mientras el toro huía, salía suelto, era el contrapunto de la imperfecta perfección de Morante. El de La Puebla regresaba a Sevilla, al epicentro de su propia historia. Aquí en Abril cortó un rabo entre la locura colectiva. Una de esas faenas que le trascenderá aun cuando las tabernas formen parte también de algo lejano. El toro, el primero de Sevilla, por San Miguel siguió huyendo, como si no quisiera ver la torería de Morante en esas chicuelinas tan arrebujadas, son como un estruendo que ocurre por dentro. Difíciles de explicar, pero son únicas. No se parecen a las de nadie. Con Morante hay siempre una súplica interna, íntima, que le dure el toro, porque entre que la suerte no suele estar de su parte y que los exige una barbaridad, a los animales les cuesta y a los amantes de lo bueno se nos antoja lo más parecido a la conjura de los necios. Nada y menos duró el de Matilla. La raza se le esfumó tanda y media y después y entonces quedó la desidia de lo que pudo ser y no fue.
Pablo Aguado nos resarció en el tercero. Le cundió el tiempo, la vida, las embestidas, las degustó, como si fueran el último aliento, el ultimo beso. A la verónica, gloriosa la media. Carencia pura en el quite por chicuelinas, tan despaciosas, tan bellas... Cuando parecía que estaba todo dispuesto hizo un quite a la verónica. El comienzo de faena al tercero fue de antología. Un robo a todos los tiempos de la mejor tauromaquia. Por trincheras, cadencia, personalidad y toreo con cláusula de permanencia. El toro y su nobleza tenían las embestidas contadas y a Pablo le brotaba el toreo inevitablemente. Pecó de hacer la faena cerrado en tablas, se acusó más la inexactitud del toro. A la faena le faltó la serie completa, pero la calidad de lo que ocurría por ahí eran joyas. Lo mató, se fue detrás de la espada, logró la fe, y paseó un trofeo. Nos quedábamos con ganas de más. Con ganas de todo. Quedaba explicado pues el porqué de Aguado.
Desrazado y tardo fue el cuarto, que había apretado a la cuadrilla. Morante quiso y no era fácil, y no hubo manera.
Manzanares pasó con ligereza en el caballo al segundo y se agradeció. El toro llegó con vibración, prontitud y repetición (solo le faltó para grandeza absoluta punto de humillación). Tenía mucho que torear. Era una maravilla. Josemari lo vio así desde el principio y cumplió en cuanto a la ligazón, sobre todo por el pitón diestro, sobre el que giró gran parte de la faena (a pesar de que el zurdo fue pitón bueno del toro). Faltó ajuste y profundidad en la labor, aunque ese calado lo fundió en los cambios de mano, tan suyos, y los pases de pecho. El quinto apuntó en la nobleza, pero sin acabar de empujar y a menos. De ahí que la faena de Manzanares no acabara de levantar pasiones. Al sexto le faltó raza y la faena de Pablo Aguado quedó decorosa y con armonía. Lo bueno había pasado ya. El capote de Morante con las medias arrancadas del toro sigue siendo un delirio, como el quite por chicuelinas de Pablo y ese deslumbrante prólogo de muleta. Ese toreo es eterno. El porqué de Aguado y el sinfín (sin suerte) de Morante. ¿Lo veremos el domingo?
Viernes 29 de septiembre de 2023. Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Primera de San Miguel. Lleno de "No hay billetes".
Tres toros de Hnos. García Jiménez, desrazado el primero, con repetición, vibración y prontitud el gran segundo, noble y justo de fondo el tercero, y otros tres de Olga Jiménez, desrazado y tardo el cuarto, noble y a menos el quinto; y descastado y a menos el sexto. Desiguales de presentación y remate.
Morante de la Puebla, de grana e hilo blanco: pinchazo hondo (silencio); y pinchazo y estocada (silencio).
José María Manzanares, de corinto y oro: pinchazo, estocada (saludos); y estocada (palmas).
Pablo Aguado, de azul y oro: estocada (oreja); y estocada corta (silencio).