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Fallas: Valencia que parecía Madrid o el Polo Norte

Daniel Luque corta un trofeo con una deslucida corrida de Juan Pedro Domecq
Fallas: Valencia que parecía Madrid o el Polo Norte
Luque, con el segundo de la tardeLitugo - Nautalia
Patricia Navarro

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Sin tiempo para casi respirar ni tomar asiento Sebastián Castella nos dejó sin oxígeno al irse con el primer toro a portagayola. Mérito. No tenía necesidad. Después las cosas no ayudaron. En la larga cambiada de salida sí, pero pasados esos trances del miedo y el desafío a los que solo unos pocos son capaces, el animal se paró, cuestionó todo lo que pasaba por delante de él y poco tuvo que hacer la muleta del francés más que optar por abreviar que por arriba hacía frío y estaba la tarde desapacible.
El cuarto tampoco le puso las cosas fáciles. Bronco y derrotón por el pitón derecho y embistiendo despacio por orientado por el otro el toro de Juampedro. Más allá del pase cambiado por la espalda la faena de Castella estuvo en un ¡ay!, pero era un esfuerzo que no trascendía y se hizo largo.
Los vuelos del capote de Daniel Luque tuvieron otro sabor cuando los echó al segundo y lanceó al toro hasta el mismo centro. Tuvo cosas buenas el Juampedro, que acusó estar metido entre las rayas del tercio. Bonito fue el comienzo de Luque, muy torero con belleza hasta en las imperfecciones, como la vida misma e interesante la faena en la que buscó el toreo fundamental en ese astado que colocaba la cara abajo y tenía franqueza. Después tiró de recursos, de circulares y de luquecinas para calentar a una plaza de mecha corta como es esta de Valencia. Ya sabemos. Y lo logró. Un pinchazo precedió a una buena estocada. Suficiente para pasear el trofeo.
Con las dos rodillas en tierra recibió a la verónica Luque al cuarto. Tan fácil… No lo era. Bonitas las medias. Después llegó al último tercio el toro sin fuerza y protestón y la faena era un intento de levantar el ánimo, que lo teníamos como la gélida tarde. Luque quiso igualar las informales arrancadas y por el izquierdo, además, tenía peligro, pero no logró un hilo conductor. (No había manera) y el descabello acabó de descuadrar la cosa.
Una larga cambiada en el tercio pegó Emilio de Justo. Luego se hizo un jaleo con el capote con ese tercero. Descolgó el toro al natural. Tenía mejor embroque que finales, De Justo lo vio e inició por ahí la faena sin acabar de redondear la cosa. Por el diestro era más basto el toro por lo que la frialdad de la tarde acabó por meterse por los poros.
Se esmeró Emilio de Justo con el capote a un toro que tuvo más movilidad y entrega (sexto). Es verdad que se desplomó y lo devolvieron (como castigo de lo anterior). El sobrero de la misma ganadería y terciado ponía el colofón cuando estábamos helados (y hartos). No sabemos si los ánimos se calentaron, se enfriaron o qué demonios ocurrió, pero la cosa se tornó desagradable. Una parte del público protestó mucho y de mala manera. Era tarde y hacía frío y había pasado poco y esta plaza, que es facilona donde las haya, se había apoderado por el espíritu de Madrid, pero sin sentido. De Justo brindó a El Soro y se recuperó la esencia de lo que ocurría. De rodillas se prodigó el torero y ligó la movilidad del toro después con tandas largas de medios muletazos. Lo mejor llegaría al natural hasta que la espada nos devoró por dentro y aquello parecía el Polo Norte. En todos los sentidos.

Ficha del festejo

Valencia. Octava de Fallas. Media entrada. Toros de Juan Pedro Domecq, el 6º sobrero. El 1º, parado y deslucido; 2º, franco, con entrega y punto parado; 3º, descuelga por el zurdo y basto por el derecho; 4º, derrotón; 5º, a la defensiva; y 6º bis, con movilidad y repetición.
Sebastián Castella, de grana y plata, dos pinchazos, estocada baja, aviso (silencio); y media, descabello, aviso (silencio).
Daniel Luque, de grana y oro, pinchazo, estocada (oreja); y casi entera, seis descabellos (silencio).
Emilio de Justo, de blanco y azabache, estocada (silencio); y dos pinchazos, estocada, aviso (silencio).