"Es peligroso asomarse al exterior": Jardiel, o el amor imposible ★★★☆☆
Sin ser, ni mucho menos, su mejor función, sí hay en la pieza un aroma inequívoco a la tierna melancolía que flota siempre en el ambiente de sus comedias
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Autor: Enrique Jardiel Poncela. Director: Pilar Massa. Intérpretes: Jacinto Bobo, Katia Borlado, César Camino, Raúl Fernández de Pablo, Daniel Freire, Elena González, Malena Gutiérrez, Paco Ochoa, Guillermo Manuel Ortega, Lucía Quintana, Cynthia Rosado, Guillermo de los Santos, Raquel Varela y Samuel Viyuela González. Teatro Español, Madrid. Hasta el 25 de febrero.
El Teatro Español brinda la posibilidad de disfrutar estos días de una obra de Jardiel Poncela tan poco representada como Es peligroso asomarse al exterior en un montaje de impecable producción con un elenco formado nada menos que por 14 intérpretes.
La obra, estrenada por primera vez en 1942, tiene como protagonista a Isabel, una mujer que, en solo unos meses, se ha enamorado sin proponérselo de tres miembros diferentes de una aristocrática familia: un padre viudo y sus dos hijos. Después de reconocer que, en efecto, se ha comprometido con los tres, porque de cada uno hay un aspecto de la personalidad que la ha cautivado, y dada la imposibilidad de seguir adelante con ese triple matrimonio tan descabellado, Isabel decidirá apartarse de ellos.
Sin ser, ni mucho menos, la mejor función de Jardiel, sí hay en Es peligroso asomarse al exterior, al menos, un aroma inequívoco a la tierna melancolía que flota siempre en el ambiente de sus comedias, y que se concreta en unos personajes que se dan de bruces con la realidad en su búsqueda del ideal amoroso. Y ese aroma está muy presente en esta propuesta de la directora Pilar Massa.
No obstante, el problema de la obra es que no tiene mucha acción y esta es muy previsible. Cierto es que hay momentos de ingeniosísimo humor, como es habitual en el teatro de Jardiel; pero es un texto menos surrealista que otros suyos y dura demasiado: cerca de dos horas y cuarto. En realidad, hay muchas escenas que se podían haber cortado sin compasión en beneficio del ritmo y nada en la trama ni en el tono se hubiera resentido. Ya en los primeros compases se echa en falta la tijera: hay una sucesión de escenas análogas al principio, articuladas como conversaciones telefónicas en las que los distintos enamorados describen a su amada y sus sentimientos, que, por más que tengan ocurrentes destellos de humor, se hacen larguísimas porque no hay más que relato en ellas, pero nada de acción.
Una de las dificultades que suele presentar hoy, por otra parte, el teatro de Jardiel es el de las interpretaciones, casi siempre deudoras de un tiempo muy concreto y de la manera de hacer que había en ese tiempo, en el cual todos los personajes se subrayaban hasta la caricatura con intención de potenciar la comicidad (pasa igual con el teatro de Mihura, López Rubio, Neville, etc.), equiparando de forma simplista lo surrealista con lo ridículo. En este sentido, cabe destacar sobre todo el trabajo que hacen, en papeles muy protagónicos, Lucía Quintana y Elena González para apartarse del cliché y dar verdadera dimensión humana a sus personajes. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las hermanas Mendiguchía y sus pretendientes que, no se sabe muy bien por qué, están leídos e interpretados en ese otro código más estereotipado y tontorrón al que antes me refería. En el amplio reparto, cabe destacar también a algunos actores que se manejan muy bien en este tipo de funciones y resuelven con destreza la papeleta que les toca, como es el caso de Paco Ochoa, César Camino o Raúl Fernández.
- Lo mejor: El diseño de la producción huye de lo casposo y hace que todo luzca estéticamente de principio a fin.
- Lo peor: La función se hace demasiado larga y algunos personajes están innecesariamente estereotipados.