Phyllida Barlow, una artista de pesos ligeros
El Museo Chillida Leku acoge 34 obras de la escultora británica, fallecida en marzo, en la primera exposición que se le dedica en España
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«Antimonumental», «antimateria» o «antiescultura» son términos que pueden fácilmente aplicarse a la obra de Phyllida Barlow. La escultora británica iba a ser la primera artista viva que iba a exponer en el museo Chillida Leku, pero su repentino fallecimiento en el mes de marzo ha convertido este proyecto en un imprevisto homenaje y a la vez en un recorrido póstumo por un trabajo singular y de fuertes acentos propios que, a pesar del prestigio del que disfruta hoy, alcanzó un reconocimiento tardío, cuando ella ya frisaba los 60 años de edad.
Durante la mayor parte de su vida, Phyllida Barlow trabajó como profesora en la universidad y, como recuerda Estela Solana, comisaria de esta muestra, conservaba una mirada muy particular sobre la creación. Para ella era, sobre todo, «un ejercicio íntimo, personal» y, también, habría que subrayar que de una tremenda identidad. Esta creadora, que rechazaba bautizar a sus piezas con un nombre -en todas las cartelas de la exposición se lee «sin título», aunque después se proceda a incluir una descripción-, siempre jugaba con los espacios y las referencias espaciales aplicando siempre una enorme originalidad.
Compartía con Eduardo Chillida, con el que dialoga en este recorrido, preocupaciones como «la gravedad, la materialidad y la masa», algo que puede observarse en algunas de las obras que se exponen, como la que presentó en la Bienal de Venecia de 2017, un conjunto de láminas de madera, aquí adecuado al piso donde se exhibe, que simula aguantar y sostener unos inmensos bloques de cemento, que, a pesar de las cuerdas y de las poleas que incluye el montaje, en realidad, no son de un carácter pesado, sino más bien todo lo contrario, ligero. Un simulacro, quizá un trampantojo para nuestra engañada mirada, que supone una justa contrapartida con las inmensas figuras de hierro y piedra de Chillida.
Una de las características de Phyllida Barlow era su propensión a tomar la medida real de los edificios y los espacios a través de la referencia inevitable que suponía la inclusión de una pieza escultórica. Bien al ubicarse en el exterior, como sucede con dos de las propuestas que se han incluido en este recorrido, o bien en el interior, sus obras introducen una perspectiva nueva que ayuda al visitante a tomar conciencia de la verdadera dimensión de lo que es la altura.
Aunque si existe un punto novedoso que merece resaltarse en Phyllida Barlow, que antes de morir quiso diseñar una pieza única y exclusiva para esta exposición, aunque quedó sin terminar, es la concepción de la escultura como un medio que nace y renace sin cesar. «La noción de construcción, destrucción y reconstrucción como parte de un ciclo natural del paso del tiempo era una gran inquietud para ella», comenta Estela Solana.
Este montaje, que también incluye un puñado de pinturas realizadas por la artista, un total de dieciocho, conserva dos ejemplos muy claros a este respecto. La primera es una torre de siete metros dividida en cinco secciones que se queda a apenas veinte centímetros del techo. Una estructura de acero rematada con borlas de tela barnizadas con cemento que deben repasarse y completarse cada vez que se traslada la obra, lo que ofrece a su impronta un aspecto inacabado, siempre pendiente de la apariencia que le dejará en cada ocasión el último remate. De hecho, ella misma reconoció en entrevistas que «no tengo una conclusión para las esculturas. Eso es algo que hace la obra» durante su desarrollo. Estela Solana remarca otro aspecto y sostiene que en Barlow tiene una suma relevancia «la temporalidad, la fragilidad o los materiales ordinarios y su interrelación con el espacio».
Quizá este interés por lo que no está terminado, o lo que está siempre rehaciéndose, es lo que subyace en la escultura «untitled: modernsculpture», realizada en 2022. Esta obra se basa, o toma como principio para su realización, un monumento que ella mismo vio durante una visita a Kiev en 2012 y que, debido a contienda actual que mantienen Ucrania y Rusia, ha sido dañada. Esto entronca, a su vez, con otras de las curiosidades que movían su espíritu artístico.
Phyllida Barlow, que juega con lo bruto y con lo delicado, con materiales de construcción como el cemento, pero inscritos en composiciones de aires de clara fragilidad, sintió desde sus inicios una propensión innata hacia los paisajes devastados, los terrenos baldíos, todos esos horizontes urbanos o fuera de las urbes hechos de derrumbes, bosques de hierros, bloques de hormigón y escombros que alimentaban su imaginación y que después traduciría de alguna manera a sus esculturas. De hecho, Barlow reconoció en varias entrevistas que su padre solía llevarla a visitar las secuelas que dejaron los bombardeos sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Esto mismo le empujó a interesarse por las ruinas de las Torres Gemelas en Nueva York después del ataque del 11 de septiembre y a observar cómo se modificaba constantemente, gracias a su incesante ampliación y las construcciones metropolitanas, el Skyland de Londres. Un borde siempre inacabado, también, a lo mejor, una metáfora de sus esculturas siempre pendientes de un ulterior acabado.