"Oceana": todos los mares están en Bilbao
La muestra organizada por BBVA y comisariada por Alicia Chillida, rinde homenaje al mar, gran fuente de inspiración para los artistas a lo largo de los siglos
Se ahoga el cielo en la grisura de un mar de nubes desdibujado mientras esperamos en la puerta del imponente Palacio de San Nicolás de Bilbao. El motivo tiene la forma de agua y la razón de las mareas: y es que dentro de este edificio de estilo afrancesado recubierto con el típico remate en mansarda de pizarra ubicado en pleno corazón del casco viejo de la ciudad, dialogan obras arte, pinturas, objetos e incluso alguna instalación, con el mar como protagonista.
Todas estas manifestaciones de belleza salada, de poesía visual manifiestamente líquida, forman parte de la extensísima y valiosa Colección del BBVA (hasta un total de 9.000 obras integran en la actualidad el patrimonio artístico de sus fondos abarcando en términos temáticos una horquilla temporal que data del siglo XV hasta nuestros días y que incluye creaciones de nombres como los de Goya, Carreño de Miranda, Pantoja de la Cruz, Sorolla, Zuloaga, Miró, Dalí, Tapies, Eduardo y Gonzalo Chillida o Canogar entre otros muchos) y se ramifican por el patio central de la que también es sede social del banco bajo el nombre de «Oceana», título que se apoya en un hermoso y sugestivo poema de Neruda.
La muestra, que podrá disfrutarse de manera gratuita en la ciudad vasca hasta el 17 de septiembre y pretende exponerse en otros lugares de la geografía española aún sin concretar, propone el establecimiento de una cronología lineal por las alegóricas representaciones del mar como vehículo de sueños y travesías, como mapa cartografiado de los descubrimientos, como escenario histórico de batallas, disputas comerciales y singladuras, pero también como vía de conocimiento, metáfora vital y escenario de uno de los fenómenos por excelencia de la modernidad relacionado de forma directa con el turismo de masas.
De las 46 obras expuestas que conforman este espejo confrontado de olas, movimientos y límites naturales de las capacidades humanas, tan solo cinco pertenecen a donaciones de otros particulares o instituciones, favoreciendo ese efecto amalgamado y al mismo tiempo orgánico –pese a la disparidad del origen– que la comisaria de la muestra, la historiadora del arte Alicia Chillida, sintetiza con la siguiente reflexión durante el transcurso de la rueda de Prensa: «cuando una obra de arte se crea, todas las demás se estremecen».
La agitación atmosférica de la «Vista II de la batalla naval de Pernambuco» pintada por Juan de la Corte en el siglo XV; la mirada errática de los hombres que moldearon el agua con la trayectoria del sudor de su frente proyectada en el retrato de Valentín de Zubiaurre en la obra «Lobo de mar»; el astillero estilísticamente panfletario de un simbólico representante de la clase trabajadora como Agustín Ibarrola o las mujeres del «Puerto vasco» pintado por Anselmo de Guezala y Guinea, conviven temporalmente con los tesoros pictóricos y playeros de algunos miembros del Grupo de Cuenca (entre los que sobresalen un Zóbel de la playa de Conil, las arenas de Gonzalo Chillida o los peces localistas y excesivos de César Manrique) y la contemporaneidad de Dis Berlin o los «Témpanos de luz» de Mireya Masó y su poética medición del tiempo a través del movimiento de los glaciares de la Antártida para recordarnos la importancia globalista de las caderas de las islas, las conchas de los arrecifes y la espuma peregrina donde nacieron los versos del poeta, pero desembocaron todas nuestras crisis ecológicas.