Medio siglo del mito llamado Springsteen: "Asbury Park" cumple 50 años
El álbum de debut del Boss, un extraordinario fracaso comercial en su día, cumple 50 años
La historia de la música está repleta de álbumes de debut absolutamente icónicos: el primero de Ramones, de la Velvet, los Clash, los Doors, los Beatles, Jimi Hendrix, los Byrds, Jackson Browne, Patti Smith, The Band, Led Zeppelin, Stevie Ray Vaughan… Pero entre ellos no está el debut de Bruce Springsteen, “Greetings from Asbury Park,”, del que ahora se cumplen 50 años. Fue un absoluto fracaso comercial y puso en aprietos a John Hammond, el mítico cazatalentos de CBS que antes descubrió a Bob Dylan, Billie Holiday o Aretha Franklin, y quien también apostó por un tipo peculiar con pinta de hípster, enorme apetito, singular carisma y, por supuesto, un talento de primera. Hoy ese álbum es leyenda porque significó el comienzo del mito.
¿De dónde venía Springsteen? De la nada, casi literalmente. Había crecido en Asbury Park, New Jersey, un sitio deprimente y sin expectativas, pero el típico lugar que forja un carácter a poco que se tenga un espíritu que mezcle ensoñación con ambición. Justo lo que tenía este muchacho que portaba con orgullo ese viejo y tópico eslogan de “la música salvó mi vida”. Las canciones eran su religión, la forma del combatir el odio y el desafecto con el que se había criado en casa. El escenario era su pasión, el lugar donde se sentía dios. Y en clubes con olor a orín comenzó a forjar su leyenda. Quienes le veían por primera vez, antes siquiera de grabar sus primeras canciones, asistían ya a espectáculos salvajes, auténticamente tribales, con un tipo desatado en escena. Algo realmente único. Solo faltaba grabarlo.
Fue el 2 de mayo de 1972 cuando Springsteen y su manager, Mike Appel, llegaron a la sede de Columbia Records en la ciudad de Nueva York para una audición con el legendario John Hammond. “Acababa de terminar de leer la biografía de Dylan (‘Bob Dylan: A Biography’, de Anthony Scaduto, 1971) y ahora me encuentro sentado en la oficina de Hammond con mi guitarra destartalada y como si todo lo que había estado leyendo estuviera a punto de pasarme a mí”, le dijo a “Rolling Stone” en 1973. Pero se las arregló para mantener la calma y tocó "It's Hard to Be a Saint in the City", una canción arrogante (y desatada en su versión de banda) repleta de apasionadas imágenes urbanas. “Cuando terminé miré hacia arriba. Esa sonrisa todavía estaba allí y le escuché decir: 'Tienes que estar en Columbia Records'. Una canción, eso es lo que se necesitó”, añadiría el artista sobre la reacción de Hammond. Lo que sucede es que el cazatalentos pensaba que había fichado a un cantautor acústico, a ese “nuevo Dylan” tan buscado durante los primeros 70. Y no.
“Quería ser una voz que reflejara la experiencia y el mundo en el que vivía. Así que supe en 1972 que para hacer esto tendría que escribir muy bien y de forma más individual que nunca antes… Por primera vez en mi vida dejé de tocar con una banda y me concentré en escribir canciones. Por la noche, en mi habitación con mi guitarra y un viejo piano Aeolian en la parte trasera del salón de belleza, comencé a escribir la música que conformaría Greetings from Asbury Park”, narraría posteriormente Springsteen. Pero en su mente no estaba grabar un disco acústico, sino un álbum de banda. Finalmente se llegaría a un acuerdo por el que el artista tendría que transigir parcialmente: sería un disco que mezclaría canción de autor al uso y rock and roll. En nada se comprobaría que Springsteen tenía razón: las mejores piezas, con diferencia, serían las de banda.
Grabado con un presupuesto reducido en el 914 Sound Studios en Blauvelt, Nueva York, y en compañía de un grupo formidable (incluyendo miembros sempiternos de la E-Street Band clásica como el saxofonista Clarence Cleamons o el bajista Garry Tallent), Springsteen llegó con un buen número de canciones y, por descontado, también de confusión. Por supuesto, su mayor influencia era Dylan, de quien tomaría la expresividad de su voz y buena parte de su narrativa. Para lo bueno y para lo malo. Porque esas primeras canciones abundan en imágenes muchas veces indigestas (“El ángel viaja con sus hijos jorobados / Veneno rezumando de su motor /Empuñando el amor como un arma mortal / En su camino hacia el paraíso en llamas”, canta en “The Angel”), pero también aparecen suficientes exponentes para atisbar que ni mucho menos todo era impostado. Por ejemplo, “Me escondí en la oscura ira de la multitud / Pero cuando me dijeron ‘siéntate’ / Yo me levanté… creciendo”, como canta en “Growin’ Up”.
Ninguna de las canciones contenidas en “Greetings from Asbury Park” se pueden considerar clásicas. De hecho, es un disco cuyas composiciones apenas ha tocado en directo generalmente, y mucho menos durante este siglo. Pero sí se puede decir que hay suficientes títulos como para justificar la magnitud del trabajo. “Spirit in the Night" es uno de ellos, una pieza de vibrante soul, un género que ayudaría a definir mejor su posterior estilo. “For You” era la prueba de cómo asimilar de la forma correcta la influencia de Dylan, mientras “Saint in the city” era auténtico rock and roll de garaje que encontraría en sus directos el vehículo perfecto para desatar pasiones. Un tema que fascinaría al propio David Bowie. Pero si había una canción que permitía intuir qué sería el posterior Springsteen, esa era “Growin’ Up”. Aquí ya aparecían varios de sus signos distintivos en todos los órdenes: un piano maravilloso que marcaba la línea melódica de la canción, crescendos y apagados, ritmo volcánico, una voz más personal y una historia de rebeldía que tan bien le iría para forjar su personaje proletario.
Harto de más concesiones, Springsteen sacó su lado más rebelde en un aspecto poco conocido, pero muy notable. Columbia quería promocionar a Springsteen como un artista de la ciudad de Nueva York y esa sería una de las razones por las que el músico llamó al álbum “Greetings from Asbury Park, N.J.”. Columbia Records invirtió casi más dinero en la promoción del álbum que en la grabación, pero lo cierto es que el disco, como suele suceder, tuvo más éxito de crítica que de público. Apenas vendió y Springsteen se mantendría durante un par de años más como un músico más o menos marginal, como uno más. Hasta “Born to run”, de 1975, su explosión comercial definitiva. La exageración con la que se promocionó “Greetings” jugó en su contra. Apenas vendería 25.000 copias a su salida y ni siquiera entraría en las listas de Billboard hasta el verano de 1975. La capacidad de arrastre de “Born to run” impulsaría tanto las ventas de su primer trabajo como las del posterior, “The Wild, the Innocent y E Street Shuffle”. “Greetings” lograría la certificación de oro en noviembre de 1978 y alcanzaría el multiplatino en abril de 1992. La “marca Springsteen” y todo lo que conlleva.
Aquel, el de 1973, era un Springsteen con pelo largo, gorra, barba, zapatillas, arrebato, riesgo y pasión que se dejaba la piel en clubs infectos en los que cada noche mostraba que la música tenía un valor especial, casi redentor. Hoy, 50 años después, todo ha cambiado. Suele ser normal. Springsteen es ahora un tipo de cara estirada que nada en las aguas próximas al mainstream, que da a la gente, a quienes le han convertido en estrella, todo lo que quiere: clichés, grandes éxitos y simple y sana diversión. Cinco décadas son demasiadas en la vida y mucho más en artes como la música, tan traidora a la hora de señalar todos los cambios vitales experimentados. Suficientes para hacer de “Greetings from Asbury Park”, incluso con sus variadas imperfecciones, un álbum añorado.
Bruce Springsteen comenzó ya su gira mundial que le tendrá en la carretera durante todo el año y que promete más o menos lo de siempre: conciertos masivos en grandes estadios, una sucesión de hits y sitio ocasional para contadas piezas menos sobadas de su repertorio. Conciertos con muy poco riesgo y sí un buen número de clichés ya muy sobados. Eso sí, cada show tendrá momentos fantásticos, cómo no. Los setlists más recientes han contado con piezas de “Nebraska” y con recuperaciones sorprendentes como “Growin’ Up”, “Rosalita” y más en algunos shows. Eso sí, verlo de cerca no será nada barato: en la gira americana hay entradas que se venden por más de 500 dólares.