Kanye West, el bocazas «nazi» golpea de nuevo
El rapero pierde a su agencia de representación y es demandado por trato denigrante a una empleada de origen judío
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Ser nazi no es bueno, Kanye, no está bien. Además, como broma ya está hecha: en 1981, Jaime Urrutia proclamó desde un escenario: «Somos Gabinete Caligari y somos fascistas». No hizo mucha gracia y todavía él mismo se arrepiente de aquella bobada. Así que, después de lo que hemos vivido en los últimos cien años, es mejor no decir más tonterías. Los nazis y sus ideas son criminales y muy poco inteligentes, Kanye. Pero, como con casi todo lo que sucede con el rapero, hay que remontarse un poco en el tiempo. Ye, como se hace llamar ahora, estalló el pasado fin de semana en un nuevo arrebato de fraseología en redes. El cantante había recibido reproches por la indumentaria (o más bien la ausencia de ella) de su mujer, Blanca Censori, en la entrega de los Premios Grammy y respondió con una delirante sucesión de diatribas contra los fantasmas «woke» que él sentía que le exigían cuentas. Muchos le recriminaban el conocido carácter controlador de la estrella de la música. Se entregó a tal escalada verbal que terminó por autoproclamarse nazi en oposición a la turba de izquierdas posmoderna que sentía que le estaba arrinconando. Entre otras opiniones, defendió a Sean Diddy Combs, investigado por tráfico sexual y conspiración (y tenido bajo custodia), y aseguró que, por supuesto, él «domina» a su mujer y dicta su vestimenta. El odio se apoderó del teclado del músico, diagnosticado con un trastorno bipolar, y sus invectivas (escritas en mayúsculas) se dirigieron contra judíos, blancos opresores y el mundo en general. Ahora acabamos de saber que no era sólo un cortocircuito en redes. Al día siguiente fue a sus oficinas a trabajar y allí acorraló a una empleada de su empresa, de origen judío, ante la que se presentó como nazi, se autodenominó Hitler y la llamó «fea de cojones» y «zorra». Cuando esta empleada fue a protestar por ese comportamiento, la despidieron. La mujer ha presentado una demanda contra el cantante por discriminación y por crear un ambiente de trabajo hostil. Pero el rapero siguió con la fiebre. Ese mismo día, la tienda de moda Yeezy fue cerrada por la plataforma de comercio electrónico Shopify después de denunciar que había roto las normas de uso. Kanye retiró todos los productos a la venta y dejó solo uno disponible, el modelo HH (acrónimo de Heil Hitler) a 19 euros: una camiseta con una esvástica. Se ve que nadie le vio la gracia a la broma.
No es el único problema del músico. Su agencia de representación, 33 & West, ha roto relaciones con el autor de «Vultures», tal y como ha publicado en Instagram su responsable, Daniel McCartney. «Con efecto inmediato, dejo de representar a Ye debido a sus afirmaciones dañinas y llenas de odio que ni yo ni esta agencia apoyamos». No es la primera vez que esto mismo sucede casi en idénticos términos: en 2022, otra oleada de antisemitismo le costó el contrato con CAA, uno de los gigantes del sector. El bocazas ataca de nuevo, que dirían los Smiths. La cuenta de X del cantante sigue desactivada. Lo malo de esta historia es que, al contrario que pasó con Gabinete Caligari, es posible que Kanye no lo dijera como una broma.