Manuel Vilas: «Cuando tu libro no gusta te quieres suicidar, se te pudre el corazón»
El autor publica «El mejor libro del mundo», una reflexión sincera y «salvaje» sobre lo dulce y amargo de la literatura
Madrid Creada:
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Manuel Vilas ha ido cultivando una obra de corte biográfico que permea casi todos sus libros. Con un agudizado sentido de la nostalgia, ha ido dando cuenta de pasos extraviados, su adicción irrenunciable a la escritura y cierta propensión a la melancolía, aunque de enrabietado calafateado. Una sinceridad que vuelve a asomar en «El mejor libro del mundo» (Destino), su nueva propuesta. Un texto híbrido, entre la novela y lo biográfico, que es una honesta reflexión sobre el mundo de la literatura, el éxito y la vanidad, las estériles pugnas de envidia y el papel segundón de las letras españolas hoy. «Le sucede a nuestra literatura, a la italiana, a la alemana y a todas frente a la literatura inglesa. Todos somos literaturas tratando de salir hacia adelante. El mundo ha elegido una lengua y es el inglés. Ha elegido una cultura y es la anglosajona, por EE UU. Este es un imperio económico y armamentístico y cultural. Nos han colonizado culturalmente. El imaginario colectivo de un europeo pasa por libros y películas americanas. Cuando hago promoción fuera de España, habla de Cervantes y Lorca. Los demás escritores no facturan, aunque sean grandes. Pero la situación política y económica de un país determina su cultura. Nosotros tenemos a Cervantes que homologa la lengua española como una lengua de cultura en Europa.
Define la españolidad como «matar al vecino».
Lo comenta el personaje al contemplar nuestra historia desde un plano metafísico. La Guerra Civil española, desde un punto de vista filosófico fue innecesaria. Los muertos de ETA fueron innecesarios. Esta obsesión española por no ver lo innecesario en tantos asuntos es algo que nos conduce al subdesarrollo. No es necesario matarse entre nosotros. Existen otros caminos. Era innecesario que en 19 36 se mataran los españoles.
"Cervantes todavía nos da de comer hoy"Manuel Vilas
Dice: «La literatura no puede ser comunista»
El comunismo es una utopía. Sabemos que ha generado miseria y, sin embargo, persistimos en ella. Elegimos la utopía y no la realidad; el comunismo en lugar de una economía de mercado imperfecta y con injusticias, pero que es mejor que la utopía irrealizable del comunismo. Me parece asombroso que elijamos una utopía con su miseria y su muerte y desdeñemos una realidad que, a pesar de todo, nos da de comer.
La literatura tiene que dar de comer, como Cervantes, que da nombre a instituciones y da trabajo. Es lo que comenta.
Es cierto. Hoy Cervantes nos da de comer. Eso está basado en mi experiencia en EE UU. Todas sus universidades tienen departamentos de español. Cervantes está allí porque prestigia nuestra lengua. Todo escritor europeo occidental ha leído a Cervantes y lo ha influido. Auster hizo una lista de los diez mejores escritores y el primero era Cervantes. Todo esto significa que el autor de «El Quijote» nos da de comer, paga los factores de los hijos de los profesores de español y eso permite que puedan comprar un piso. Este tipo de posteridad es útil y es lo que yo quería señalar. Ya me gustaría que, gracias a mí, dentro de 200 años, la gente pudiera comer y ganarse la vida. Sin Cervantes, un escritor español, en los escenarios internacionales, sería invisible. No sabemos bien lo que le debemos. Prácticamente todo. Es el escritor universal más grande de la literatura y tenemos la suerte de que fuera español. Si se traducen hoy nuestros libros es por Cervantes.
"Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz tendrían que producir dinero. La mística debería dar dinero"Manuel Vilas
¿El capitalismo ha impregnado la literatura?
Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz tendrían que producir dinero. La mística debería dar dinero. Todo es capitalismo. Ver solo lo negativo del capitalismo es una elección. La gente solo quiere ver la parte trágica, la injusticia, pobreza, la depredación, que es cierta, pero también está la ganancia de veinte euros que te permite comprar un libro o una entrada para el teatro.
Ha cumplido 60 años. Por eso escribe este libro.
Tengo una crisis de carácter matemático. Esa edad supuso la certeza de que tenía más vida vivida que vida por delante. Hice balance y me convencí de que tenía que escribir un libro sin filtros. Cuando un ser humano cumple años, puede decir aquello que no se dice. Pensé que era el momento de escribir con el corazón abierto. Por eso me da miedo, porque es salvaje y no sé cómo lo van a leer.
"Este libro solo lo podía escribir en un país con democracia profunda, nunca en Rusia o en China"Manuel Vilas
¿Salvaje?
En la vida pública tiene que haber la lógica de la hipocresía para evitar matarnos. Las cordialidades fingidas. Los pactos son importantes, pero necesitamos espacios sin filtros y eso es el cine, el arte, las películas, los libros. Pero, para no tener filtro en la novela debes vivir en un país civilizado. Este libro no la podría haber escrito en Rusia o en China. Solo se puede escribir en un país con una democracia profunda. Solo la UE y los países occidentales permiten que los escritores y cineastas hablen sin filtro. Como lector, quiero novelas sin convencionalismos.
¿El éxito mata?
Sí, puede matar, y crea adicción. Los escritores que tienen éxito son unos yonquis del éxito. Todos vivimos para el éxito en mayor o menor medida, porque necesitamos algo de reconocimiento. Un escritor que ha tenido éxito quiere tener luego más éxito con el siguiente libro. Sucede igual con un cineasta, un pintor, un político. Es un movimiento de la historia. Está en su corazón. El éxito funda esta civilización.
"Kafka, Cervantes y Dante han salvado su inmortalidad por una palabra: lo kafkiano, lo dantesco, lo cervantino. Ahí está la inmortalidad"Manuel Vilas
¿Y te deja solo?
El éxito te deja solo. Es cierto. Me gusta la gente que se alegra cuando te va bien. ¿Sabes por qué me he vuelto adicto a los premios? Por los WhatsApp que te mandan las personas que viven con alegría lo que te sucede. Eso hace que creas en los demás. Cuando gané el Nadal, todo el rato me entraban mensajes y para mí eran más importantes que el premio mismo. García Márquez decía que escribía para que le quisieran. No es una simpleza. Cuando un lector dice que le ha gustado tu libro, alcanzas la plenitud.
¿Y cuando no sucede eso?
Te quieres suicidar. Ahí nace la vulnerabilidad del escritor: la dependencia absoluta de sus lectores. Soy rehén de mis lectores. Si gustan mis novelas, soy feliz, y si no, el dolor es insoportable y te pudre el corazón. Esto no te lo dirán los escritores, pero si tus libros no gustan, se pudre el corazón. Hay escritores a los que no les ha ido bien y se escudan en reseñas buenas, pero todo eso son excusas para no aceptar que tu novela no ha entusiasmado a los lectores.
¿La vanidad?
No es atractiva para mí. El éxito literario lo tuve de mayor, por eso no me creo nada. Es innecesaria. Es un error de la inteligencia.
¿Teme defraudar?
Fallar a un lector es el horror. Lo peor que le puede suceder a un autor. Sacas una novela y no gusta. Es un fracaso tuyo. Sufro con eso. Lo paso mal. Aunque yo no sé escribir pensando en mis lectores como hacen otros, porque la literatura a mí me viene de una pulsión atávica y primitiva que es el servicio a la vida. Lo que, en realidad, me amarga a tope es no haber vivido la vida que me ha tocado vivir.
No cree en la inmortalidad de la literatura.
Los triunfos de la literatura son escasos. Los hay. Están en las palabras: kafkiano, dantesco, cervantino... son las palabras de tres triunfos. Serán pocos los autores que lo consigan, pero, aunque no lo vayas a conseguir, es tan maravilloso cuando un autor lo consigue... Toda la literatura sale beneficiada de eso. Cervantes se ha traducido a todas las lenguas. Ahora lo leen en las Antípodas. Es maravilloso. Eso me gusta, no la posterioridad, sino la victoria de una vocación, de una dedicación, de un arte, que es la literatura. Son triunfos del espíritu humano. Kafka, Cervantes y Dante han salvado su inmortalidad por una palabra: lo kafkiano, lo dantesco, lo cervantino. Ahí está la inmortalidad.