El "Lobo feroz" que asustó a Quentin Tarantino
Adriana Ugarte, Rubén Ochandiano y Javier Gutiérrez protagonizan la adaptación española de un thriller israelí
Hace ya diez años, Tarantino sorprendió a la industria cuando, en su clásico ranking de mejores películas del año, situó en todo lo alto a la israelí «Big Bad Wolves» (2013). El filme, que en España no se vió hasta medio año más tarde, se enredaba en un clásico del género para intentar subvertir los tópicos de invasión y venganza de obras cumbre como «La última casa a la izquierda» o «Hard Candy». Ahora, en «Lobo feroz» y de la mano del español Gustavo Hernández –mucho más valorado al otro lado del charco, donde acaba de rodar «Virus 32» para la plataforma de terror Shudder–, nos llega la versión cañí de la historia, con protagonista femenina (ahombrada Adriana Ugarte) y contrapartes policiales mucho más carismáticas (Javier Gutiérrez y Juana Acosta).
«Se trata de una película que, ante todo, es arriesgada», explica Gutiérrez a LA RAZÓN sobre un filme que se vuelve más interesante cuando se atreve a derrapar en su moralidad, cuando nos enfrenta a ese: «Y usted, ¿qué haría?». Y sigue: «No había visto la película original hasta que me llegó el guion. Nuestra versión es diferente, mucho más luminosa y cañí, claro. Y luego está la diferencia principal, el protagonismo de una mujer, de una madre como el personaje de Adriana Ugarte, en este caso. Perder a un hijo, siendo madre, yo creo que es distinto. El dolor puede llegar a ser el mismo, y te lo digo como padre de dos hijos, pero la conexión es hasta más física», opina el actor.
«Lobo feroz», contenida en su metraje y milimétrica en sus trampas, nos pone tras la pista de un asesino que decapita niñas. El principal sospechoso –un Rubén Ochandiano zambullido de lleno, últimamente, en la depravación de sus personajes– es hostigado por el personaje de Gutiérrez, justo hasta que el de Ugarte, madre biológica de una de las niñas asesinadas, decide tomarse la justicia por su mano. A partir de ahí, un desfile de violencia física, verbal y hasta cómica, por el que se dejan ver secundarios de lujo como Antonio Dechent o Fernando Tejero: «La película se mueve de un lado a otro, de un género a otro, desde el ‘‘gore’’ al terror, pasando por el thriller y hasta la comedia. Y eso es lo que emparenta esta historia con el universo de Tarantino, ese humor negro que luego es reflexión. ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar?», se pregunta Gutiérrez, que estos días interpreta también, en el teatro, al Paco «El bajo» de «Los santos inocentes».
«Creo que, en cuanto a crímenes y sucesos, los medios de este país han tomado una deriva amarillista. Cuando hay un asesinato, una violación o hechos truculentos como los de la película, necesitamos rápidamente un culpable antes que un contexto», se queja el intérprete, que aquí vibra en la misma frecuencia que su personaje de «La isla mínima», un policía para el que no existen códigos: «No hay una sola línea que no esté dispuesto a cruzar. Y esa seguridad, esa manera de hacer las cosas, provoca que al verse ante la duda de si tiene o no al asesino delante se tambalee todo su sistema de valores», completa un Gutiérrez nominado este año al Goya por «Modelo 77».