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Ildefonso Falcones: «En España se siguen sufriendo las consecuencias de la esclavitud colonial»

En su nuevo libro, «Esclava de la libertad», narra las luchas de dos mujeres: en la Cuba colonial y en el Madrid del siglo XXI
JOAN TOMAS

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Ildefonso Falcones es un escritor de justicia. Sus obras, desde «La catedral del mar» hasta la que ahora publica, «Esclava de la libertad» (Grijalbo), suelen estar hilvanadas con un llamamiento hacia la erradicación de injusticias y discriminaciones de minorías como el racismo o el machismo. Su nuevo libro se multiplica como ejemplo de ello: ubica a dos mujeres negras en dos épocas distintas. Por un lado, Kaweka, que vive en la Cuba del siglo XIX, en la época esclavista colonial, y que lidera una lucha por la libertad contra sus opresores. Luego, está Lita, una joven mulata que vive en Madrid en pleno siglo XXI. La esclavitud en su mundo no existe, pero sí su búsqueda en favor de dignidad y justicia.
¿Podemos ser esclavos de la libertad?
El título del libro es un oxímoron, es metafórico, pero sí define bien la vida de las dos protagonistas. Sobre todo, de la que vive en Cuba, porque se hace esclava del ansia de libertad. Ya no de su libertad personal, sino de la de todos los esclavos, de la abolición de la esclavitud, que es por lo que lucha durante toda su vida.
¿Por qué ha rescatado el pasado colonial español?
Como todas mis novelas, es una de pasiones, de amor, sexo, violencia, cariño, venganzas... Tiene todos los ingredientes para captar la atención del lector y mantener su interés. La encaré en un escenario tan determinado como es la esclavitud en esa época en Cuba, porque cuando hablamos de la esclavitud, siempre nos trasladamos al medioevo, a épocas muy lejanas. A ver, España fue el último país que abolió la esclavitud en parte de su territorio, como era Puerto Rico o Cuba. Mi abuela, una persona con la que yo he tratado, fue coetánea de esa época. Por lo tanto, es algo que está cerca, y eso me impactó. Es un tema poco estudiado.
¿Cómo cree que se le trata social y políticamente a esa época?
Tendría varias circunstancias en cuenta. En primer lugar, siempre es importante que, como españoles, nos sintamos orgullosos del trabajo que hacemos como país frente a la gente que llega buscando mayores oportunidades, una vida más decente, respecto a otros lugares remotos y pobres. A partir de ahí, se siguen sufriendo las consecuencias de la esclavitud. Sigue habiendo estereotipos tremendos, existen unas tendencias que no tienen ningún reparo en sustentarse en racismos o xenofobias. Es un proceso involutivo preocupante. Eso lo deberíamos pelear.
¿Esos estereotipos se ven todavía reflejados en líderes o instituciones que son influyentes?
Ese ha sido siempre el recurso de populistas y dictadores, el de buscar un culpable. Si volvemos a buscarlos en los descendientes de quienes explotamos, hay que estudiarlo y ver cómo lo podemos solventar.
¿A qué documentación ha acudido para este libro?
Hay mucha documentación, y muy contraria. Los libros de los españoles del siglo XIX son apologéticos, nos convierten en los salvadores de la raza negra, a los negros se les consideraba inferiores, incluso animales. Después, hay otra bibliografía, con estudios recientes, que dejan de lado esas concepciones absurdas y humillantes, y que tienen un estudio de la esclavitud profundo y sólido. Te puedes encontrar con estereotipos de los negros, que también hemos visto en el cine o en las novelas: indolentes, perezosos, que no quieren trabajar. No, son personas como nosotros, se les sobrexplotaba hasta la extenuación, hasta que sufrieron lo que hoy se llama cansancio crónico. Hay bibliografía que hay que tomársela con las reservas oportunas.
¿Cómo ha elaborado los personajes de esta obra sin caer en la caricatura, en el estereotipo?
Me negué a utilizar lo que se llama lenguaje bozal, que utilizaban los negros para comunicarse con los blancos y otras etnias. Era una deformación del español, y podía llegar a ser incomprensible. Entendí que era caricaturesco utilizarlo, que esas personas habían sufrido demasiado como para mostrarlas utilizando frases estúpidas. Con la religión, que es uno de los puntos importantes del libro, también he intentado tener respeto.
Debe haber superado algún reto con la elaboración y escritura de esta historia.
Principalmente, el reto ha sido personal. Tengo una enfermedad y confío en vencerla, pero nunca se sabe. Escribir un libro es un proceso muy largo, y más en mi mecánica de trabajo, que son tres años. Hay veces que un pesimismo te lleva a pensar que no lo vas a terminar. El haberlo acabado ha sido el gran reto y la gran satisfacción. Luego, el estudio siempre es atractivo, pasa que este en concreto es una lacra tan humillante, tan tremenda, que no creo haber llegado a entender, a hacerme una idea de lo que puede ser vivir permanentemente sin libertad. La novela es dura desde ese punto de vista.