'Estatua de la Libertad': el símbolo yanqui al que todo le salió mal y que su "padre" quería llevar al Canal de Suez
Julian Voloj aborda la historia de la diosa que custodia la Gran Manzana, así como el recorrido de su "padre" Frédéric-Auguste Bartholdi
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Hoy, la 'Estatua de la Libertad' es un emblema. Es indiscutible. Pocas siluetas en el mundo son tan reconocibles; y a pesar de todo lo que corre por la Gran Manzana, su figura es emblema de Nueva York. Pero no siempre fue así. O, al menos, no fue tan sencillo hacerse ese hueco en el imaginario colectivo.
Era la segunda mitad del siglo XIX y Frédéric-Auguste Bartholdi tenía el sueño de levantar una estatua femenina de tamaño catedralicio en la entrada del Canal de Suez. No obstante, la idea no tardó demasiado en irse con la corriente de los tiempos. Así que el buen escultor puso sus ojos en la otra punta del planeta. La nueva obsesión estaba al otro lado del Atlántico, en Nueva York. Allí debía descansar su "mujer". ¿La excusa? El centenario de la creación de Estados Unidos.
Sin embargo, ya les anticipo que cumplir los plazos iba a ser una auténtica utopía. Si el redondo aniversario se celebró el 4 de julio de 1876, el "destape" de la dama no se iba a producir hasta diez años después.
Con las bases trazas, Bartholdi comenzó a recorrer un camino en el que todo iba a cruzarse: estalló la Guerra Franco-prusiana, los costes se dispararon e incluso la racanería americana se negó a construir una base en la que descansase la diosa del cobre. Más tarde, las partes de la Estatua de la Libertad que debían montarse en Nueva York [fue realizada íntegramente en Francia] acabaron en las cajas equivocadas y enseguida empezó a llover en la ceremonia de inauguración.
Todo ello lo recoge ahora en una novela gráfica Julian Voloj, que recoge en 'Liberty' la historia del propio Frédéric-Auguste Bartholdi, un tipo conocido hoy, principalmente, por esculpir la protagonista de esta historia, pero que tiene el currículo actividades como la de arquitecto, pintor o incluso jefe de escuadrón en la contienda franco-prusiana.
Destaca el libro que el monumento rompió una tendencia: fue la primera estatua que no homenajeaba a un héroe de guerra, un carnicero o un asesino de hombres, sino una gran idea. Originalmente perseguía homenajear la abolición de la esclavitud rompiendo una cadena con sus fuertes pies, pero fue el poema de Emma Lazarus de 1883, 'El Nuevo Coloso' el que declaró a la Estatua de la Libertad "madre de todos los refugiados". Decía así: "No como el mítico gigante griego de bronce,/ De miembros conquistadores a horcajadas de tierra a tierra;/ Aquí en nuestras puertas del ocaso bañadas por el mar se erguirá./ Una poderosa mujer con una antorcha, cuya llama/ Es el relámpago aprisionado, y su nombre/ Madre de los Exiliados. Desde el faro de su mano/ Brilla la bienvenida para todo el mundo; sus templados ojos dominan/ El puerto cruzado por los vientos que las ciudades gemelas enmarcan".
La historia de cómo doña Libertad encontró su camino desde un sueño hasta la realidad se cuenta en unos pocos capítulos de esta novela gráfica. Las ilustraciones son de Jörg Hartmann, quien firma las acuarelas. "Algunos de sus cuadros son tan bonitos que te gustaría ampliarlos, enmarcarlos y colgarlos en la pared", destaca la crítica de la cabecera alemana 'Welt'. El artista se basó en fotografías antiguas, tomó mapas de la ciudad y viajó a París, al lugar donde originalmente se elevaba sobre los tejados la 'Estatua de la Libertad' antes de emprender su viaje a través del océano.
Así se traza la historia de la Diosa de la Libertad y del Nueva York en el que desembarcó: una ciudad llena de casas de ladrillo, carruajes y villas, con un puerto donde desembarcaban vapores y veleros. Hartmann emprendió esencialmente un viaje en el tiempo en su estudio que duró cinco años. Y solo ahora, cuando el libro celebró su estreno en la sede de la Sociedad de Ilustradores en el Upper East Side, el ilustrador estuvo por primera vez en la verdadera Nueva York de hoy. "Se podía ver su emoción al respecto", cuentan las crónicas de los presentes.