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«La lluvia en el desierto», homenaje a Eduardo García

La fundación José Manuel Lara presentó ayer una nueva edición coincidiendo con el primer año del fallecimiento del poeta
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La fundación José Manuel Lara presentó ayer una nueva edición coincidiendo con el primer año del fallecimiento del poeta
Ayer no fue un día cualquiera. Se cumplía el primer aniversario del fallecimiento de uno de los poetas más influyentes de su generación: Eduardo García. Una mañana de emoción. Para evitar que el consecuente recuerdo del escritor desaparecido dejara gélida una mañana que era cálida, la Fundación José Manuel Lara aprovechó para presentar, en su colección Vandalia, uno de los buques insignia de la edición de poesía de nuestro país, la obra completa del autor en un volumen titulado «La lluvia en el desierto» , que contiene, además, dos libros inéditos junto a poemas no publicados y un prólogo del propio escritor en oda a la poesía que ha acompañado sus 50 años de vida. «Este es el libro que Eduardo hubiera querido, todo está tal y como él lo pensó», expresó su esposa Rafaela Valenzuela con voz temblorosa aunque con una sonrisa rota por el recuerdo. «Los dos albergábamos la esperanza de que lo pudiéramos ver aunque la enfermedad estuviera aquí, pero no hubo tiempo», añadió, dejando paso a un silencio abismal en aquella sala en la que yacía la cercanía.
No hace falta más que leer el epílogo de Vicente Luis Mora y el prólogo de Andrés Neuman, muy amigos del autor, para saber que Eduardo García era un hombre muy querido y respetado. Ambos lo han reflejado de una manera entrañable y cómplice con uno de los mejores estudios del escritor contemporáneo, según afirma el poeta Luis Alberto de Cuenca, también íntimo de este escritor, que dejaba claro que existía una unanimidad indiscutible entre sus compañeros de profesión acerca de su calidad humana y literaria. «Él siempre decía que la poesía es una espeleología del espíritu, una búsqueda hacia el interior», comentó su mujer. Y lo dijo de un hombre que reflexionó sobre la poesía desde la misma escritura poética y desde el territorio del ensayo. Un hombre que convirtió la palabra en límite y en horizonte de su creatividad.
Pasó su infancia y juventud en Madrid y terminó sus días en Córdoba, una capital de tremendo arraigo poético desde la época de los Omeyas. Ahí, después de una larga enfermedad, falleció el 19 de abril de 2016. Eduardo era de los que escribían y también enseñaban poesía. Era creador y maestro, y alentó la curiosidad por el conocimiento y el afán de su comunicación, «algo que lo hacen ejemplar», según palabras de Luis Alberto. Siendo un hombre que dominaba a la perfección la música del verso sin renunciar a la profundidad filosófica, su trabajo muestra la radicalidad subjetiva y la agonía interior entrelazada con su condición romántica. Poeta y ensayista, fue galardonado con premios como el Internacional de Poesía «Antonio Machado de Baeza» y el Nacional de la Crítica (2009), entre otros. En sus obras se aprecia la evolución de un realismo visionario que muy bien refleja su libro «La vida nueva», que ensalza la libertad expresiva y hace una celebración de la propia vida, que es, precisamente, lo que siempre exalta la poesía.