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Juan Manuel Bonet: «Hay algo en el paso del tiempo que merece ser fijado»

Reúne su poesía en «Via Labirinto» (Comares), un libro en el que condensa su evolución literaria
Juan Manuel Bonet: «Hay algo en el paso del tiempo que merece ser fijado»
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Reúne su poesía en «Via Labirinto» (Comares), un libro en el que condensa su evolución literaria
Juan Manuel Bonet hila una poesía urbana que extrae del paisaje inmediato, de la contemplación del objeto próximo. Le salen así unos versos, como él subraya, «iluminados, con neón y farolas», que van dejando en el lector un poso de sensaciones diversas que van más allá de la naturaleza del objeto glosado y apelan a la memoria, la nostalgia, la alegría, la tristeza, el recuerdo, que son los denominadores comunes del bestiario emocional. Bonet acude al cartel, la calle, la esquina en esta o aquella ciudad, Madrid, Cracovia o Viena, para tocar lo humano desde la perspectiva de una impresión fugaz. «Hay algo en el paso del tiempo que merece ser fijado con alfileres y escrito con lápiz.Ves una luz, un amanecer, pues nada, lo anoto. El poema cuenta eso. Es un poco como hacer una foto», asegura. De las primeras composiciones, «no están aquí», se apresura a afirmar, le queda el rescoldo lejano de unos cuadernos franceses y una geografía de cuadrículas infantiles en la que iba apuntando lo que él llama «balbuceos». Esas tentativas primeras, en las que asomaba ya un pulso poético inicial, va tomándolas más en serio durante su estancia en Sevilla, después de abandonar París.
–¿Cómo escribía al comienzo?
–Era más intelectual, conceptista, formalista. Al publicar libros, me he dado cuenta de que es una poesía de sentimientos, donde se acentúa la fugacidad del tiempo, hay una búsqueda del trazado de la existencia, que ha recogido un instante, un paisaje.
–¿Cómo ha evolucionado?
–Existe un mayor despojamiento. Es una poesía sin evolución, centrada en mi espacio. No soy un poeta que me siente todos los días a escribir. No es sistemático, se va componiendo poco a poco.
Ha ido arropando sus composiciones con las influencias y las inspiraciones que recibe de la pintura, de las lecturas, de los autores que ha frecuentado. Admite que, al inicio, le marcó «Los nueve novísimos», de Castellet: «fue una de mis referencias». Esta confesión llega mezclada con reminiscencias y evocaciones que le hacen mencionar la edad en que «pintaba con Quico Rivas» y los años en que comenzó a publicar, «en 1977 y 1978»: «Hay gente que retoca o suprime lo anterior. Yo no he tenido que hacer nada. Aquí está como salió. He corregido alguna errata, quizá también alguna coma».
–Ahora ha regresado a París. Y vivido una época convulsa.
–Estoy muy feliz de haber vuelto a Francia. Me fui de París a los tres años, pero volver a vivirlo es una suerte. Aunque es cierto que también he conocido el auge del populismo xenófobo, que me parece tremendo. No lo termino de entender. En París, una de cada cuatro personas vota eso. No es justo la Francia que me gusta. Tendrá explicaciones, pero resulta inquietante.
Bonet es un poeta con una inmensa huella europea marcada por su cultura. Su paso por Bruselas le dejó estos versos: «Blanquísima/ Bruselas invernal, con tantas/ grandres letras medio borradas; / fábrica de instrumentos de óptica, /bistrot, tienda de partituras,/ Soldatenkino... Pavoroso el / Palais de Justice en la niebla, / y que más que nunca te espanta». Y de su caminar por la calle Alcalá, estos otros: «Pasan los años y pasan las voces, / y las sombras pasan, y en lo alto / permanecen, en la niebla, / las letras de oro de los bancos». Y Klee, unos más: «El encendido palacio de la noche: / un castillo de voces que giran, / un lago, unas hojas de papel / donde se sueña más puro el ancho mundo».
–¿Qué le parece el arte español en esta época de crisis?
–Veo las dificultades de algunos amigos artistas. El coleccionismo ha dejado de comprar o lo hace mirando más a la bolsa que a los gustos. Los coleccionistas venden lo del padre y el panorama artístico está dominado por cosas que no son la pintura. Hay una euforia conceptual, un tipo de fotografía...
–¿El arte español vive todavía de Juan Muñoz, uno de los últimos grandes a nivel internacional?
–Bueno, creo que Plensa, Juan Uslé o Barceló son nombres que tienen su lugar. Pero no hay una percepción global del arte español. Varios de ellos viven fuera. La escena es más fragmentaria, pero lo importante es que haya obras de peso. Los trabajos de peso acaban venciendo las dificultades.
Bonet repasa a escritores, como Mallarmé, como Apollinaire, menciona a los simbolistas y en su conversación asoma la pintura, los paseos, las visitas a ciudades. En su último poemario ha incluido fotografías, aumentando así la dimensión de las palabras, dándoles el trampantojo de una imaginación fotográfica que resalta el paisaje verbal y reconoce, al final, que tiende «en general a fijarme en restos de otras épocas, a aislarme», en definitiva, a sumergirse en el sueño de un pasado, un recuerdo, una reminiscencia, que es lo que convierte la impresión de un letrero o el encuentro con una calle en materia poética.