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Los escritores se rebelan contra la Inteligencia Artificial

El uso de estos programas puso en pie de guerra a Hollywood, los estudios discográficos y ahora, también, a los escritores, que han planteado una demanda colectiva
George R R. Martin, escritor
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La Razón
  • Sofía Campos

    Sofía Campos

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Será uno de los grandes asuntos en la actualidad cultural en los próximos años. La Inteligencia Artificial ha entrado de lleno en la vida cotidiana y los creadores ven amenazada la protección de sus obras, su estilo o incluso su propio trabajo como consecuencia de sus avances agigantados. El uso de programas de este tipo capaces de recrear la imagen de actores o su voz ha sido uno de los asuntos que motivó la huelga de Hollywood hace algunos meses y que todavía no se ha resuelto. También fue sonada la aparición de canciones que "imitan" el estilo de grandes artistas y ahora, por último, más de 9.000 escritores afiliados al Author's Guild norteamericano han presentado una demanda colectiva contra Open IA, responsable de Chat GPT, por estar entrenando a sus programas con sus contenidos, con el fin de imitarlos.
En el universo cinematográfico, actores como Morgan Freeman han introducido cláusulas en sus contratos que prohíben expresamente que su imagen sea recreada usando inteligencia artificial cuando él esté muerto. Otros casos sonados son el del actor Stephen Fry, que denunció que su voz había sido "robada" por un programa para ponerla como narración a un documental que él no había autorizado. La IA había "aprendido" su voz siendo entrenada con sus locuciones de las novelas de "Harry Potter". Los casos no hacen más que multiplicarse y las aplicaciones de la inteligencia artificial, con sus "deep fakes" o incluso con doblajes a otros idiomas en tiempo real y conservando la voz original del actor no hace más que elevar a infinito las aplicaciones de los nuevos programas informáticos y redes neuronales.
En el caso de la música, el gigante Universal Music prohibió expresamente a Spotify que cediese sus contenidos a programas de inteligencia artificial para su entrenamiento después de que algunos productos musicales generados por estos sistemas dejasen boquiabierto al público. Canciones que "imitan" o, para otros, "suplantan" a grandes voces vivas y muertas que van desde Michael Jackson a Elvis, de Nirvana a Oasis y que son capaces de inventar colaboraciones como las de Drake y The Weeknd. Contenidos que hasta ahora eran producidos por compositores humanos, como algunas bandas sonoras o los creadores de ruido blanco y ASMR han sido ya casi completamente sustituidos por programas informáticos.
Finalmente, donde parecía que las redes artificiales iban a generar menos impacto, también el miedo ha llegado a los escritores: más de 9.000 afiliados al Author's Guild estadounidense, entre ellos nada menos que Jonathan Franzen, George R. R. Martin y John Grisham han presentado una demanda colectiva contra Open IA, responsable de Chat GPT. La demanda, presentada en Nueva York, acusa de violar sus derechos de autor y por un “robo sistemático a escala masiva” de sus obras. Los creadores consideran en su demanda que esta tecnología usó sus libros para alimentar a lo que se conoce por modelos de lenguaje (LLM, en sus siglas en inglés). Esto es, la inteligencia artificial incorpora todos estos textos a estos programas para entrenar a su IA y así mejorar su capacidad de crear contenidos con un lenguaje cada vez más similar al de una persona. La proliferación de contenidos literarios de más o menos calidad producidos total o parcialmente por inteligencia artificial ha sido tal que Amazon, el gigante de la distribución de libros digitales, ha tenido que restringir a tres diarios el número de referencias que un autor puede dar de alta en sus sistema de autopublicación al día.
Por su parte, las empresas tecnológicas responsables de este tipo de programas defienden que sus chatbots no plagian el contenido de los artistas, sino que se inspiran en sus obras para crear obras propias. Mary Rasenberger, directora ejecutiva de Open AI escribió en un comunicado que “los autores deben tener la capacidad de controlar sus obras y cómo son utilizadas por la IA generativa para preservar la literatura”.
Se trata de una de las grandes desafíos de los próximos años, que pondrá en cuestión asuntos cruciales como la originalidad y la autoría que incluso puede dar lugar a debates metafísicos de mucho interés. Los artistas acusan a una máquina de copiarles hasta casi quitarles el alma creativa, una denuncia que da, en sí misma, para una novela. Pero si ese alma se puede imitar por una máquina por compleja que sea, ¿no será un alma demasiado pobre?