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Éric Vuillard: «Nadie que viva hoy es responsable de lo que sucedió hace 500 años»

Publica «Conquistadores», donde retrata la figura de Pizarro y describe la aventura española en Perú
Éric Vuillard: «Nadie que viva hoy es responsable de lo que sucedió hace 500 años»
El escritor Éric VuillardJavier LizonEFE
Javier Ors

Madrid Creada:

Última actualización:

Trae Éric Vuillard un mundo de fantasmas. Su libro «Conquistadores» (Tusquets) es una historia de las ensoñaciones y fantasías de aquellos hombres que cruzaron el Atlántico y se internaron en tierras inhóspitas guiados por la leyenda del oro. Un deseo que guio a Pizarro hasta Perú y conllevó la destrucción del imperio Inca. Pero, el escritor, en lo que ahonda, es en los engranajes de la historia, lo que impulsa a las personas a esas empresas, lo que anima las guerras y las consecuencias que tienen para los individuos la creación de los grandes imperios. Una reflexión que ultima con preguntas inevitables: ¿Cómo hay que lidiar con el pasado? ¿Cómo encajar la historia en nuestro presente? ¿Se heredan las culpas? ¿Se están manipulando sucesos de épocas anteriores? «Lo que intento, en un momento en el que el mundo está polarizado, es contar relatos para que los responsables no caigan en el olvido. Intento remontar la cadena de mando. No es el poder de Pizarro o de Almagro el que hizo llegar a los españoles al Perú, sino los reyes de España que había en ese momento. Una empresa que, en gran parte, estuvo respaldada por la familia Fugger, que eran banqueros y que financiaron la elección de Carlos V como emperador. Ellos también invirtieron en la conquista de América. Es una operación militar, un golpe de mano, en la que toman parte una cadena de empresarios poderosos, tanto españoles como extranjeros. Es una operación europea y si quieres contarla, no puedes dejar fuera a los Fugger».

Una historia sin acabar

El escritor da cuenta de la llegada de las primeras tropas a ese territorio hasta la batalla de las Salinas y el asesinato de Pizarro. Un capítulo, lleno de claroscuros y episodios infames, y que da cuenta de lo que hicieron esos soldados en su avance. «La conquista del Perú inicia la tragedia de nuestro mundo. Esa historia no ha terminado. Y tampoco la violencia que la engendró. Por eso algunas minorías se desligan de lo universal. La Compañía de las Indias son hoy las multinacionales con políticas extractivistas de hoy en día emplean mano de obra a bajo coste. Los países europeos, ingleses, franceses, tomaron el mundo y todavía lo explotan», asegura el escritor.
Vuillard explica que la idea que le empujó a escribir este libro «era contar esta historia desde la posición de Pizarro. Establecer el retrato de una subjetividad moderna naciente, eficaz, pragmática, individualista, concreta. Pizarro ofrecía la ocasión de intentar seguir una historia única, la conquista del Nuevo Mundo, que es un acontecimiento que cambió la historia de forma irreversible, y seguir a este individuo, tejer su semblanza, que se nos aparece en las crónicas y que aplica, justo lo que se enseña ahora en las escuelas económicas: eficacia, pragmatismo y resultados».
El escritor comenta que lo que vieron los conquistadores a su llegada «era una teocracia política que se derrumbó delante de ellos. Los indígenas tardaron en reaccionar porque sus valores cayeron y el hombre que adoraban como un dios murió». Y añade: «Las rupturas de esta índole son extremadamente raras. En este caso inaugura la toma de poder de los europeos».
«La conquista de Perú inicia la tragedia de nuestro mundo y esa tragedia aún no ha acabado», aseguraÉric Vuillard
El pasado se ha convertido en un debate perpetuo. Y el descubrimiento de América todavía continúa siendo polémico, hasta el punto de que en México todavía piden responsabilidades por lo que sucedió en el siglo XVI. «La historia se reescribe constantemente. No es algo que esté congelado en el pasado. Pero también es cierto que nadie que esté viviendo hoy es responsable de lo que ocurrió hace quinientos años. Aparte de eso, cuando se exigen responsabilidades, no se hace a los españoles, sino al Estado. No es una petición a los individuos, sino a los Estados».
Vuillard, que no elude en la conversación todo el pasado colonial de su país y que lo critica también con dureza, es comprensivo en este asunto y aboga por un acertamiento: «Tampoco sucede nada por pedir perdón. ¿Por qué? Ingleses, españoles y franceses hemos viajado por el mundo y hemos desplegado una violencia durante ese proceso. No debería haber tanta reticencia. Además, el perdón es un concepto totalmente cristiano. El problema no es pedir perdón, sino los actos que se hagan hoy».
Cuando se le comenta si es posible superar las heridas del pasado, no duda en mencionar un ejemplo reciente: los negros en Estados Unidos y la guerra de secesión en ese país. Y pone un ejemplo de lo que sucede con las estatuas en este país. «Me chocó que delante de la iglesia hubiera una estatua dedicada a los soldados confederados, que fueron los que lucharon contra Lincoln y que estaban en contra de abolir la esclavitud. Imagino que, para un negro, pasar por delante de ella, debe ser odioso. Lo curioso es que en esa misma ciudad hay otra dedicada al primer estudiante negro en ingresar en una universidad. Y dos semanas antes de que yo llegara, la habían colocado una soga en el cuello».
Para él, existe otra clave para que no se produzca una reconciliación: la desigualdad. «Este es un mundo desigual, con poco discurso que hable de la igualdad. De hecho, el discurso social ha sido criminalizado. Esto produce cierta desorientación en las personas. La economía lo determina todo, las relaciones personales, la casa... Por eso los conquistadores tomaron el oro de Perú. La clave es el reparto de la riqueza. La igualdad, si me lo permite decir, se conseguirá cuando la Sancho Panza pueda contar las historias», asegura riendo. El escritor no evita la actualidad y, a renglón seguido, dice: «Es lo que ocurre con Trump. La inmensa desigualdad social de EE UU entre fortunas colosales y la gente que vive en barrios pobres. Esto hace que muchos ciudadanos norteamericanos se puedan plantear la cuestión de por quién hay que votar. A eso hay que sumar otro de los grandes problemas de Estados Unidos, que alcanzó un bipartidismo absoluto».