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Crítica de "A different man": ¿quién es el monstruo? ★★★★

Dirección y guion: Adam Schimberg. Intérpretes: Sebastian Stan, Adam Pearson, Renate Reinsve, Miles G. Jackson. Estados Unidos, 2024. Duración: 112 minutos. Comedia dramática.
Crítica de "A different man": ¿quién es el monstruo? ★★★★
Un fotograma de "A diferent man"Imdb
Sergi Sánchez
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

Barcelona Creada:

Última actualización:

Será que la belleza, como la bondad, es algo relativo, sobre todo cuando atravesamos el frondoso jardín de la identidad. “A Different Man” quiere hacerse unas cuantas preguntas (incómodas) sobre el tema, en una época en que la monstruosidad tiende a confundirse con la disidencia. He aquí lo que los victorianos llamarían un Hombre Elefante que sueña con ser guapo, o lo que es lo mismo, con integrarse en una sociedad normativa, para luego descubrir que tal vez uno no se libra de la neurofibromatosis con una pastilla, porque a lo mejor es una enfermedad del alma, y que cuando intenta ponerla en escena, fingir su aspecto, duplicarla en falso, siempre gana el que se la cree, el que la lleva como bandera de sus encantos, el que no quiere ser otra cosa que no es. 
Puede resultar un galimatías -lo es aún más cuando sabemos que el filme refleja en parte los complejos físicos de su director y guionista, Adam Shimberg, que nació con fisura palatina- pero en eso consiste esta metafábula que podría haber escrito el Charlie Kaufman de “Sinécdoque, New York” o “Adaptation”: en un juego de espejos que siempre nos dice que la belleza no está en el interior, es simplemente un acto de fe. 
Lo más desconcertante de “A Different Man” es, precisamente, descubrir que el protagonista (un excelente Sebastian Stan, que viste su deformidad incluso cuando esta no es visible para nadie que no sea él mismo) no es diferente de los demás, o al menos no de cualquier hombre inseguro, con problemas de autoestima, desesperado por gustar. Y tampoco lo es su réplica orgullosamente desfigurada (un no menos excelente Adam Pearson), porque este abandera su diferencia con el descaro de un galán con ganas de seducir a granel, es decir, desde la más clásica masculinidad. 
¿El mundo es, pues, un baile de máscaras? Algo de eso sugiere esta película pesadillesca, a ratos tan opresiva como el “Beau tiene miedo” de Ari Aster, en la que Nueva York es una ciudad kafkiana, donde la gente se suicida y las chicas curiosas escriben obras de teatro sobre identidades en disolución aprovechándose de sus víctimas. Es posible que Shimberg pierda el pulso en el tramo final, cuando la comedia de la crueldad se hace más presente, pero su película es original y antipática, y se divierte descolocando la empatía del espectador, que ya no sabe con qué monstruo identificarse.
Lo mejor: 
Su sofisticado discurso sobre la identidad y sus máscaras, sobre cómo nos percibimos y qué proyectamos en los demás.
Lo peor: 
Tal vez en el tramo final retuerce demasiado sus puestas en abismo y pierde fuerza.