"El caftán azul": los hilos invisibles de Maryam Touzani contra la intolerancia
La directora marroquí apuesta por un delicado canto al amor y al dolor de una identidad callada en su segundo largometraje con el que ganó el Fipresi en la pasada edición de Cannes
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Hacía calor y se entreveraban las sombras. Recorría las laberínticas y amuralladas calles empolvadas de la parte antigua de la ciudad marroquí de Salé en busca de localizaciones para su anterior película, "Adam", cuando se topó de manera inesperada con su siguiente historia. Los ojos expresivos de aquel hombre cuyas manos llevaban años peinando y cortando cabellos de mujer, le gritaban a la cineasta Maryam Touzani un relato oculto, le desvelaban que había una parte de su vida de la que no hablaba por miedo, una parte que se veía obligado a esconder para poder seguir viviendo y trabajando en la medina como peluquero. "Después de ese primer encuentro nos volvimos a ver bastantes veces. Nunca le pregunté cosas íntimas, no me hizo falta y pensé que no era mi papel. Lo que ese hombre provocó en mí fue una emoción tan fuerte y tan única que enseguida empecé a pensar en el personaje de Halim", cuenta la directora en entrevista con LA RAZÓN.
Ese personaje sobrevenido por la pureza en la mirada de aquel hombre anónimo se transforma en un sastre meticuloso, parco y emocionalmente sobrio que vertebra el relato de "El caftán azul", el delicadísimo y hermoso segundo trabajo como directora de Touzani, preseleccionado para el Oscar a mejor película internacional y ganadora del Fipresci "Un certain regard" en la pasada edición de Cannes, en el que el señalamiento crítico a la tradición islámica –algo que ya dibujó en "Adam" a través del retrato del estigma de las mujeres embarazadas que no están casadas– se establece ahora mediante el dibujo impoluto de una homosexualidad silenciada, desarrollada en el seno de un matrimonio convencional entre Halim y Mina (extraordinaria Lubna Azabal, que ganó el premio a la mejor actriz por su interpretación Sección Oficial de la Seminci de Valladolid), que prudente y discreto va detonándose con la llegada de un joven aprendiz que aterriza en el taller.
Antes de trasladarse momentáneamente al origen de su vinculación simbólica y emocional con una prenda como el caftán, erigido en la cinta como puente figurativo entre la belleza del trabajo artesanal y la opresión estética de la tradición, la directora subraya: "para mí es importante hablar de personajes y de historias que me tocan, que siento que no existen o al menos no se comparten abiertamente en la sociedad. Inconscientemente tengo la necesidad de poder dar una voz, poner una cara a estas personas que no se ven porque sus historias no existen. Y son relatos que tenemos que oír, rostros que tenemos que mirar, no tienen por qué existir en la sombra".
"Cuando me puse el caftán sentí de golpe que llevaba encima todos los recuerdos de mi madre"Maryam Touzani
Y relata: "crecí viendo un caftán antiguo de mi madre, que a día de hoy tiene más de cincuenta años. Ella tenía muchos caftanes, pero desde bien pequeñita me fijaba con especial atención en este. Era realmente precioso, trabajado a mano, igual que el que sale en la película, solo que era negro, en vez de azul. Siempre me explicaba la meticulosidad con la que se había hecho, el tiempo que se había invertido. Esto marcó mi infancia pero también mi adolescencia. Cada vez que me lo probaba me quedaba muy grande y me dedicada a proyectarme como mujer al cabo de unos diez años, cuando ya pudiera ponérmelo. Hasta que un día, por fin, el caftán me estaba perfecto y cuando me lo puse sentí de golpe que llevaba encima todos los recuerdos de mi madre, cosas que ella había vivido con esa prenda y todo el trabajo de la persona que lo había fabricado, como si su espíritu también estuviera conmigo. Sentí de manera muy fuerte la belleza de esa transmisión", admite.
"Años después me di cuenta de que esa herencia traspasada, ese trabajo artesanal se estaba perdiendo, de que por desgracia es algo que está desapareciendo hoy. Me duele que estos artesanos sean ahora invisibles para la gente. La tradición tiene esa contradicción que me parecía esencial transmitir con la película: por un lado, tiene esa cara preciosa que hay que proteger, honrar y sublimar pero al mismo tiempo la tradición puede convertirse en algo que nos encierra, que nos impide ser quienes somos realmente. Y cuando eso ocurre hay que tener valor para cuestionarla". Casi tanto como el que demuestra Touzani, que se retrotrae a su etapa de crecimiento y desarrollo en Tánger y destaca de manera concreta los ejemplos que veía a su alrededor de matrimonios que se habían producido para guardar las apariencias, a la hora de trasladar mediante esta historia de tolerancia sin azúcares añadidos, amor generosísimo y delicadeza narrativa y visual bañada de azul, un mensaje rotundo contra la homofobia que sigue impregnando algunos estratos de la sociedad marroquí. "Yo crecí viendo de lejos o a veces de muy cerca matrimonios así".
"Me alegra que la comunidad LGTBIQ+ empiece a existir en Marruecos, cosa que hace unos años parecía impensable"Maryam Touzani
A pesar de que "Marruecos es un país bastante complejo en el que hay corrientes de pensamiento muy diferentes que cohabitan", tal y como afirma la autora, "todo depende desde el lugar en el que se vive ese deseo. Hay muchas cosas que son aceptadas con tal de que no se vean, con tal de que se viva de puertas para dentro", comenta incidiendo en los distintos matices que intervienen en la gestión del deseo y la orientación sexual en un país marcado por el conservadurismo religioso. "En este caso concreto me interesaba hablar de una generación que no es la joven. Ellos tienen un campo más abierto de posibilidades a la hora de conocerse por redes sociales por ejemplo, pero para la gente de la edad de Halim es totalmente distinto: ellos no conocen esos espacios ni se mueven con facilidad en ese tipo de prácticas. Sin embargo, me alegra que la comunidad LGTBIQ+ empiece a existir en Marruecos, cosa que hace unos años parecía impensable. En la prensa antes no se veían artículos sobre personas homosexuales, no existían. Pero hace tres o cuatro años esto ha empezado por suerte a cambiar bastante. Hay un deseo de diálogo, de apertura, de inclusión", remata. Nunca un amor tan puro y tan noble y tan legítimo, como el que se profesan Halim y Mina, estuvo tan exento de deseo. Nunca la generosidad encontró un hueco tan grande donde hospedarse. Nunca la libertad se gritó con tanto silencio.