Arturo Pérez-Reverte: «Cada vez tenemos menos mecanismos para afrontar el horror»
El escritor publica «La isla de la Mujer Dormida», una historia con lanchas torpederas y un triángulo amoroso que discurre en las islas griegas y que tiene como telón de fondo la Guerra Civil española
Madrid Creada:
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Arturo Pérez-Reverte, con pantalón beige, americana azul y una gorra para protegerse del sol, deambula por el Puerto del Pireo. Con una sonrisa nostálgica, recuerda que lo frecuentó durante la guerra del Líbano. Las líneas aéreas habían suspendido los vuelos a Beirut y la única manera de llegar hasta allí para cubrir el conflicto era convenciendo a algún capitán para lo llevara hasta sus costas a cambio de una moderada cantidad de libras o de dólares. «Con ese dinero no te ganabas el derecho a un camarote. Solo a que te dejara sentarte en algún lugar donde no molestaras. Por entonces, todo esto -dice, señalado a su alrededor- estaba repletos de bares y prostitutas».
Pero eso fue hace tiempo. Ahora ya no se ven buques mercantes y en los muelles solo atracan los ferris de las distintas líneas que comunican Atenas con las islas griegas. El novelista aguarda de pie el barco que lo trasladará a una de ellas Agistri, un pequeño territorio arbolado y retirado del turismo que hay aproximadamente a una hora de distancia. Un lugar muy parecido a la misteriosa Gynaíka Koimisméni, la ínsula imaginaria que él ha creado para «La isla de la Mujer Dormida» (Alfaguara), su nueva novela. Una historia de amor y de guerra ambientada durante la contienda española de 1936, pero que se desarrolla en el Mar Egeo. «Quería un lugar como este, que es de donde viene el aceite, los dioses y la democracia; un sitio con tres mil años de historia y de cultura».
«Los tontos son los que hacen poderosos a los malvados»Arturo Pérez-Reverte
Para encontrar ese emplazamiento consultó mapas y cartas marítimas y al final encontró una ubicación apropiada que le permitiera evocar una auténtica historia de corsarios modernos, donde lo bueno y lo malo es relativo, y tejer una historia que contiene todos los ingredientes propios de la aventura. «Nunca escribo sobre la Guerra civil española. Solo la uso de fondo. No quiero estar sometido a ideologías, quiero tener libertad de conciencia. Mi familia combatió en el lado republicano. Pertenece al bando perdedor y ellos me explicaron que las cosas son más complejas de lo que parecen. Ahora, la Guerra Civil se usa como herramienta de oposición y confrontación ideológica. Intentan borrar los límites por intereses políticos. Pero lo cierto es que esa línea entre el bien y el mal solo existe en las ideologías, pero no en los seres humanos. Igual que en "Línea de fuego", a mí me interesan las personas, la gente que tuvo que luchar incluso en el bando que no quería. No creo en las historias de buenos y malos. Eso queda muy bonito en la política actual, en las ideologías, pero no en las novelas ni en la realidad. Yo quiero explorar las zonas grises, donde la moral es difusa, y el lector debe sacar sus conclusiones. Lo que yo intento es comprender al ser humano y una de las mejores escuelas que conozco para eso es el mar. No creo en blancos y negros. Todos mis personajes en realidad se mueven en la ambigüedad, en el gris».
El escritor ha huido de la cartografía de sus héroes habituales y ha escogido como protagonista de esta narración a un hombre atípico dentro su obra, con una alzada distinta a los anteriores, pero bien abrochado de personalidad y matices. Un personaje que está hecho con otras teselas y amarres, de sentimientos contenidos y silencios elocuentes, pero que anda muy ceñido también a su literatura. Un marino civil abocado por la guerra a lucir galones y uniforme y dirigir un comando de hombres variopintos. Él los capitaneará en una misión arriesgada que tiene un propósito claro, aunque peligroso: hundir a los barcos, muchos de ellos fletados por la URSS, que transportan armas y avituallamiento a la Segunda República. Un objetivo que le pondrá al mando de una lancha torpedera de la Kriegsmarine. Un modelo letal, muy similar a una de las tres que Alemania pasó a los nacionales en la realidad. «Él no tiene una fe o una ideología concreta. Él ya ha visto la vida. Solo cumple con su deber. Es un profesional del mar. A lo largo de mi vida he estado en muchos conflictos y nunca he visto que los hombres combatan por una bandera o que digan al morir: "Viva Eritrea". Lo hacen por ir con los compañeros, por la lealtad, por el miedo o por la vergüenza de no estar a la altura de los demás». Y apostilla antes de que sobrevenga otra pregunta: «Como novelista solo intento que el lector vea el mundo con los ojos de entonces, los de cada periodo. Pero ahora existe la absurda tendencia de mirar el pasado con los ojos del presente. Yo no quiero que el lector esté sentado en una butaca leyendo, sino que quiero que esté dentro del mismo libro y que sea testigo de cada momento. Pero, ¿Cómo vas a contar que Catón el Viejo comerciaba con esclavos si no introduces al lector en su época? Ningún hecho histórico sobrevive a la mirada actual. Ningún héroe resiste una mirada cercana hoy en día».
«Ningún hecho histórico sobrevive a la mirada actual. Ningún héroe resiste una mirada cercana»Arturo Pérez-Reverte
Su personaje, que se llama Miguel Jordán, de madre griega, se verá abocado a enfrentarse a sus propios principios en esta misión y acabará formando un turbio triángulo amoroso con el barón Katelios, propietario de la isla que lo cobija, y su esposa Lena. Un matrimonio con demasiado pasado encima, hecho de rencores, odios y pasiones extinguidas, y que son a la vez testigos de un mundo extraordinario pero que, por causas de los fascismos y el comunismo, se derrumba inevitablemente a su alrededor. «Ella es una mujer derrotada que busca ajustar cuentas con su marido. La mujer proyecta en el hombre su mirada. Son las mujeres quienes convierten a los hombres en héroes. Por eso, cuando ella percibe que él ha renunciado a todos sus sueños, que tiene el alma muerta, le defrauda, considera que ya no está a la altura de su mirada y se lo hace pagar». La tensa relación entre un marido, que ha empujado a su esposa a los escalones más bajos de la autoestima, atraerá al marino español a una tupida red de sentimientos encontrados.
Esta pareja, que ha conocido la época de esplendor y cosmopolitismo que vivió Europa los años 20 y 30, encarnan una idea vigente, que es de plena actualidad: Ellos son testigos de un periodo que se va y también de toda una manera de vivir y afrontar la vida que desaparece. Algo parecido a lo que está ocurriendo en nuestros días. «Sus esperanzas en el progreso se reducen con la edad. Yo los entiendo. Nací en una época en la que todavía vivían Churchill, Adenauer y Juan XXIII. Viví una Europa que iba hacia arriba y ahora la veo desmoronarse. Este mundo se derrumba, pero para mí es interesante. Estos personajes se benefician de esta parte de esa mirada que tengo, aunque es un error buscar al autor en una novela», advierte el escritor desde el embarcadero de Agistri, a los pies de un reducido pueblo de casas encaladas y ventanas azules que se extienden por una loma. Un lugar bañado por aguas claras y un sol duro y fuerte. «Hay una lectura contemporánea, evidentemente, que es deliberada por mi parte, a través de ellos. Es cierto que el mundo que desaparece ahora no es el mismo que desapareció en los años 20. Es otro completamente distinto. Pero también es verdad que hoy estamos en una época de fin de ciclo, de fin de un mundo, y existe gente que realmente tiene la melancolía del mundo que se extingue en este momento».
Para el novelista, que conoce los clásicos de la literatura griega y latina, en el fondo todo está contado y «todo ha sucedido ya, pero lo que sucede es que lo hemos olvidado, aunque en este momento no nos educan en eso. Vivimos en un mundo que se presenta como confortable, pero el dolor llega igual. Existen analgésicos, como la literatura y la cultura, pero como cada vez somos menos cultos, cada vez tenemos menos mecanismos para afrontar con lucidez el dolor y el horror. Hay que educar a los niños en el dolor y el horror. No esconderles la muerte. No es pesimismo. Es serenidad. El problema no es de los jóvenes. El problema es que nosotros les estamos quitando a ellos las herramientas que les pueden ayudar a sobrellevar los momentos de sufrimiento», comenta.
«Estamos en una época de fin de ciclo»Arturo Pérez-Reverte
El mar rompe junto a unas rocas y el escritor reconoce cómo ha ido cambiando. «Cuando tenía veinte años sufría con lo que sucedía en Palestina y los saharauis. Con esa edad necesitabas militar en causas nobles. Ahora ya no. Es evidente que hay batallas que hay que librar. Pero hoy los malos tienen como aliados a los tontos. Los tontos son los que hacen poderosos a los malvados. Y, desgraciadamente, ahora hay mucho tonto. Y es terrible, porque con el malvado aún puedes negociar, pero con el tonto, no», afirma.
El novelista, que todavía conserva una definición clara de lo que es la aventura - «Es cuando el hombre se enfrenta sin herramientas a lo inesperado, no está preparado y tiene que luchar para sobrevivir»- vuelve a Atenas en el mismo Ferri que lo ha traído a Agistri. Al acomodarse en el interior, un israelí le saluda. Al reconocer que es español, le enseña el libro que está leyendo su mujer, porque es de un célebre autor en España. Arturo Pérez-Reverte reconoce, entre las letras hebreas, un título: «El club Dumas». «Disculpe, pero temo que el autor de este libro soy yo», comenta sonriendo.