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James Bond se redime de su machismo

«No Time to Die» obtiene grandes críticas en Gran Bretaña y cierra el círculo de películas protagonizadas por Daniel Craig, que ha visto cómo su personaje se ha tenido que adaptar a los tiempos del #MeToo
No Time to DieNo Time to Die
La Razón

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Los tiempos cambian y los superhéroes, también. Llega a las pantallas «No Time to Die», la última entrega protagonizada por Daniel Craig sobre el célebre agente británico. Aparte de excelentes críticas y de una campaña publicitaria que ha mantenido vivo el interés del filme, cuyo estreno en los cines se ha retrasado en diversas ocasiones por culpa de la Covid, parece que ha habido muchas cosas que no son las mismas desde que el actor se hizo cargo de este personaje. Cuando, Daniel Craig aceptó el papel corría el año 2006. La saga llegaba exhausta, el público se había alejado del personaje y el nuevo héroe era Jason Bourne, que había arrasado en taquilla y que, vaya qué casualidad, su nombre y apellido empiezan por la misma letra que el espía inglés (de hecho, siempre se interpretó como su actualización). Tampoco las aguas públicas se habían agitado por otro fenómeno que ha modificado bastante el panorama: la irrupción del movimiento #MeToo, aunque lo haría pronto y que, precisamente, golpearía bastante la industria cinematográfica.
¿Cómo influyó todo esto en la serie? Daniel Craig arrancaba con un título que ha hecho, historia, «Casino Royale», de 2006. Era un Bond incipiente, bruto, sin refinar y sin clase que sostenía su percha en la musculatura en lugar de en su estilo. Era alguien que arrastraba muy escasa sofisticación y cuya pegada recaía en sus nudillos más que en su ironía. Entonces ya se notaba que algo no era igual. El personaje de Vesper, que recayó en Eva Green, que se ha convertido en un mito dentro de la serie de Craig, convertía a un vulgar asesino en el mítico 007. Esa transformación se debía a ella. Y si no fuera poco, había otra presencia que modificaba y que influía en James Bond: su jefe, M, que también era una mujer (Judy Dench).
Los cinco filmes interpretados por Daniel Craig suponen un pleno recorrido por la vida emocional y psicológica de su personaje: desde sus comienzos como doble cero hasta el final de su vida. Jamás se podía haber resumido tanto y tan bien en tan pocas películas (solo desmerece la segunda, «Quantum of Solace») a un icono. Pero si algo observamos a través de ellas es que, a la vez que contemplábamos su adaptación al siglo XXI, su reinvención a los gustos de hoy y a las sensibilidades actuales (por ejemplo, cuál ha sido su pasado, todo lo que tiene para arrepentirse, el lugar donde realmente nació, que aparece en la memorable «Skyfall»), también se desprendía del característico machismo con el que se identificaba cuando le daban vida Sean Connery o Roger Moore.

El peso de las mujeres

El Bond de Daniel Craig es paradójico. Es violento, tiene arranques de ira, pero, a la vez, se ha vuelto más sensible hacia sus compañeras de aventuras. También ellas han ido teniendo más peso, más escenas. Las mujeres de los títulos del nuevo Bond son más independientes, más peligrosas y más intrigantes. Sus escenas tienen mayor relieve y sus conversaciones no son simplones, sino que tienen una mayor enjundia. No hay más que ver el peso que tienen en esta última entrega, donde participan tres grandes actrices: Ana de Armas, Lea Seydoux y Lashana Lynch, y en que sus personajes no son precisamente sencillos ni apocados, todo lo contrario.
El propio director de la última película discrepa, al igual que Daniel Craig, sobre el futuro de James
Bond y no está de acuerdo en que tenga que ser mujer o negro. Sostiene que debía ser lo que es hasta ahora: caucásico, que es como es el personaje. Pero existe, en cambio, cierta unanimidad en que los papeles femeninos deben crecer y que sean más importantes. Ya hemos visto un ejemplo de esto en otro taquillazo y en otro revival: en el Mad Max de Tom Hardy. Todos aguardaban con inquietud y ganas el reencuentro con el guerrero de la carretera, y se encontraron, con sorpresa, que el protagonismo principal no recaía en él, sino en Furia, interpretada por Charlize Theron. Quizá el James Bond de los tiempos del #MeToo sea ese, ser un secundario de lujo.