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“El informe Auschwitz”: el relato de un infierno en el que pocos creían

La cinta candidata a los Oscar por Eslovaquia dirigida por el cineasta Peter Bebjak recupera la historia de dos prisioneros judíos que escribieron un testimonio detallado del horror del campo
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Infinitamente narrado, necesariamente recordado y ampliamente documentado en términos cinematográficos, el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau se ha convertido en el símbolo por antonomasia de la tragedia del Holocausto, el escalofriante depositario de los crímenes nazis de la Segunda Guerra Mundial y uno de los mayores exponentes del horror del mundo. En 1942 las primeras noticias que iban llegando sobre los asesinatos perpetrados en aquella trituradora ya perfilaban una matanza de proporciones exageradas, inhumanas y excesivamente vastas que edificaba cuerpo sobre cuerpo la culpa colectiva del pueblo alemán. Tal era la sobredimensión de la crueldad narrada que, tal y como señala Primo Levi en el prefacio de “Los hundidos y los salvados”, la gente tendía a rechazarla por su enormidad.
“De cualquier manera que termine esta guerra, la guerra contra vosotros la hemos ganado; ninguno de vosotros quedará para contarlo, pero incluso si alguno lograra escapar, el mundo no le creería. Tal vez haya sospechas, discusiones, investigaciones de los historiadores, pero no podrá haber ninguna certidumbre, porque con vosotros serán destruidas las pruebas”, aseguraban jactanciosos los soldados de las SS según el testimonio de supervivientes como Simon Wiesenthal. “Aunque alguna prueba llegase a subsistir, y aunque alguno de vosotros llegara a sobrevivir, la gente dirá que los hechos que contáis son demasiado monstruosos para ser creídos: dirá que son exageraciones de la propaganda aliada, y nos creerán a nosotros, que lo negaremos todo, no a vosotros. La historia del Lager, seremos nosotros quien la escriba”, amenazaban. Prueba evidente de esta incredulidad inicial por parte de los diferentes agentes sociales y políticos del momento, fue la recepción que tuvo el conocido como “Informe Auschwitz”, un dosier de 32 páginas en donde se detallaba la geografía y la administración de los campos, así como los vehículos que habían llegado a Auschwitz desde 1942, su procedencia y los números de los que fueron elegidos para trabajar en las cámaras de gas.
Relatos individuales
Sirviéndose de la peripecia vivida por los dos autores de tan valioso documento, Alfred Wetzler y Rudolf Vrba, el director eslovaco Peter Bebjak profundiza ahora en la historia de estos dos hombres empujados por la fuerza de los tiempos a convertirse en héroes y ofrece un relato genuinamente recrudecido, pero también esperanzador, de la vida de los prisioneros en Auschwitz. Con “El informe Auschwitz”, que se estrena este viernes 19 en las salas españolas y que ha sido seleccionada como mejor película internacional por Eslovaquia para los Oscar, Bebjak pretende subrayar la importancia de los relatos individuales: “el motivo principal por el que hubo personas que no quisieron creer en lo que incluía el informe fue el miedo. Si se creía en lo que ponía el informe, había que actuar de manera consecuente y asumir responsabilidades. La gente temía aceptar que horrores de ese calibre pudieran estar ocurriendo. Sin embargo, el informe se tradujo a numerosos idiomas y poco a poco fue ganando la confianza de los políticos. Fue precisamente este documento el que convenció a Hungría para abortar el traslado a Auschwitz. Aquellos que no creyeron que un infierno así era posible e incluso quienes a día de hoy siguen sin hacerlo, simplemente es porque no tienen valor suficiente”, asegura al otro lado del teléfono el cineasta.
Pese a la saturación audiovisual de películas sobre el Holocausto, el director reconoce la importancia de seguir haciéndolas: “hagamos más filmes como “Hijos de Saúl” o “La Lista de Schindler” para recordar lo que pasó y no permitirnos el lujo de pensar que podemos olvidarlo”. El tono oportunamente sobrio de la cinta, mecido con la música de Mario Schneider, no incurre sin embargo en una dilatada disección del infierno vivido, sino en la huida y posterior redacción y expansión del informe y en la fortaleza animal con la que los protagonistas, Freddy y Valér, consiguen salvarse de un destino funesto.
“Nosotros, como seres humanos y partes integrantes de las naciones, en ese momento fracasamos de manera estrepitosa y por eso es tan importante seguir ofreciendo miradas sobre lo que ocurrió. También hay que tener en cuenta que a día de hoy se siguen violando muchos derechos de minorías y grupos vulnerables. Es cierto que hay muchas películas que se han hecho sobre el Holocausto pero cada historia es una historia individual. La importancia del informe Auschwitz, radica en que denunciaba y mostraba las atrocidades que estaban teniendo lugar en los campos y sirvió para salvar muchas vidas pese a todo”. Y añade: “La parte positiva de esta historia es el heroísmo de las personas que fueron vendidas por su propio país porque querían deshacerse de ellas. La fuga de Wetzler y Vrba no sólo fue un intento de salvar sus propias vidas, sino una misión para exponer los planes que se llevaban a cabo allí y que ayudó a salvar las vidas de 120.000 judíos húngaros que habrían sido deportados a la muerte”.
Crisis moral
Por su parte, el actor Peter Ondrejicka, que da vida a Waler, secunda la relevancia del recuerdo y afirma que “a menudo se dice que el ser humano es una especie amnésica. Y de hecho, si le echamos un vistazo a nuestra historia, encontramos muchos acontecimientos que aunque hayan sido claramente documentados siguen siendo cuestionados y negados. Es descorazonador. Creo que esto viene de la tendencia humana a los celos, la necesidad de buscar culpables y confeccionar diversas conspiraciones. El extremismo está escondido, y solamente sale a la superficie cuando empezamos a discutir temas como este. Es vital que sigamos hablando de esta clase de sucesos y educando a la gente con respecto a ellos, porque las voces de aquellos que lo experimentaron de primera mano se están debilitando y cuando se silencien completamente, esto dará lugar a que aparezcan aún más tergiversaciones. No debemos ni podemos permitir que esto suceda”.
La reciente escalada de odio en Europa, de irracional violencia ultraderechista por parte de grupos que incluso siguen apostando por una negación sistemática de lo ocurrido en los campos, alienta a voces como las de Bebjak: “Nos enfrentamos desde hace unos cuantos años a una crisis social, económica y más recientemente migratoria. Hay gente que tiene miedo a perder la comodidad y la consecuencia de esto es que nuestra moralidad también entre en crisis. Nos enfrentamos a muchos desafíos, es cierto que muchos partidos de extrema derecha están surgiendo y teniendo cada vez más aceptación, porque dan respuestas fáciles a situaciones complejas”, indica el director.
“En toda Europa, cada vez más gente está apoyando los partidos con tendencias fascistas. Los extremistas y sus simpatizantes están ganando terreno progresivamente. Quedarse callado en una época en la que se están atacando los derechos humanos es como apoyar a los que atacan. No podemos permitirnos repetir los pecados de nuestros antepasados”, sentencia. Y para ello, es necesario seguir escribiendo, contando, analizando, recordando y documentando porque como decía Levy “no es en absoluto una cuestión ociosa tratar de definir lo que es un ser humano”.

La opuesta personalidad de los héroes

Alfred Wetzler y Rudolf Vrba se escondieron durante tres noches en uno de los barracones del campo antes de conseguir escapar de Auschwitz con vida tan solo tres semanas después de que fuerzas alemanas invadieran Hungría y comenzaran la deportación de la población judía al campamento. La disparidad de caracteres de ambos, inspiró a Peter Bebjak para la elección exacta de los actores principales, tal y como él mismo detalla: “Peter es una persona más energética y muy rápido a la hora de actuar y de pensar, mientras que Noel que es una persona más instrospectiva, callada y reflexiva. La tensión entre ambos era importante para mi, y más teniendo en cuenta que está basado en hechos reales. Los verdaderos protagonistas, Alfred y Rudolf, escribieron individualmente dos libros y ahí me di cuenta que sus personalidades también eran así de opuestas”.