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El cálculo del cuerpo de Soledad Sevilla

La artista valenciana de jalonada trayectoria se convierte en ganadora del Premio Velázquez 2020
Soledad SevillaSoledad Sevilla
La Razón
  • Pedro Alberto Cruz Sánchez

    Pedro Alberto Cruz Sánchez

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En los grandes premios, suele suceder que quien más se los merece es precisamente quien, por humildad y honestidad, menos se los espera. A mayor justicia, mayor grado de sorpresa. Es el caso Soledad Sevilla (Valencia, 1944), flamante ganadora de la edición 2020 del Premio Velázquez. Pocos minutos después de que la resolución del jurado se hiciera pública, los sentimientos de la artista eran una encendida mezcla de turbación y felicidad: “La noticia me ha sorprendido una barbaridad. La he recibido con una gran incredulidad y emoción, porque es el Nobel del arte. Nunca te lo esperas. Hay tanta creatividad alrededor que, aunque tenga una trayectoria dilatada y mi obra haya tenido cierto reconocimiento, siempre te resulta impensable”. Pero lo cierto es que, pese a todavía no creérselo, el de Soledad Sevilla es uno de los Velázquez más incontestables y merecidos que se recuerden. Además de ser una de las primeras artistas españolas en entender su obra como una apuesta insobornable por la experimentación, la suya es una producción que, pese a abarcar más de medio siglo, demuestra una coherencia pasmosa. Como ella misma reconoce, “toda mi obra evidencia una unidad de principio a fin”.
Quizás, parte de esa sorpresa con la que Soledad Sevilla ha reaccionado a la noticia de este galardón obedezca al carácter “duro” y “desacomodado” que, durante una parte sustancial de su trayectoria, ha tenido su trabajo artístico. La autora valenciana participó, a principios de los 70, en el mítico Centro de Cálculo de la Universidad Complutense, creado tras un acuerdo entre esta universidad y la empresa IBM. El objetivo de este espacio de experimentación fue investigar el uso de las nuevas técnicas de cálculo matemático en la lingüística, la arquitectura, la enseñanza y el arte. A través de formas computables, Soledad Sevilla generó una producción en la que sus tres elementos de interés esenciales -la luz, la materia y el espacio- fueron explorados desde un lenguaje seco, caracterizado por el rigor analítico y el orden geométrico. Según reconoce la propia artista, todo lo acontecido en el Centro de Cálculo “era muy experimental. No estaba muy valorado, puesto que no formaba parte de las necesidades de la sociedad”.
A diferencia de otros artistas abstractos en los que la evolución de su obra los condujo desde el temperamento lírico hasta la frialdad geométrica, la trayectoria de Soledad Sevilla evidencia un sentido inverso de los acontecimientos: sus austeras composiciones iniciales dieron lugar a una lírica que, poco a poco, comenzó a apoderarse de su universo plástico. Lo sensual reemplazó a lo matemático. La propia artista reconoce que estas transformaciones no siempre han obedecido a planteamientos puramente estéticos, sino a circunstancias más bien biográficas: “Muchos de los cambios experimentados por mi obra han obedecido a cuestiones de salud. Los “muros vegetales”, por ejemplo, los realizaba con pinceladas sueltas porque mis circunstancias físicas me impedían hacer una pintura más enérgica”.
Las capacidades corporales determinaban, en consecuencia, el registro, los formatos; formatos que, no obstante, crecían y crecían con el transcurso de los años hasta generar impactantes instalaciones, “environments” que estimulan corporalmente al espectador mediante intensos “paisajes abstractos”. De hecho, el modus operandi de Sevilla es la repetición de un mismo motivo a lo largo y ancho de una superficie hasta conseguir muros casi monocromos que crean una “naturaleza intensificada”. En cada uno de estos “site specifics”, la artista parte de “una idea previa que tengo en mente, y que adapto posteriormente al lugar que se me ofrece”.
Efecto pictórico
Usualmente, estos trabajos a gran escala, envolventes, se han entendido como un complemento a la pintura. Pero ¿por qué no entenderlos como una forma de pintura en campo de expandido? Preguntada sobre este supuesto, la artista no duda en responder: “Sí, pueden ser entendidos como una forma de pintura”. De hecho, en un contexto como el actual en el que la pintura ha desbordado el marco, roto el bastidor, y se ha diseminado de manera imprevisible por el espacio, lo importante ya no es tanto la manera y la materia con la que sea realizada, sino el efecto producido. Las instalaciones de Soledad Sevilla producen un efecto eminentemente pictórico.
La trayectoria de la nueva Premio Velázquez parece querer cerrarse en círculo. “Los cambios vienen -reconoce- porque la vida pasa y te transforma. Pero nunca varía el patrón. Ahora he vuelto a las geometrías del principio”. El gran merito de una creadora como Soledad Sevilla ha sido mantenerse fiel a una matriz desde el continuo cuestionamiento y el incesante espíritu investigador. Su vida ha sido una constante apertura al descubrimiento, al matiz lingüístico todavía no alumbrado. Y, como ya se ha demostrado en anteriores ocasiones, ningún premio institucional más apto para reconocer este espíritu inconformista que el Velázquez -un galardón cuya honestidad a la hora de reconocer trayectorias está fuera de cualquier cálculo geopolítico.
Los palacios de Soledad
La larga y reconocida trayectoria de Soledad Sevilla está jalonada por importantes hitos. En 1993, recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas. En 2007, fue merecedora de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Una de sus intervenciones más importantes tuvo lugar en el El Palacio de Cristal del Retiro Madrileño, en el que reprodujo interiormente la arquitectura del palacio, además de recrear la bóveda celeste. En 2018, realizó en el CEART de Fuenlabrada una amplia retrospectiva de su trabajo, en la que se pudieron contemplar algunas de sus importantes series de los 70.