Benedicta Sánchez: “La gala vendrá con una dosis de sufrimiento”
Es imposible no querer abrazar a Benedicta Sánchez Vila. Charlar con ella, y con su «lengua de trapo», como la propia Benedicta misma dice, es ver a tu abuela o, al menos, a la que hubieras querido tener. A sus 84 años, y una vida que da para un libro, se ha convertido en uno de los personajes de estos Goya por su papel en «O que arde», la película de Óliver Laxe con la que la gallega ha logrado la nominación de mejor actriz revelación a la gallega. Benedicta no pone malas caras, atiende a cada uno como si de su propio nieto se tratara. Por eso uno de los mantras de esta señora es «colaborar por encima de todo». Porque a esta entrañable abuela de O Corgo, en Lugo, no le gusta la «competición», «es una palabra sanguinaria».
De Galicia a Málaga
Le cuesta hablar de la gala y de sus compañeras de butaca –Pilar Gómez, Ainhoa Santamaría y Carmen Arrufat–: «Si me dan el premio, con qué cara miro a las otras chicas, y si no me lo dan cómo vuelvo a Galicia...». Gane o pierda, tiene asumido que «la noche vendrá con una dosis de sufrimiento». Su vitalidad contrasta con una palabra que, dice, quedó lejos para ella, «disfrutar», aunque tirando del hilo se pueden encontrar resquicios para el goce: «Con las cosas más sencillas, la lluvia, el sol, el frío, el bosque... Pero, sobre todo, con la sensibilidad de las personas que tienes cerca». Ni siquiera torció el gesto cuando en Cannes los fotógrafos la tenían «mareada» y recuerda la muñeira que se marcó ante todos: «Me decían ‘‘ven aquí o allá’’, cada uno en su idoma, así que, por no mandarlos por ahí, me salió de las entrañas el baile. Me di cuenta de que Francia se considera muy superior a nosotros», resume.
La historia de Benedicta Sánchez es la de una gallega que no dudó en rebelarse en un tiempo en el que la mujer poco tenía que decir y que viajó allá por donde pudo, de Brasil a Siria. También pataleó ante su propio padre porque no entendía eso de que «no es para niñas»: «Me irrita que me digan que puedo barrer y bordar pero no hacer otra cosa. Me criaron en medio del misterio que, en vez de ayudarme, me perjudicaba porque sentía curiosidad. ¿Que me pueden matan? Bueno, pero si no sientes curiosidad tampoco comes ratones», explica.
De «O que arde», la actriz novel reconoce que es una cinta «para hacer pensar. La película es en pro de la humanidad. Habla del cambio climático para que no nos destruya», explica alguien que vivió la posguerra y que valora todo, «hasta un alambre», puntualiza: «Me duele que las personas despreciemos todo».