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Premios Goya 2020: Dos actrices revelación separadas por 67 años de edad

Benedicta Sánchez (84 años), coprotagonista de “Lo que arde”, y Carmen Arrufat (17), de “La inocencia”, son las aspirantes al galardón de mayor y menor edad de esta edición

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Benedicta Sánchez: “La gala vendrá con una dosis de sufrimiento”

Es imposible no querer abrazar a Benedicta Sánchez Vila. Charlar con ella, y con su «lengua de trapo», como la propia Benedicta misma dice, es ver a tu abuela o, al menos, a la que hubieras querido tener. A sus 84 años, y una vida que da para un libro, se ha convertido en uno de los personajes de estos Goya por su papel en «O que arde», la película de Óliver Laxe con la que la gallega ha logrado la nominación de mejor actriz revelación a la gallega. Benedicta no pone malas caras, atiende a cada uno como si de su propio nieto se tratara. Por eso uno de los mantras de esta señora es «colaborar por encima de todo». Porque a esta entrañable abuela de O Corgo, en Lugo, no le gusta la «competición», «es una palabra sanguinaria».
De Galicia a Málaga
Le cuesta hablar de la gala y de sus compañeras de butaca –Pilar Gómez, Ainhoa Santamaría y Carmen Arrufat–: «Si me dan el premio, con qué cara miro a las otras chicas, y si no me lo dan cómo vuelvo a Galicia...». Gane o pierda, tiene asumido que «la noche vendrá con una dosis de sufrimiento». Su vitalidad contrasta con una palabra que, dice, quedó lejos para ella, «disfrutar», aunque tirando del hilo se pueden encontrar resquicios para el goce: «Con las cosas más sencillas, la lluvia, el sol, el frío, el bosque... Pero, sobre todo, con la sensibilidad de las personas que tienes cerca». Ni siquiera torció el gesto cuando en Cannes los fotógrafos la tenían «mareada» y recuerda la muñeira que se marcó ante todos: «Me decían ‘‘ven aquí o allá’’, cada uno en su idoma, así que, por no mandarlos por ahí, me salió de las entrañas el baile. Me di cuenta de que Francia se considera muy superior a nosotros», resume.
La historia de Benedicta Sánchez es la de una gallega que no dudó en rebelarse en un tiempo en el que la mujer poco tenía que decir y que viajó allá por donde pudo, de Brasil a Siria. También pataleó ante su propio padre porque no entendía eso de que «no es para niñas»: «Me irrita que me digan que puedo barrer y bordar pero no hacer otra cosa. Me criaron en medio del misterio que, en vez de ayudarme, me perjudicaba porque sentía curiosidad. ¿Que me pueden matan? Bueno, pero si no sientes curiosidad tampoco comes ratones», explica.
De «O que arde», la actriz novel reconoce que es una cinta «para hacer pensar. La película es en pro de la humanidad. Habla del cambio climático para que no nos destruya», explica alguien que vivió la posguerra y que valora todo, «hasta un alambre», puntualiza: «Me duele que las personas despreciemos todo».

Carmen Arrufat: “Me siento como una niña en la noche de Reyes”

Carmen Arrufat ya ha activado, dice, el «modo Málaga»: «Disfrutar y lo que venga, bienvenido será». La benjamina de la gala de los Goya y nominada a mejor actriz revelación no oculta su entusiasmo con una cita que recibe «sin nervios». Hace dos años rodaba «La inocencia» y hoy se cruza en la alfombra con las estrellas del cine patrio. Será por ello que esta castellonense no termina de despertar del sueño: «Paso por un estado de felicidad constante». Arrufat se encuentra en ese punto en el que le da igual tener una jornada maratoniana de entrevistas, rodaje, viaje y estudio, que ella tira hacia delante porque, «aunque cansada, siempre estoy contenta». Cerca de cumplir la mayoría de edad, Arrufat no pierde a la cría que lleva dentro, y dice sentirse «como una niña en la noche de Reyes». Esa misma niña que retratarán las imágenes en comparación con los Amenábar, Almodóvar y compañía que tendrá a su vera.
No perder la inocencia
Llega nominada por «La inocencia» y, precisamente, es la inocencia lo que Arrufat desea no perder «nunca». «De hecho, tengo hasta más ganas que cuando empecé». «Por si acaso», confiesa tener el discurso preparado, pero que se conforma con lo conseguido, con haber logrado que la gente se identifique con su personaje y su película: «Es una cinta muy local y por ello puede llegar a más personas. Hablamos de la realidad, de cosas que suceden, y no forzamos las situaciones. Al final el cine es transmitir». Ella lo hizo desde la libertad que le otorgó Lucía Alemany, la directora, que no les obligó a memorizar el texto, «sino a leerlo y a actuar con frases nuestras». De esta forma, Arrufat se mete en la piel de Lis, «una adolescente que vive en un entorno muy pequeño en el que no es fácil descubrirse a sí misma», cuenta. Si Lis busca, en la trama, ir de lo rural a la ciudad, Arrufat ha dado el salto de Castellón a Madrid, donde rueda una serie para TVE y «donde me sentí como en casa desde el principio».
Son 17 los años de Arrufat y una nominación a los Goya, pero es insuficiente para que la joven pierda la cabeza. Reconoce que esa toma de tierra es cosa de su familia, que no le han dejado que se lo crea y que, «aunque me gustaría seguir en este mundillo, no sabes lo que va a pasar, por lo que hay que tener segundas opciones». La suya, la de las Relaciones Internacionales, carrera que le gustaría empezar algún día «si no sale esto». De momento, cuando termine Bachillerato –donde tiene un 9,8 de media–, su objetivo «es darle mucha caña a los idiomas, y si no se puede ser actriz, ya buscaremos otra salida».