Antes conocido como gota fría y ahora correctamente DANA, ha dejado un panorama desolador en Valencia, Andalucía y Castilla La Mancha y, aunque sepamos que no va a durar mucho más, sus efectos serán, para muchos, permanentes. La DANA es el acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos y homenajea al meteorólogo Francisco García Dana, quien durante más de 30 años formó parte de la agencia meteorológica y llegó a jefe del Centro de Predicción del Instituto Nacional de Meteorología. Hasta ahora estos fenómenos eran comunes al finalizar las estaciones de invierno o verano, pero su calendario de influencia se ha extendido a todo el año y en gran parte esto se debe al cambio climático.
Para comprender mejor su origen y sus efectos, vale la pena analizar las partes que lo definen. Por un lado, la palabra depresión define la disminución de la presión atmosférica en un área a medida que nos acercamos al centro de la misma. Los niveles altos, por otra parte, tiene que ver con que estos fenómenos
se forman por encima de los cinco kilómetros de altura. Finalmente, tenemos la condición de aislada, sin duda uno de los aspectos clave de este tipo de eventos. Y al mismo tiempo uno de los más complejos.
Nuestro planeta tiene zonas más calientes que otras debido a la radiación solar. Una vez que esta se refleja en el planeta, vuelve a ascender y se crea una “lucha” con el aire más frío a grandes alturas.
Esta diferencia de temperatura es una de las culpables de las corrientes atmosféricas y los vientos de nuestro planeta. Cuanto mayor es la diferencia térmica entre ambas corrientes, más fuerte será el viento. En lo que respecta a las DANAs hay cuatro corrientes principales que nos importan, dos frías, cercanas a los polos y dos más cálidas y subtropicales.
“Existen distintos tipos de chorros a diferentes latitudes –
explica la AEMET -, el más conocido es el chorro polar. Este lleva asociados máximos de
vientos muy intensos, que superan ampliamente los 180 Km/h. La dirección que normalmente posee el chorro es zonal: fluye de oeste a este rodeando a la Tierra y está limitada a un cinturón de latitudes medias. En su lado más meridional el aire es más cálido que el lado polar. Cuando el chorro, originalmente rectilíneo, se intensifica, se ondula y toma un componente norte-sur muy marcado, se puede generar un proceso de aislamiento y estrangulamiento de parte de esta circulación intensa. Estas circulaciones se aíslan de la circulación general, se alejan de las zonas de origen y llegan a cerrarse sobre sí mismas”. Esa es básicamente la parte de aislamiento de una DANA: una circulación de aire a gran velocidad y altura que se ha “rebelado” a las corrientes habituales.
Esto hace que, en el hemisferio norte,
haya tres zonas donde se forman las DANAs: el Atlántico oriental, el Pacifico Oriental y las zonas costeras de China. Afortunadamente en todos los casos tienen una vida “corta” que no suele durar más de tres días. ¿Se pudo detectar con anticipación esta DANA? Desde hacía varios días los modelos meteorológicos anticipaban un descenso de aire frío en las capas altas. Este es el primer factor que influyó en la intensidad de la DANA. Este aire frío se dirigía hacia la península Ibérica. El segundo de los determinantes fue
la temperatura del Mediterráneo, que el sábado llegó a los 22 ºC, más de un grado por encima de lo normal. La “gasolina” de las bajas temperaturas y el “oxígeno” de un mar caliente ya estaban presentes. Solo faltaba un ingrediente: la chispa. Y en este caso fue la orografía.
Al igual que ocurre en el norte, con la cordillera Cantábrica (que actúa de escudo para que las nubes con lluvia no pasen más allá de ellas), el aire caliente del mar se topó con las montañas cerca de la costa y al ascender se encontró con las corrientes frías propias de las DANAs. Y estas corrientes se mantuvieron activas varias horas, alimentando
el fenómeno que se volvía cada vez más intenso debido a la constancia y a las amplitudes térmicas que se manejaban en la región.
El cambio climático, el último de los factores, indica que, si todo sigue como ahora, estamos recién empezando. Y cada vez más personas se verán afectadas. No solo porque
el Mediterráneo acumula cada vez más energía debido a las altas temperaturas, sino porque cada vez hay más zonas cercanas a la costa habitadas.