Visión de ciudad
Eduardo Mendoza: «Con Barcelona tenemos una relación femenina, de madre»
El autor de «La verdad sobre el caso Savolta» dio una conferencia en el Círculo de Economía
Probablemente sea Eduardo Mendoza una de las voces literarias que mejor nos han enseñado a observar Barcelona. A la ciudad le ha dedicado no pocos libros, tanto desde la narrativa de ficción –«La verdad sobre el caso Savolta», «La ciudad de los prodigios» o «Mauricio o las elecciones primarias»– o el ensayo –«Barcelona modernista»–. Por tanto, era evidente que habría expectación por escuchar al escritor en la conferencia que dio en el Círculo de Economía bajo el provocador título de «Barcelona, prodigio o desperdicio». Y Mendoza no defraudó a los muchos asistentes al acto.
Presentado por el escritor Jordi Amat, el autor de «El año del diluvio» aseguró que «las ciudades tienen una extraña personalidad que se debe a cosas como que unas son masculinas y otras son femeninas. Barcelona es femenina y Madrid es masculina. Es importante y forma parte del imaginario colectivo. Con Barcelona tenemos una relación femenina. La consideramos una madre».
Para Eduardo Mendoza pidió que «volviera a ser una ciudad de cultura. Lo fue y ha dejado de serlo. La cultura no es nuestra especialidad. Fue creativa de arte, de música... Le pediría también que tuviera una universidad activa y participativa, no unos guetos donde se dan títulos».
Preguntando por la influencia que ha podido tener todo lo vinculado con el «procés» en el funcionamiento actual de la ciudad, Mendoza comentó que «no sé en qué medida el pujolismo, el independentismo, el nacionalismo ha influido en la cultura de la ciudad, aparte de factores concretos como la marcha de empresas. ¿Ha influido tanto como dice Vargas Llosa? No lo sé. Habla de un momento en el que estaban los escritores más famosos del mundo. Esto no volverá a pasar, pero ¿es por movimientos político y sociales? Diría que no». Asimismo apuntó, sobre este aspecto y su huella más allá de nuestras fronteras que «tengo la impresión que a efectos de turismo y personas vivir aquí, el nacionalismo se lo pasan por el forro. El nacionalismo es un problema nuestro. No creo que nos haya creado mala prensa. Hay muchos extranjeros que vienen y se hacen “indepes”. Les parece fantástico».
El escritor empezó su intervención rememorando la Barcelona de su infancia y su juventud. En aquel momento la capital catalana era «una bella durmiente. Pacífica y aletargada. Tiempos malos, pero no tan malos como perviven en la memoria colectiva. Había pasado primera ola de represión, una callada opresión, pero no se notaba mucho. No había desempleo porque muchos estaban en el exilio y otros habían muerto. Las mujeres estaban en casa. Había tranquilidad y seguridad. Un régimen dictatorial es perfecto para una ciudad, todo funciona muy bien. Son como las drogas, cuando se toman son buenas, pero después no lo son sus efectos. Aún pagamos la factura de esos años tan tranquilos.
Posteriormente descubrió que Barcelona había olvidado en ese momento lo que había sido su historia. «Empecé a leer historia, también las hemerotecas y las bibliotecas privadas. Me di cuenta que Barcelona era una ciudad de grandes conflictos sociales, una de las más violentas de Europa, a finales del XIX y principios del XX donde se ponía una bomba en su teatro de ópera. Era una ciudad de pistoleros. Quería contar en términos de relato todo lo que iba descubriendo. Lo hice en un libro que se llamaba “Soldados de Cataluña”. El censor pensaba que era un llamamiento a las barricadas, pero lo que quería decir es que era una ciudad de los pistoleros».
Mendoza cerró con un deseo: que el tranvía «no pasé por la puerta de mi casa».
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