Hermoso y Morante, a hombros, en honor de la libertad en Cáceres
La plaza extremeña reabre sus puertas después de seis años de abandono del patrimonio
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Un milagro. Volver a abrir la plaza de Cáceres en poco menos de un mes ha rozado el milagro en el punto de abandono en el que estaba una vez que el PSOE decidió no dar toros. En esta plaza que data de 1846 y que forma parte, gustos aparte, del patrimonio cultural de la ciudad, pero para eso habría que dar por hecho que los gobernantes de turno se hacen cargo de las ciudades que dirigen más allá de los intereses propios y es mucho pedir. Derruida y abandonada se encontró José María Garzón esta plaza. Hoy volvía a abrir sus puertas para ver hacer el paseíllo a Hermoso de Mendoza, Morante y Ortega. Bonito cartel.
El rejoneador navarro tiró de clasicismo en el toro que abría plaza, el que suponía el regreso verdadero. Sobriedad con un toro manejable mientras el público iba entrando poco a poco en la tarde. Fue con Morante cuando despertamos, aunque se protestó al toro, que era más novillo que otra cosa (con el ojo hecho a Madrid ni os cuento). A la verónica estuvo bonito, sedoso y la faena intermitente con un buen ejemplar de Domingo Hernández, que tenía la gran virtud de colocar la cara abajo. Lo bueno de Morante es que todo lo que hace tiene mucha profundidad, entidad y belleza y eso siempre suma y en estos tiempos, más todavía. Pinchó antes de una estocada hasta la bola, de esas que no suelen ser habitual en él y se notó que lo había gozado.
Morante nos regaló momentos de plena plasticidad con un quinto, que tenía buen ritmo y el fuelle justo. El comienzo de faena fue torería pura, los remates y aquellas tandas en las que logró la ligazón. No está tan fresco, pero el de La Puebla es torería.
Con Juan Ortega el toro volvió a demostrar que el tamaño es una cosa y las complicaciones otras. Fue terciado también, pero tenía un comportamiento desafiante desde que salió. No le dejó estar a gusto con el capote de salida. Tenía un ritmo extraño. Se paraba con brusquedad y reponía. Eso sí en el quite por chicuelinas le sopló tres medias de misterio profundo. Despaciosas en honor al don que tiene. Hay cosas que son difíciles de entender o se hacen del tirón. A Jorge Fuentes, su peón, le apretó con los palos y pasó apuros en el tercio. Pues ya muerto, con la estocada metida, se lo acabó llevando por delante. Feo. Qué cosas. La faena de Ortega fue muy interesante porque no era fácil. Ortega se lo hizo todo con la bamba, buscando embarcar con los vuelos, al natural encontraba muy pronto el toro el camino de vuelta. Firme Juan en un proceso de crecimiento extraordinario.
Suavón fue el comienzo de faena al sexto, pero las ilusiones se desvanecieron en cuanto el toro se rajó, que fue el acabar la tanda. Nunca volvió a recuperar formalidad la embestida ni emoción. Lo intentó Ortega, pero había poca que rascar.
En el cuarto se metió Hermoso al público en el bolsillo, con una faena expuesta, en la que dejó que se acercara mucho el Murube a las monturas. Tanto que uno de sus caballos salió lastimado y anduvo certero con el rejón de muerte. De ahí el doble premio, las dos orejas, la Puerta Grande, por la que salió el rejoneador junto al torero de La Puebla. Era una buena manera de celebrar el regreso de los toros, el regreso de la libertad, un «basta ya» de prohibiciones y el ejercicio abusivo y reiterado de los poderes públicos. Y de todos.
CÁCERES. Primera de feria. Se lidiaron toros de Murube, para rejones, y Domingo Hernández para lidia ordinaria., muy terciados de presentación. El 1º, manejable; 2º, bueno; 3º, complicado; 4º, bueno; 5º; noble y con buen ritmo; 6º, deslucido. Dos tercios largos.
Pablo Hermoso de Mendoza, pinchazo, rejón (saludos); rejón (dos orejas).
Morante de la Puebla, de buganvilla y oro, pinchazo, buena estocada (oreja); pinchazo hondo (oreja).
Juan Ortega, de grosella y azabache, media (saludos); estocada (silencio).