Cinco trofeos, espada imbatible, oficio y alegría en la encerrona de Ginés Marín
El diestro salda su tarde con la salida a hombros en la cuarta de la feria de Santiago de Santander
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En el mismo centro de la plaza de este ruedo de arena negra intentaba Ginés contener las arrancadas del toro. Era el primero. Uno de seis. Todos para él. Era su gesta. Su día. Su tarde. Era su solo que dicen en Francia. Su encerrona con reses de distintas ganaderías antes de continuar la escalada de la temporada y afrontar la empinada cuesta bilbaína. Vestido de carmín y oro, emprendió el paseíllo sin nadie con quien repartirse miedos de igual a igual (que no fuera la cuadrilla). Luego vino el himno, el que lo sacaran a saludar y la tétrica hora de la verdad. Comenzó el de Domingo Hernández que es un aval. El terciado toro en cambio esta vez no estuvo a la altura. Rajado, queriéndose ir siempre de la muleta de Ginés y sin empujar en el engaño no dejó demasiado lugar ni a la alegría ni a que la faena levantará el vuelo. Marín lo supo, intentó retenerlo de los medios hacia toriles y fue al final cuando logró los pasajes de mayor calado. Quedaba mucho.
El Jandilla que saltó en segundo lugar tuvo las fuerzas contenidas, el ímpetu retenido, quería y tomaba la muleta con cierta calidad pero sin ganas. Ginés alivió por fuera en los primeros compases de la faena y la miga estuvo en los ritmos. Aguantó las paradas, con los vuelos tiró de él y en esa despaciosidad y en el arrimón del final acabó por meterse a la gente en el bolsillo. Todo dentro de la corrección.
Al de Pallarés le presumimos más potencia en el viaje, unos códigos que impusieran emoción a la tarde, pero no fue así. No sé cuántos muletazos había transcurrido en la faena cuando el animal, de 560 kilos, corto y regordío, decidió que hasta ahí había llegado su película y entonces apenas pasó en la muleta de Ginés. Al paso y con un trote que no era ni bueno ni malo, porque tampoco quería coger sino simplón. Territorio complejo en un ruedo. Marín, que andaba a gorrazos durante la corrida, siguió por ahí, fácil, con recursos y oficio y lo mató a la primera. Un cañonazo con la espada toda la tarde con un tiempo soberbio para hacer la suerte. Sumó un trofeo más.
El capricho del destino vino con el cuarto. El día anterior se lidió la corrida de Juampedro que no salió buena y en cambió sí el único toro que lidió con fondo de bravo y con duración para embestir hasta el final. Ginés le cortó un solo trofeo después de matarlo bien, a la primera y por arriba. ¡Qué sitio tiene con la espada! Estuvo bien, correcto, haciendo exactamente lo mismo que había hecho a los tres anteriores. Milimétrica faena. Valió. La gloria rondaba al otro lado del río, donde hay abandono, calidad y ese algo que hace diferente al resto el pelotón.
El quinto de Bañuelos fue brusco, pero iba y venía hasta que acabó por desentenderse, dejándose hacer. Así la faena.
El sexto de El Parralejo fue toro de nota que además fue a más, con duración, repetidor en la muleta y con franqueza en el viaje. Resultó faena airosa, muy del gusto de la afición para el final de fiesta. Lo mejor de ese trasteo y de toda la tarde vino casi como broche de la labor en el cambio de mano, ese sí repleto de cadencia, torería y toreo bajo. Rezumó personalidad. Se tiró a matar con toda la verdad el mundo y la espada cayó en la misma yema. Fueron entonces dos trofeos, dos, que sumaban cinco, con dos toros de nota, de Juampedro y El Parralejo, para un torero sobrado que contentó sin arrebatar. (Y al que no le superó la tarde).
Ficha del festejo
Santander. Cuarta de la Feria de Santiago. Se lidiaron toros, por orden de lidia, Domingo Hernández, Jandilla, Pallarés, Juan Pedro Domecq, Antonio Bañuelos y El Parralejo. El 1º, rajado y manso; 2º, de poco fuelle, 3º, descastado y paradote; 4º, bueno, con fondo; 5º, brusco, de largo viaje y sosote; 6º, bueno, repetidor y franco. Más de media entrada.
Ginés Marín, como único espada, de carmín y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada (oreja);estocada (oreja); estocada (oreja); pinchazo, estocada corta (saludos); buena estocada (dos orejas).