Premios Goya 2023: Ramón Barea, el hombre que siempre estuvo allí
Nominado a los Goya por primera vez con 73 años, el actor bilbaíno reflexiona sobre su papel en «Cinco lobitos» y una exitosa carrera de más de cuatro décadas
Madrid Creada:
Última actualización:
Cuenta, entre risas, que empezó en esto del cine por casualidad. «Éramos unos veinteañeros que veníamos del teatro. Imanol Uribe necesitaba gente para una película sobre ETA, sobre la fuga de la cárcel de Segovia. Allí nos presentamos con un amigo y nos dijeron que sí, que el calvo y el del bigote, para adentro». Aquel «calvo» era el mítico Álex Angulo y «el del bigote», Ramón Barea (Bilbao, 1949), que el sábado afronta su primera nominación al Goya como Actor de Reparto por la aplaudida «Cinco lobitos», de Alauda Ruiz de Azúa. Aquel debut, en «La fuga de Segovia» (1981), sería la primera de más de 170 participaciones en películas y series a lo largo de cuatro décadas de exitosa y longeva carrera. Y es que este año, además de por su papel de padre y abuelo en la película más emotiva del año, Barea acudirá a Sevilla mirando con atención hacia otros dos Premios Goya: el de Mejor Cortometraje de Ficción, protagonizando la nominada «La entrega», y el de Mejor Película de Animación, como narrador en la versión en español de «Unicorn Wars».
«Yo pensaba, por ser actor de la periferia, que el cine era para otros. Y eso también me llevó a una especie de desapego con los Goya, incluso siendo académico desde el principio», explica Barea a LA RAZÓN mientras ensaya «La lucha por la vida», de Pío Baroja, que está por estrenar en el Teatro Arriaga de Bilbao. Y sigue, a punto de acudir a su segunda gala de los Goya en 37 años de historia de los premios del cine español: «Quizá también he huido un poco, porque disfrutaba en casa, viendo por la televisión cómo premiaban a los compañeros. Y cabreándome mucho cuando criticaban la gala por ser demasiado larga. Joder, para un día que hay. Ahora, que no es que vaya a verlos, sino que voy a vivirlos como nominado, me desconcierta. Es como si hubiera estado cuarenta años preparándome para esto», confiesa el intérprete.
Secundario de lujo en casi todas las películas de Uribe durante los ochenta y noventa, Barea forma parte de esa generación vasca de actores de teatro que mutaron a naturales, junto al citado Angulo o Karra Elejalde, apoyos estructurales, también, de las primeras películas de Álex de la Iglesia, Enrique Urbizu o Juanma Bajo Ulloa. Y así, entre la actividad de esa Karraka que dirigió como compañía teatral en Bilbao durante años, el cine y su paso a la televisión, Barea, podría decirse, es el hombre que siempre estuvo allí. En «Adiós pequeña», «Acción mutante», «Los peores años de nuestra vida», «Muertos de risa», «La comunidad» o, ya en 2010, en la comedia «No controles», de Borja Cobeaga, quizá la película en la que conoció por primera vez ese registro de figura paternal inapelable en el que tan bien se maneja ahora y en el que brilla en «Cinco lobitos», como hombre vetusto, anquilosado e iracundo incluso por momentos. Su Koldo, molde inquebrantable del hombre de toda la vida, es la mirada resignada, a tiempos la conformidad y en ocasiones el cariño, la violencia de un gesto, el enfado infantil y el gesto de amor.
¿Quizá haya sido nominado por un papel inspirado en su propia concepción del paso del tiempo? «Siempre cuentas a través de ti mismo, de tus propias memorias y emociones. Aquí había que fantasear menos. Soy abuelo y soy padre, he tenido en brazos a mis hijas y a mis nietos. Hubo una cosa muy bonita que planteó Alauda y era inventarse una historia particular de los personajes. Responder a preguntas sencillas, con Susi, como dónde nos habíamos conocido. ¡En Lekeitio! Pues vale. ¡En verano! ¡En un festival! Ibas jugando a construir una historia y Alauda te decía que improvisaras ese momento. De pronto, a partir de un pacto de imaginación se creaba un vínculo. Ese juego, que tenía que ver con la realidad, para ceñirnos a la normalidad, te hacía llegar al rodaje con la sensación de que te conocías de antes. Así es como formamos de verdad la familia», explica sincero el intérprete.
[[DEST:L|||Es como si hubiera estado cuarenta años preparándome para esto|||Ramón Barea]]
«No he tenido nunca representante, tengo la suerte de que me llaman y es fácil localizarme. Para “Cinco lobitos” me llamaron directamente de producción, algo raro, porque cada vez se estila más lo de hacer cincuenta pruebas y cástings. Hay una cierta desfachatez a la hora de pedir a la gente estas cosas. Imagino que a las empresas de cásting les viene genial decir que han probado a 40 actores, pero es bastante torpe el procedimiento», explica el actor sobre cómo llegó al proyecto. Y sigue: «Y así quedamos un día con Alauda. En Bilbao, que ella es de Barakaldo. Estuvimos la tarde entera y no hablamos en absoluto de la película, del guion o de secuencias. Estuvimos hablando de mis vivencias, de mis padres, de mis hijas y mis nietos. Es una película que tiene que ver con el afecto femenino, con los cuidados, con la mortalidad. Y ahí me di cuenta. Fue más como una sesión de terapia que un cásting para una película», completa.
Y sigue, analizando el éxito en el hiperrealismo sensible de Ruiz de Azúa, retrato crudo y a la vez tierno del aprendizaje continuo: «Viendo la película todavía me emociono, con frases, miradas y reacciones que me siguen conmoviendo. Incluso las cosas que dice Koldo, es como si Alaudia hubiese tenido una forma de mirar que nadie había tenido antes. En el cine, normalmente no se aguanta que una niña llore demasiado, porque incomoda al espectador, pero aquí la niña llora. Y vaya si llora. ¡Que alguien la coja! Sin embargo, como padre, me acuerdo que una de las cosas más impresionantes era ese llanto, esa desesperación por no saber qué hacer. Hay cosas que sabes que vienen de la propia experiencia. Y esas cosas normalmente se saltan, pero la vida consigue filtrarse a través de la película».
Barea, que reconoce que en este papel hay mucho más de sí que en cualquier otro, confiesa que casi desea que no le den el Goya para no acomodarse: «Siempre he sido un emprendedor, eso que se dice ahora, de la interpretación, entonces, no me asusta el futuro. No porque me vaya de maravilla, que también, sino porque siempre he empujado. Y he hecho lo que hiciera falta. Sin haber sido nunca una primera figura de nada, sí tengo mi prestigio y mi permanencia, que es lo que realmente me importa. Vivo en un estado de felicidad permanente», completa el actor, que sí tiene listo el modelito pero no el discurso, aunque su nieta insista en que le va a «tocar» esta vez el premio: «Yo voy a ir a pasármelo bien. Y, como en los Feroz, celebraré cada premio a la película como si fuera mío», se despide.