Altos vuelos
Como Andrés Neuman (1977) en «Patio de locos», Mateo Rello (1968) en «Meridional Asombro», y Tina Suárez (1971) en el «western» femenino «Brevísima relación de la destrucción de June Evon», entre otros, conforman una tendencia que parece ganar adeptos en los últimos tiempos entre poetas españoles en torno a la cuarentena; es un cultivo híbrido entre la narración y la lírica, con una marcada ironía crítica. Un género de poesía-ficción o lírica de aventuras, con cierto predicamento en la tradición anglosajona (Kipling, Stevenson...), pero muy novedoso en las letras españolas, al que cabría bautizar como «poematos» (entre el poema y el relato). En esa orientación se inscribe, en parte, «La universidad blanca», el primer poemario de Ismael Belda (Valencia, 1977), en el que, oblicuamente, todo es blanco menos la concepción de la poesía.
«Al Oeste de todo, en un profundo valle, / vi la Facultad Blanca. Fue en una calle / de Carcasona...», se expresa en «La narración» que sirve de bisagra entre el «poemato» inicial, «Fragmentos del autómata», y la tercera sección, «Vesperal», de sentida factura clásica, entre intimista y expresionista. Pese a tratarse de una ópera prima, se aprecia la enjundia y la maceración de estos tres poemas-poemarios, con valor autónomo, y cuyo contraste ofrece una sugerente polifonía entre el vuelo lírico y el prosaísmo propio del «poemato».