Wallada bint al-Mustakfi, la princesa poetisa
El legado de esta gran poetisa andalusí no está sólo en sus versos sino en la luz cultural que aportó al califato, junto a otras intelectuales de su época


Creada:
Última actualización:
Una de las poetisas más célebres del califato de Córdoba fue Wallada bint al-Mustakfi, quien recordaba su tierra con cariño («¡Oh, Córdoba lozana!») mientras exclamaba en sus versos: «¿Pueden acaso volver tus noches deliciosas, / cuando la hermosura era un regalo a los ojos, / y las músicas un placer para los oídos?».
Nació entre el 994 y el 1010 en la cuna califal de la ciudad de Córdoba. Era hija de la esclava cristiana Amin’am y del undécimo califa de Córdoba, Muhammad III. A pesar de la inestabilidad, recibió una esmerada educación literaria. En 1024, su padre ascendió al trono, pero apenas diecisiete meses después fue asesinado. Su caída estuvo marcada por la humillación: huyó disfrazado de mujer, dejando a su esposa e hija solas en la capital. Sin embargo, bint al-Mustakfi logró conservar su independencia, vendió los derechos reales de su padre y evitó ser forzada a un matrimonio.
Con su herencia, fundó un salón literario que pronto se convirtió en el centro neurálgico de la cultura cordobesa. En estas veladas, poetas y poetisas se enfrentaban en duelos verbales, lanzando ingeniosas sátiras. Su popularidad atrajo a intelectuales de su tiempo y, como ocurriría siglos después en los salones literarios de Isabella d’Este, Catalina de Vivonne marquesa de Rambouillet o Gertrude Stein, su tertulia se convirtió en una referencia cultural.
La tradición de estos salones, lejos de ser una invención parisina del siglo XVII, hunde sus raíces en la dinastía omeya. Se cree que la princesa Sukayna bint al-Husayn (siglos VII-VIII) fue la primera mujer en la historia en ostentar un círculo literario en su propia casa. Como ella, bint al-Mustakfi es recordada por combinar erudición, audacia y transgresión: entre otros actos de independencia se negó a portar velo en público, mostrando su cabello pelirrojo y sus ojos azules. También educó a muchas mujeres en el arte del canto y en el de la poesía sin importar sus orígenes.
Su alumna más renombrada fue Muhya bint al-Tayyani, que la mencionó en versos satíricos –con el estilo característico de su maestra– que aludían de forma provocadora nada menos que a la Virgen María.
La poesía de bint al-Mustakfi osciló entre lo sublime y lo mordaz. En algunos versos, la cordobesa evocaba la delicadeza del amor secreto: «Cuando caiga la tarde, espera mi visita, / pues veo que la noche es quien mejor encubre los secretos; / siento un amor por ti que si los astros lo sintiesen, / no brillaría el sol, / ni la luna saldría, y las estrellas / no emprenderían su viaje nocturno». Pero, por supuesto, también podía ser feroz en el manejo de su pluma.
Amores y desamores
Fue en su salón literario donde conoció y cortejó al poeta Ibn Zaydún. Sin embargo, la relación secreta y apasionada acabó abruptamente por una infidelidad del poeta, lo que desató los veros de bint al-Mustakfi, cargados de ironía y desprecio contra Zaydún: «Si fueras justo con el amor que existe entre nosotros, / no habrías escogido ni amarías a mi esclava; / has dejado una rama donde florece la hermosura / y te has vuelto a la rama sin frutos. / Sabes que soy la luna llena, / pero, por mi desdicha, / de Júpiter estás enamorado».
En total, le dedicó hasta nueve poemas de burla feroz, revirtiendo el tópico de la mujer que calla y sufre en silencio la humillante infidelidad de su amante.
Nunca se casó, pero tuvo otros amores. Cuando el califato cayó y dio paso a los reinos de taifas, encontró protección en dos figuras clave: por un lado, el escritor Ibn Hazm, autor de «El collar de la paloma», y, por el otro, el visir Ibn Abdus, su eterno enamorado. Este último se mantuvo a su lado hasta el final de sus días.
Wallada bint al-Mustakfi vivió más de ochenta años, según cuenta el cronista Ibn Bassam, quien también registró las gestas del Cid Campeador. Su muerte coincidió con la caída de Córdoba a manos de los almorávides el día 26 de marzo de 1091. El legado de esta gran poetisa no solo está en sus versos, sino en la luz cultural que aportó al califato, junto con otras intelectuales de su tiempo. Perteneció a una brillante generación de escritoras y poetisas andalusíes entre los siglos X-XII, como Hafsa bint al-Hayy al-Rakuniyya, Nazhun bint al-Qala’iyya y Sara al-Halabiya, entre otras.
La vida y obra de Wallada bint al-Mustakfi inspiraron a generaciones posteriores, convirtiéndola en una figura legendaria de la literatura árabe. Hoy, su recuerdo pervive en el «Monumento a los Enamorados», situado en el Campo Santo de los Martíres de Córdoba, donde los versos de su pasión indomable siguen resonando debajo de unas manos que se tocan por la eternidad.