La traición que dejó entrar al Islam y acabó con los visigodos
La conquista islámica de la península Ibérica suscitó una amplia gama de respuestas por parte de sus habitantes visigodos e hispanorromanos, dando lugar a situaciones y resultados muy diversos
Creada:
Última actualización:
La historia de la humanidad está plagada de traiciones y actos de mala fe que afectaron profundamente al devenir de los acontecimientos, y la de Hispania guarda entre sus páginas un caso verdaderamente espectacular. En el año 711 desembarcó en Gibraltar un poderoso ejército norteafricano de unos doce o trece mil efectivos. Su líder, Tariq, servía al califa de Damasco y llevaba la bandera de un Imperio, el omeya, que por aquel entonces reunía a todos los musulmanes de la tierra en un único Estado. El rey visigodo Rodrigo les hizo frente con un ejército que, según todos los indicios, era muy superior en efectivos. Además, contaba con una caballería vigorosa y bien adiestrada, mientras que su contrincante carecía de ella.
De modo que, cuando los dos ejércitos se dispusieron el uno frente al otro en lo que ha venido a denominarse batalla de Guadalete, todo parecía indicar que la victoria se decantaría a favor del visigodo. Y sin embargo no fue así. Al cabo de cierto tiempo de haber comenzado la lucha, las dos alas del ejército visigodo, encabezadas por Sisberto y Oppas, traicionaron a su rey. Rodrigo, de pronto, perdió dos tercios de su ejército y, con ello, cualquier esperanza de alzarse con la victoria. La lucha desembocó en una simple matanza en la que también cayó el propio rey. A continuación, Tariq y otros comandantes omeyas prosiguieron la conquista hacia el norte, hasta consumar la extinción del reino visigodo.
¿Pero, por qué traicionaron al rey? Los mencionados Sisberto y Oppas eran hermanos del predecesor de Rodrigo en el trono, el rey Witiza. A la muerte de este último (en 710 o 711) estalló una crisis sucesoria en el reino que se zanjó con la violenta entronización de Rodrigo, y todo apunta a que muchos nobles no estaban conformes, tanto que los territorios de la Tarraconense y la Septimania reconocieron a otro rey rival, de nombre Agila. Podemos suponer que los hermanos del difunto Witiza se avinieron a colaborar con Rodrigo, pero secretamente aguardaban a la primera oportunidad para quitárselo de en medio y reinar en su lugar. Y la ocasión fue, precisamente, la de la invasión norteafricana.
Ahora bien, lo que a continuación se produjo no fue la entronización de Sisberto ni de Oppas ni de ninguno de sus familiares sino la conquista islámica de la Península. ¿Entonces, fue un cálculo político erróneo? No del todo. Según una de las fuentes, Sisberto y Oppas habían pactado con Tariq que, a cambio de su traición, recibirían las 3.000 fincas que hasta entonces pertenecían a la corona visigoda. Es decir, se habían garantizado que, en caso de triunfar los árabes, ellos seguirían siendo una de las familias más ricas y poderosas de la Península. Y, en efecto, así fue. Años más tarde, la nieta del rey Witiza, conocida como Sara la Goda, seguía gozando de una posición social de preeminencia, y lo mismo el tataranieto de esta, el historiador Ibn al-Qutiyya. ¿Qué significa esto? Que Sisberto y Oppas actuaron en beneficio de su linaje. No les importaba la ruina del reino visigodo, lo único realmente relevante era que tanto ellos como sus descendientes siguieran poseyendo tierras, riqueza e influencia. Tampoco parece que la llegada de una nueva fe, la islámica, fuera un grave impedimento, y muchos nobles se convirtieron a la fe de sus nuevos amos.
Otros, sin embargo, siguieron fieles a sus creencias cristianas y trataron de capear el temporal por medio del pacto y la negociación –los denominados «suhl» o «musalaha», «tratados de paz»–. En uno de los casos un tal Teodomiro negoció un estatus de reyezuelo semiindependiente al frente de un amplio territorio con capital en Orihuela.
Por otro lado, la arqueología manifiesta una proliferación de ocultaciones, lo que sugiere que muchos pensaban que la presencia de los árabes sería algo pasajero y que pronto podrían volver a su vida anterior. Algunos sucesos parecían darles la razón, como el hecho de que el califa Umar llegara a considerar el abandono de la península Ibérica, o que la viuda del rey Rodrigo, Egilona, casada con Abd al-Aziz, hijo de uno de los conquistadores (Muza), instigase a su marido para que asumiera individualmente la autoridad, es decir, se convirtiera en rey autónomo en Hispania.
En suma, lo que vemos es una amplia gama de respuestas a una misma coyuntura traumática, que rompía la baraja y obligaba a buscar acomodo en la nueva realidad, algunos mediante la resistencia, otros mediante la traición, y la mayoría mediante el pacto y la negociación.
- '[[LINK:EXTERNO|||https://www.despertaferro-ediciones.com/revistas/numero/desperta-ferro-antigua-y-medieval-86-batalla-de-guadalete-hispania-visigoda-rodrigo/|||Guadalete y la caída de la Hispania visigoda]]' (Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º 86), 68 páginas, 7,50 euros.