Buscar Iniciar sesión

La canción que se convirtió en una sentencia de muerte

El cantante Xuso Jones crea una canción de la mano de Amnistía Internacional para salvar la vida de un joven nigeriano condenado a la horca por blasfemar contra Mahoma
ArchivoArchivo

Creada:

Última actualización:

En algunos lugares del mundo, rincones amurallados en donde la mayor parte de sus construcciones son de barro y la religión islamista cementa las cabezas de sus habitantes, espacios territoriales remotos, culturalmente lejanos y contradictorios si se observan desde la sesgada perspectiva eurocentrista, una canción puede llegar a convertirse en una sentencia de muerte. Por rocambolesco que pueda sonar la música se ha convertido para Kano, una extensa ciudad ubicada en el norte de Nigeria donde tan solo un 1% de la población se reconoce cristiana, en una potencial amenaza contra la libertad. Pese a que, tal y como han declarado en múltiples ocasiones diversos relatores de la ONU “la expresión artística de opiniones y creencias, a través de canciones y otros medios, incluidas aquellas consideradas como ofensivas para las sensibilidades religiosas, está protegida por el Derecho Internacional”, el país africano parece sentirse cómodamente ajeno a esta realidad.
La última víctima de este dislate gubernamental y humanitario se llama Yahaya Sharif-Aminu. En agosto del pasado año con tan solo 22 años de edad, fue condenado por un tribunal islámico a morir en la horca por supuestamente blasfemar contra Mahoma en una canción que difundió por internet. La proyección precipitada y expansiva de las redes sociales hizo posible que no tardara demasiado en hacerse viral y la consecuencia directa de ello se tradujo en una bronca manifestación y en el incendio inminente de la casa de sus padres por parte de un grupo de jóvenes.
En consonancia con el sinsentido de la condena, las herramientas de defensa con las que contó el joven para exculparse de las acusaciones fueron nulas. Ni antes de que se celebrara el juicio ni durante el transcurso del mismo pudo Yahaya contar con un abogado. Según detallan algunos medios locales, el fiscal subrayó que Sharif-Aminu fue declarado culpable tras “insultar” a un credo religioso con la única intención de “herir los sentimientos de los fieles musulmanes”, al incurrir a través de varias estrofas en degradaciones hacia el profeta Mahoma. El radicalismo, la extremada sensibilidad ideológica o una aplicación tendenciosa y errónea de los preceptos sobre los que se asienta la creencia concreta, conlleva que una manifestación cultural como la música pueda adquirir naturaleza de provocación y de blasfemia en cuestión de horas.
Debido a la extrema gravedad de la condena, activistas de derechos humanos se movilizaron y presionaron para que pudiera respetarse su derecho a representación letrada. El esperanzador resultado fue que el tribunal le permitió finalmente recibir asesoramiento jurídico para preparar la apelación en condiciones. En unas declaraciones para Europa Press, la relatora especial de la ONU sobre derechos culturales recordó que “la criminalización de estas expresiones es ilegal” y que “la música no es un crimen”. “La aplicación de la pena de muerte por compartir una canción en Internet es una violación flagrante del Derecho Humanitario, así como de la Constitución de Nigeria”, sentenció.
Los meses transcurren y la vida del joven Yahaya sigue pendiendo de un hilo. Continuando con su política de defensa acérrima de los derechos humanos la organización Amnistía Internacional ha contado con la participación del cantante murciano Xuso Jones para respaldar una recogida de firmas cuyo principal objetivo es conseguir que el Gobernador de Kano anule la condena a muerte del nigeriano. “Una luz que se encuentra apagada, un latido que escucha mi alma. Que la vida a ti te abrace y que no te vayas y sigas aquí. Porque hoy gritaremos por ti, unidos junto a ti. Nuestras voces con Yahaya”, reza el comienzo de la letra compuesta por el artista murciano. La histórica organización lleva desde 1961 denunciando situaciones de flagrante injusticia como esta y ahora vuelve a apostar por la acción colectiva para impedir que la belleza melódica de algo tan universal como la música pueda convertirse en un delito. Y es que no hay nada más inofensivo que la libertad.