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«Ahora es más Irene que nunca»

Triste adiós en Madrid. La esposa del ex ministro José María Michavila fue enterrada ayer en Madrid

Irene Vázquez en una de sus imágenes favoritas
Irene Vázquez en una de sus imágenes favoritaslarazon

La pérdida no sólo deja el mundo en suspenso, tiene el poder de dar un nuevo sentido a aquello que antes parecía banal y cotidiano. Por esos caprichos del destino, en la estantería de Irene Vázquez, la esposa del ex ministro de Justicia José María Michavila, palpita un libro que hoy ha adquirido un nueva dimensión para los suyos, como si abandonase el reposo en su balda para gritar aquello de que «el dolor es el megáfono que utiliza Dios para despertar a un mundo de sordos». Se trata de una de las citas de «Una pena en observación», de C. S. Lewis, el escritor británico sobre el que Irene estaba a punto de presentar su tesis doctoral. El azar quiso llevársela de improvisto el mismo día en el que se cumplían 50 años del fallecimiento del autor de «Las crónicas de Narnia», dejando tras de sí un vacío gélido y cruel.

Escala de valores

Pero, a pesar de que frente a la muerte se tiende a hablar sólo de pérdidas, en el caso de Irene parece más justo destacar lo que ha legado al mundo en sus 40 años de existencia y lo que han ganado quienes tuvieron la suerte de formar parte de su vida. Solidaria, creyente, volcada en su familia y en su trabajo universitario, su entorno destaca de ella que «ha sido una mujer con la escala de prioridades muy clara en un mundo como el de hoy, en el que la fama, el poder y el dinero lo mueven todo. Tuvo acceso a esas cosas y supo ver que ninguna de ellas era lo realmente importante para ser feliz en la vida». Además de su marido, tenía cinco grandes motivos para hallar la alegría: sus hijos Irene, Beatriz, Pepe, Ana y Juan, el pequeño que nació el pasado día 1. «Ellos son el mejor ejemplo de lo que su madre era, como demuestra la entereza y la sensibilidad con la que han afrontado la noticia», aseguran sus allegados, quienes se emocionaron cuando uno de sus retoños le dedicó a su madre un emotivo e improvisado Salve rociero. Fueron muchos los que ayer quisieron dar el último adiós a Irene en el cementerio de Pozuelo. Familiares, representantes políticos de todos los colores y numerosos amigos, entre los que se encontraba el cantante Alejandro Sanz, asistieron al emotivo funeral.

«Entendía el mundo desde la fe y eso le hacía ser muy comprensiva y abierta, además de tener un impresionante espíritu de unión», asegura uno de sus íntimos, que recuerda otra de las frases de Lewis, que cerraban el final de la película «Tierras de penumbra»: «El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces». Ése ha sido, sin duda, el amargo trato, el peaje que han tenido que pagar quienes estuvieron cerca de esta mujer de carácter discreto que se negó a pasar de puntillas por la vida. Apasionada lectora y amante de la filosofía, Irene titulaba el último post de su blog con la frase: «Nunca diréis "morir"». Y nadie que la haya querido pronunciará tal palabra. Ahí sigue alumbrando con su fuerza, desde arriba, como si ese sentido de la trascendencia que siempre defendió la hubiese hecho «más Irene que nunca».

Perpetua solidaridad

Licenciada en Económicas y Empresariales, Máster en Filosofía y Humanidades, publicista de oficio y profesora de la Universidad Francisco de Vitoria, por encima de su currículo conservó un pertinaz instinto de entrega a los demás que ha estado presente hasta el último momento. «Ha sido una persona que nos ha dado mucha vida a todos y ahora va a permanecer en la vida de muchas que lo necesitan porque ha donado todos sus órganos», comenta uno de sus allegados. «Irene nos está dando fuerzas para entender de qué va esto de la existencia humana».