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El misterio del pueblo canario de Agatha Christie

Puerto de la Cruz acogió a la escritora británica en uno de los peores momentos de su vida: la muerte de su madre y su reciente divorcio la llevaron a evadirse en la isla, donde encontró la inspiración para dos de sus novelas más reconocidas

Si usted ha leído El misterio del tren azul o El enigmático Mr. Quinn de Agatha Christie es probable que algunos de sus pasajes les resulten algo más que familiar. Hay algo en estas andanzas de Hércules Poirot y Satterthwaite que rebosa cierto toque español. Sí, pero sin toros ni flamenco. Aquí, el misterio se mezcla con suma facilidad con el acento canario. Y, por qué no, con un toque picón. Pues tanto uno como otro fueron escritos en Puerto de la Cruz (Tenerife), esa pequeña localidad a la que se retiró en 1927 para olvidar su divorcio y la muerte de su madre. Por aquel entonces, además, la prensa no le daba ninguna tregua, por lo que este rincón le pareció de lo más apetecible.

Hasta allí llegó acompañada por su hija y su inseparable secretaria, Charlotte Fisher, quien le recomendó alojarse en el mítico Hotel Taoro. Éste se encuentra a pocos metros del casco antiguo donde encontró parte de esa inspiración. Dominando toda la ciudad y rodeado por inmensos jardines se alza este edificio que sirvió de punto de encuentro para una buena hornada de ilustres viajes y escritores. Fue inaugurado en 1890, año que corresponde al que nació la dramaturga británica. Como anécdota, en la madrugada del 9 de mayo de 1929 se inició un terrible incendio que consumió gran parte de la construcción. Este accidente no sólo supuso una catástrofe económica, sino la destrucción del lujoso establecimiento, que nunca volvió a ser el de antes.

Su viaje se centró en este municipio del norte de la isla que, en sus orígenes, era un pequeño pueblo de pescadores y, con el paso del tiempo, se ha convertido en su puerto comercial más importante. De esta forma, pasó de tener una tradición marítima a exportar productos y toda la cultura europea de la época. Este destino siempre ha estado muy ligado al mar y a la agricultura, pero en los años 70 comenzó su gran transformación. Poco a poco, se convirtió en la principal ciudad turística de la isla por el Jardín de Aclimatación de la Orotava, la ermita de San Amaro, el mirador de la Paz o el paseo de las Palmeras. De hecho, algunos de estos lugares aparecen reflejados en su historia El hombre del mar.

Por su agradable clima, resulta un lugar perfecto para salir de compras y dar un paseo por sus grandes avenidas y parques. Entre sus principales atractivos se encuentra el Palmetum, el mercado de Nuestra Señora de África, la playa de Las Teresitas o el auditorio Adán Martín. Tenerife es la isla de las mil experiencias en un solo territorio. Cualquiera puede adentrarse en su naturaleza, relajarse en una playa, subir al Teide, ver un espectáculo, divertirse en un parque temático, jugar al golf... en cada una de sus ciudades. La Laguna, por ejemplo, es otra de las grandes protagonistas. Su casco viejo es la primera muestra de centro urbano no fortificado, concebido y construido según un plano inspirado en la navegación, que era la ciencia de la época. Su arquitectura colonial, sumada a la belleza del conjunto histórico, le ha valido la distinción de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Sin embargo, a pesar de que Christie pateó estos lares, las referencias a su paso por la isla no abundan. Tan sólo un pequeño monumento suyo en la urbanización de La Paz deja constancia de su periplo canario. Eso y un festival literario que lleva su nombre y que tiene lugar cada noviembre. Este municipio costero, además, ha acogido a visitantes tan reconocidos como Alexander Von Humboldt, William Wilde, Michael Jackson, André Breton o The Beatles, entre otros. La combinación que crean sus jardines de flores, las playas de arena negra, su zona comercial junto al mar y sus pintorescas calles empedradas cautiva al visitante y le ofrece una gran variedad de actividades para toda la familia.

Puerto de la Cruz es considerado Lugar de Interés Turístico Nacional desde 1955 debido a su amplia historia como centro de descanso y vacaciones. Su valioso y cuidado casco histórico, con más de 140 edificios protegidos, resulta una delicia para los paseantes, tanto turistas como locales, que recorren sus calles durante todo el año. Tiene la mayor densidad de restaurantes y comercios, con lo que las opciones para una comida y una jornada de compras son inagotables. Especialmente recomendable es visitar el tradicional barrio pesquero de La Ranilla, que desde 2014 cuenta con una propuesta innovadora, Puerto Street Art. Un museo al aire libre donde 13 artistas de fama mundial han plasmado sus obras en grandes paredes.