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Juan Francisco Polo Martín: “No creo en el periodismo ciudadano”
Publica «La comunicación efímera», un ensayo sobre los desafíos en nuestras interacciones verbales en los tiempos de internet
Publica «La comunicación efímera», un ensayo sobre los desafíos en nuestras interacciones verbales en los tiempos de internet.
El pensamiento activa la comunicación, pero ésta no siempre fluye correctamente, porque como dijo Marshall McLuhan «el medio es el mensaje» y en ocasiones, la primera de estas dos variables no ayuda. El empuje de internet y de las redes sociales está modificando cómo nos interrelacionamos verbalmente. Juan Francisco Polo Casado reflexiona sobre ello en «La comunicación efímera» (Editorial Fragua).
–¿Está en juego que los medios sacrifiquen el rigor por publicar los primeros una información en sus páginas web?
–En mi opinión es uno de los riesgos de la inmediatez. Ahora mismo la información se publica en tiempo real y por múltiples canales. Hay muchas personas que lo prefieren y no quieren dedicar mucho tiempo a profundizar en los hechos, sus causas, las consecuencias, los protagonistas... Eso conduce a una carencia, porque no tienen un conocimiento completo de la noticia. Los periodistas están viviendo ese vértigo de la rápidez, de ser el primero y no llegar tarde, y dificulta su trabajo si lo quieren hacer con rigor.
–¿Qué opina del periodismo ciudadano, a golpe de tuit? ¿Se está cayendo en el intrusismo?
–Me preocupa y me importa mucho. Tengo una opinión formada que, por supuesto, es discutible: no creo en el periodismo ciudadano. Tampoco en lo que se llama la democratización del periodismo. Posiblemente porque soy periodista, me he formado, tengo experiencia y ahora estoy en el otro lado como director de comunicación y responsabilidad corporativa de Ferrovial. Esta trayectoria es evidente que condiciona.
¿Por qué?
–Mire, el periodismo es esencial para el funcionamiento de la sociedad y es una profesión muy seria que se caracteriza por la credibilidad que traslada a la opinión pública. Nuestra obligación es ser riguroso, contrastar la información y determinar la calidad de las fuentes. Y en las redes sociales, por su propia naturaleza, creo que estas condiciones no se producen. Yo ahí no veo periodistas, como mucho veo fuentes y no todas ellas son solventes. En muchos casos hay una percepción muy personal de determinados hechos, algo que, por otro lado, es muy humano.
¿Algo que decir de las «fake news»?
–Los periodistas siempre hemos convivido con los rumores, siempre existieron informaciones con mucha carga de intencionalidad y de maquillar determinadas informaciones. Con esto quiero decir que siempre existieron las «fake news». Uno de los garantes para que no lleguen a la opinión pública es el periodismo, aunque tengo que decir que el porcentaje de ellas que llegan a un medio de comunicación también es muy elevado, por lo que tiene que haber filtros.
–Habla de la sociedad del espectáculo... ¿Las noticias también lo son?
–Es un fenómeno de la sociedad de hoy en día por el cual, de alguna manera, buena parte de la vida pública tiene los rasgos de un espectáculo. Algunas informaciones, por su propio contenido y el enfoque que le dan, provocan emociones extremas: dolor si vemos tragedias naturales o ataques terroristas, y alegría ante, por ejemplo, los triunfos deportivos. Esta circunstancia va aparejada a la importancia de la apariencia, de la cosmética, de la imagen por encima del contenido. Fíjese en la toma de posesión del presidente de EE UU o algún primer ministro: da la impresión de que entre bambalinas hay un director de teatro que ha colocado a los protagonistas como si fuesen actores en una especie de gran escenario.
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