Opinión

Promesas, injusticias y tiranía

Hay una larga tradición de incumplimiento de las promesas electorales en el convencimiento de que todo se olvida, pero al final, los electores suelen pasar factura. Hay muchos ejemplos

 Pedro Sánchez, y Yolanda Díaz
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.Alberto R. RoldánLa Razón

Diego Saavedra Fajardo (1584-1648) fue un escritor y diplomático español, que llegó a ser embajador en Roma y representante de España en la Dieta de Ratisbona que eligió al sucesor del emperador Fernando II (1578-1637) del Sacro Imperio. En sus escritos «Empresas políticas, XI, afirma algo que quizá deberían tener esculpido en sus cuarteles electorales los candidatos a las próximas a elecciones generales: «Lo que se promete y no se cumple, lo recibe por afrenta el superior, por injusticia el igual y por tiranía el inferior». Hay una larga tradición, en casi todos los países, de promesas electorales incumplidas que quizá a corto plazo no pasan factura a sus responsables, pero que miman la confianza de sus electores que, al final, les retiran su apoyo.

En los estudios políticos más modernos figura el ejemplo de George H.Bush (1927-2018), presidente de los Estados Unidos entre 1989 y 1993, que dijo aquello tan famoso de «miren mis labios, no más impuestos» y, sin embargo, aumentó la carga impositiva. Quizá por eso, es uno de los pocos presidentes –Trump también está entre ellos– que no logró ser reelegido. En España, Mariano Rajoy también tropezó con los impuestos, por mucho que tenga la justificación de la desastrosa situación de las arcas públicas que dejó Zapatero. Ahora, los electores dirán si pasan factura a Sánchez por sus abundantes incumplimientos.

Las elecciones del 23-J son, hasta ahora, una excepción porque los candidatos no han hecho grandes promesas en el terreno económico. Alberto Núñez Feijóo anuncia bajadas de impuestos, pero tampoco son nada del otro mundo y, de momento, no son un cambio de modelo. Suprimirá el Impuesto a las Grandes Fortunas, pero dejará en manos de las comunidades autónomas el de Patrimonio, cuando podría eliminarlo incluso como impuesto cedido. Tendrá oportunidad de hacerlo su Gobierna si, como promete, hará una revisión a fondo de todo el sistema impositivo, que hace aguas por muchas partes.

Feijóo, quizá porque es un gallego desconfiado, ha sido más o menos prudente en sus planes económicos, que esboza en grandes líneas sin descender a medidas concretas ni a la letra pequeña. Por si alguien tiene dudas, no habrá grandes cambios –recortes– en pensiones, ni en la mayoría de ayudas sociales. La propuesta del Círculo de Empresarios que preside Manuel Pérez Sala de aumentar más, aunque sea «voluntariamente», la edad de jubilación, quedará ahí, como una idea.

Pedro Sánchez cree que tiene que volver a sorprender y, tal vez por eso, en las pintorescas entrevistas que hace, a puerta semicerrada, a miembros de su Gobierno, le haya dado por prometer «pleno empleo» al final de la próxima legislatura. Mejor dicho, se lo ha hecho decir, para que parezca que tiene más valor y credibilidad, a su «vice» primera, Nadia Calviño. La responsable hasta ahora de la economía española no ha tenido más remedio, claro, que aclarar que cuando hablan de «pleno empleo» se refieren a un 8% de paro, mientras que el consenso de los expertos, en todo el mundo y en España, y en el ámbito académico, habla de «pleno empleo» cuando el paro está alrededor del 3%, que serían sobre todo las personas que están en proceso de cambio de trabajo o que han dejado de trabajar de forma voluntaria por algún motivo personal. En cualquier caso, la promesa o el objetivo del «pleno empleo» no deja de ser un brindis al sol, que compromete a poco y que se perderá en el olvido pase lo que pase. Sánchez, sobrado de cintura política y de experiencia, sabe que si sigue en el Gobierno el próximo año tendrá que empezar a acometer ajustes que obligarán a reducciones de gasto o a aumentos de impuestos o ambas cosas a la vez. Por eso, intenta no meterse en demasiados charcos económicos y se centra en asustar a su clientela con aquello de que «viene la extrema derecha».

Yolanda Díaz arriesga algo más o hace amago de ello. Sabe que, en el mejor de los casos, puede ser necesaria para formar Gobierno, pero no para imponer su programa. Propone una «herencia», salida de los bolsillos de todos los contribuyentes, de 20.000 euros al llegar a los 18 años. Por supuesto, todo lo pagarían las empresas y las grandes fortunas, que es algo que gusta a su clientela, aunque quede en nada. Siempre tendrá excusa para explicar que no le han dejado. Los planes económicos de Abascal y Vox, tras orillar a los cuatro liberales que había a su alrededor, casi entroncan con el falangismo autárquico, pero es otro brindis al sol porque tampoco hay opciones de que lo aplique. No obstante, el incumpliento de las promesas, en este caso electoral, pueden interpretarse como injustia o tiranía, como percibió Saavedra Fajardo.

El BIS, lo irracional y la «última milla»en la lucha contra la inflación

El Banco Internacional de Pagos (BIS por sus siglas en inglés), que dirige el mexicano Agustín Carstens, advierte en su último Informe Anual, recién publicado, que la batalla contra la inflación todavía no está ganada y que «la última milla» de viaje antiinflacionario podría ser la más difícil. Cree que los salarios impactarán en los precios porque tras las pérdidas de poder adquisitivo de los trabajadores «sería irracional esperar –dice el informe– que los asalariados no intenten ponerse al día».

Producción manufacturera y precios de los metales a la baja

La cartera de pedidos y la producción manufacturera global cayó en mayo por primera vez en cinco meses, según el índice S&P Global PMI. Los descensos son significativos sobre todo en Alemania, en donde el índice PMI –un indicador de producción en definitiva– cae incluso hasta los límites en los que estuvo durante los meses de confinamiento de la pandemia. También cae el precio de los metales industriales y lo mismo ocurre con otras materias, algo que añade más incertidumbre.