El chequeo de la cosa
Petroestados verdes
Los ingresos de los cuarenta grandes países petroleros superan los 17 billones de dólares cada año, pero, en poco más de una década, este negocio se va a reducir a la mitad.
La política consigue que lo blanco sea negro y lo negro blanco. Incluso intenta que el oscuro petróleo sea verde. Las componendas e intereses políticos ya lograron en Europa que la energía nuclear alcanzara la etiqueta eco. La COP28, la cumbre del clima se celebra esta vez en Dubai, en los Emiratos Árabes, un petroestado. Para unos es un ejercicio de hipocresía diplomática. Un intento de «verdear» a los estados que viven de la explotación y exportación de los combustibles fósiles. Para otros es un intento de acercar a los países petroleros hacia las energías renovables. Riad aprovecha para defender el desarrollo de la captura de CO2. Lo cierto es que la transición energética es un proceso imposible de parar, aunque se puede ralentizar.
Las fuentes renovables no solo son más limpias que las clásicas, es que comienzan a ser más rentables. Su gran falla es la inseguridad en el suministro. Nadie controla el viento y las noches son oscuras.
Los ingresos de los cuarenta grandes países petroleros superan los 17 billones de dólares cada año. En poco más de una década este negocio se va a reducir a la mitad. En el cinturón del crudo hay países cuyos ingresos fiscales están tan fosilizados como el petróleo, dependientes de la roca liquida. Los ingresos por la venta de petróleo suponen el 40% del presupuesto de Emiratos Árabes o Arabia Saudí. Superan el 60% en Nigeria y Angola. Pero es Venezuela el país con mayor adicción a los flujos dinerarios del oro negro y es el más perjudicado por la coronación de las energías alternativas.
Quizá por eso el régimen de Maduro pone sus ojos políticos y militares en su vecino del este, en Guyana y en sus ricos yacimientos.
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