Opinión

Otra vuelta de tuerca monetaria

El Banco Central Europeo y la Reserva Federal han vuelto a subir los tipos de interés y la duda ahora es si lo volverán a hacer y cuándo, o si ya estamos al final de un ciclo monetario

Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal
Jerome Powell, presidente de la Reserva FederalERIC LEEAgencia EFE

Henry James (1843-1916), en «Otra vuelta de tuerca», escribía: «He estado viviendo con la dolorosa realidad y ahora me doy cuenta de que me ha derrotado». La novela del escritor anglo-norteamericano, que ha tenido muchas y diferentes interpretaciones desde su publicación, por entregas en 1898, está considerada la historia de fantasmas –para algunos de terror– por antonomasia y es un clásico de la literatura inglesa, adaptado varias veces al cine, al teatro e incluso a las series televisivas. James, en las páginas de su obra, también habla de que «en esa ocasión era una presencia absolutamente viviente, detestable y peligrosa». Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal Americana (FED), el banco central de los Estados Unidos, y Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), es muy probable –casi seguro–que conocen esa novela. Incluso es posible que se vean identificados. Los fantasmas de la novela y algunas de sus situaciones –«presencia viviente y detestable» y «dolorosa realidad»– sin duda les recuerdan su pelea con ese fantasma monetario que ha revivido en los últimos años y que es la inflación. Como uno de los personajes de la novela, Powell y Lagarde se dieron cuenta el año pasado de que habían sido «derrotados» por la inflación en las primeras batallas, aunque su reto era ganar la guerra a largo plazo, para lo que recurrieron a la táctica de sucesivas vueltas de tuerca monetarias.

El miércoles pasado, la FED volvió a subir, por décima vez consecutiva en trece meses, los tipos de interés otro cuarto de punto y los dejó en el 5,25%, cuando hace poco más de un año, en marzo de 2022, estaban en el 0,25%. Al día siguiente, el jueves, el BCE siguió sus pasos y elevó el precio del dinero 0,25 puntos hasta el 3,75%, desde los tipos negativos del año anterior. Todo estaba previsto y casi anunciado, porque en los últimos tiempos los bancos centrales intentan ser predecibles y envían por anticipado señales de sus intenciones. Ahora, sin embargo, surge la duda de si estas dos vueltas de tuerca son las últimas, o si el fantasma inflacionario –tan real y «viviente»–, como los de Henry James, obligará a nuevos ajustes. No obstante, ocurra lo que ocurra, los tiempos del dinero gratis o casi gratis son ya pasado y, por mucho que sea el sueño de tantos, estos tiempos no volverán. Han sido una anomalía histórica y resulta inverosímil que se repitan.

Lo explicaba «The Wall Street Journal» al comentar la última decisión de la FED: «El dinero gratis o casi gratis durante más de una década es lo que provocó que la inflación se reactivara». Tras la derrota inicial, ha habido muchos avances en la lucha contra la inflación, pero Powell todavía insiste en que no ha bajado lo suficiente. No obstante, queda en el aire cuál pueda ser el siguiente movimiento monetario en Estados Unidos, mientras los demócratas más radicales, como Bernie Sanders o Elisabeth Warren, piden otra política monetaria para evitar una recesión.

El BCE, al otro lado del Atlántico, afronta una situación en cierto modo semejante, pero con diferencias importantes. Las economías de la zona euro renquean y tienen problemas de empleo, mientras la inflación se ha contenido algo, pero aún es el gran problema, la amenaza, el fantasma que no quiere desaparecer. Nadie sabe si la subida de tipos de interés será la última en este periodo. Es probable que no, pero lo que es más seguro es que, como en EE UU, no habrá vuelta atrás –bajada de tipos– a corto e incluso medio plazo y, por supuesto, está descartado el regreso al insólito escenario de un precio de dinero negativo.

El BCE de Lagarde, con el español Luis de Guindos como vicepresidente, sufre presiones abundantes para que no suba los tipos de interés, e incluso para que anuncie bajadas en el futuro. También para que mantenga una «cierta dureza» monetaria. Unas son más directas que otras y las más fuertes proceden de los entornos de los diferentes gobiernos. La historia, en este caso, vuelve a repetirse y los países del sur de Europa, más endeudados y con déficits mayores, reclaman más relajación monetaria, como apunta el Plan de Estabilidad español que Nadia Calviño acaba de enviar a Bruselas y que responde a los deseos de Pedro Sánchez y sus variopintos aliados, militantes orgullosos de los ejércitos del gasto. Al otro lado, los países del norte, más austeros, con las cuentas más equilibradas y, como Alemania, con un pánico genético a la inflación, heredado de generación en generación desde la Segunda Guerra Mundial.

Lagarde, más política que técnica monetaria, ha conseguido, no sin tropiezos, embridar algo la inflación, pero ahora debe derrotarla de forma definitiva, después de haber vivido esa «dolorosa realidad» como la que describía Henry James.

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