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Albacete

La elegancia social del regalo

Miguel Ángel Perera indulta un toro de Daniel Ruiz

El Juli, el mayoral de Daniel Ruiz y Perera abandonan a hombros el coso manchego larazon

Albacete. Tercera de feria. Se lidiaron toros de Hermanos Sampedro, para rejones y Daniel Ruiz, para la lidia a pie, bien presentados y de juego desigual. El 6º fue indultado. Lleno.

Pablo Hermoso de Mendoza, rejonazo (ovación); rejonazo (oreja).

El Juli, de negro y plata, estocada entera (oreja); pinchazo, estocada (oreja).

Miguel Ángel Perera, de verde botella y oro, pinchazo, estocada entera y caída (oreja); indulto (dos orejas simbólicas).

Entre las cuadrillas, destacaron Joselito Gutiérrez, Álvaro Montes y Juan Sierra.

Cuando, in illo tempore, no había sorteo y era el propio ganadero quien decidía qué toros lidiaba y en qué orden, solía dejar en quinto lugar al de mejor nota y en el que él más fe tenía. Se pretendía así, si la cosa no había ido bien, levantar la función y, si todo antes funcionó, asegurar la tarde.

Ayer salió un quinto inmenso, en todos los sentidos -pesó 600 kilos, tuvo gran alzada y dio un gran juego-, que tanto calentó el ambiente y provocó tal entusiasmo en el público que abarrotó la plaza que se acabó indultando... al sexto, buen toro, sin duda, pero quizó no tan excepcional como para merecer tamaña indulgencia.

Esta moda del indulto, que además de provocar bastantes injusticias, está haciendo que se confunda a la gente y que se pierdan, por ejemplo y entre otras cosas, las faenas de rabo. Ahora el premio se lo lleva el toro y el torero se queda con dos palmos de narices, como le pasó a Miguel Ángel Perera, que tras una gran faena a ese toro indultado, «Pescadero», marcado con el número 66, negro, de 530 kilos de peso y perteneciente a la ganadería de Daniel Ruiz, tuvo como recompensa las dos orejas simbólicas pero no el rabo, lo que provocó un mosqueo de tamaño natural en el extremeño, que arrojó a las tablas su premio y puso al público contra el presidente que consideró suficiente un regalo.

La corrida de Daniel Ruiz, excelentemente presentada, tuvo dos toros de nota, esos quinto y sexto, y otros dos que no acabaron de romper aun siendo más que potables.

Al primero, segundo en orden de lidia, al que costaba humillar y que embestía a regañadientes, El Juli lo convenció para que lo hiciese sin protestar y sacarle todo lo que tuvo con más técnica que gracia. Otra cosa fue el quinto, imponente y que aguantó perfectamente su volumen y las exigencias de su matador, tan poderoso como eficaz y que firmó una faena de mucho nivel.

Le costó a Perera sacar provecho de su primero, un toro que reponía y echaba la cara arriba y con el que a base de arrimarse terminó pudiéndole. El sexto, el indultado, no acabó de verse en el caballo pero fue pronto y repetidor, embistiendo con nobleza, humillado y sin un mal gesto. Perera dibujó series de trazo perfecto, destacando un par de ellas con naturales interminables antes de que se desatase la locura, el astado se fuese vivito y coleando a los corrales y el torero con dos orejas pero sin rabo.

Hermoso de Mendoza, con dos toros desentendidos y apagados, tuvo que hacer él todo el gasto y volvió a poner de manifiesto su magisterio y alta escuela y una espléndida cuadra.