Ferias taurinas
David Mora triunfa en una tarde de dos héroes
El de Borox, por la Puerta Grande, tras firmar dos grandes faenas; serio y valiente regreso de Jiménez Fortes
Vistalegre (Madrid). Última de la Feria de Invierno. Se lidiaron toros de Parladé y un sobrero de Juan Pedro Domecq (6º), tras correrse turno en el 2º que fue devuelto, bien presentados y de buenas hechuras. El 1º, buen toro, excelente por el pitón izquierdo; el 2º, noble, pero sin celo; el 3º, a más, exigente en el último tercio; el 4º, desrazado y sin clase; el 5º, gran toro, muy bravo, con fijeza, recorrido y humillando por abajo; y el 6º, protestón, movilidad sin entrega. Media entrada.
David Mora, de verde manzana y oro, estocada (dos orejas); estocada caída (saludos); y tres pinchazos, aviso, estocada casi entera (vuelta al ruedo).
Jiménez Fortes, de burdeos y oro, media tendida, aviso, tres descabellos (saludos); bajonazo (saludos); y dos pinchazos, estocada (saludos).
Decía el realista francés Emile Zola que «el artista no es nada sin el don, pero que el don no es nada sin trabajo». Ayer dos héroes vestidos de luces dejaron constancia de ello en Vistalegre. David Mora y Saúl Jiménez Fortes. Tanto monta, monta tanto. Simbiosis perfecta de amor propio, esfuerzo, superación y respeto por su profesión. Esa misma que un pérfido colmillo les hizo descubrir la hiel del hule. Lo contó por meses el malagueño; por años, casi dos, el toledano. Amargo ostracismo de noches sombrías. Ingratos sinsabores con el toro entre penumbras del que quiere, pero, herido, no puede. La verdad del toreo. Pura. Cruda. Pero que en tardes como la de ayer resulta tan gratificante. Gloria redentora. La saborearon, la paladearon, ayer ambos. Con el añadido del triunfo en el caso de David Mora. Lo hicieron ya desde que, desmadejado el paseíllo, el público les obligó a saludar desde el tercio. Piel de gallina. Emotividad. Sentimientos encontrados que corroboró David Mora en el que cornidelantero que rompió plaza. «Insuperable» hizo honor a su nombre con un pitón izquierdo cumbre. Soñado. Perfecto para recobrar el latido del toreo. Se gustó en el saludo a la verónica el torero, muy relajado, con almibarada dulzura. Repitió en el quite con una media abelmontada de cartel. De enjundia. Tras el brindis al cielo, prolongó por estatuarios y no tardó en buscar oro de ese pitón zurdo que era una mina. Un potosí. Se sucedieron las tandas rotundas, gustándose, disfrutando. Buenos naturales. Se comía la tela el de Parladé en cada arrancada. Una tanda postrera en redondo con desmayo varios de ellos. Hundió la tizona entera y afloraron los pañuelos. Dos orejas. Qué más da la cifra. El triunfo ayer trascendía todo eso.
Primaban las sensaciones y nos desbordaron en el quinto. «Cantaclaro», de nombre. Otro Parladé de bandera. Muy importante. Qué fijeza. Qué profundidad. Qué manera de humillar y perseguir las telas. Hizo el avión una y otra vez. Con todo iba. Bravura franca. David Mora lo cuajó con ambas manos, corrió la mano y ligó, pero lo que es más importante: disfrutó. Disfrutó mucho. Un hombre feliz. Abandonó por momentos el de Borox. Siempre a más toro y torero. La plaza rugió. Tal la intensidad que dio la vuelta al ruedo, tras tres pinchazos. Atronadora ovación para un astado que debió recibir la vuelta al ruedo en el arrastre.
Con el boyante tercero, algo más exigente que esos dos toros de ensueño, Mora volvió a dejar buen aroma con el capote. Esta vez por chicuelinas con otras dos medias notables. En el último tercio, el diestro puso disposición y entrega con un toro que se vino arriba, pese a faltarle algo de clase. Faltó brillo a un trasteo de nuevo resuelto con fulgurante premura con el acero.
BATALLA CONQUISTADA
No hubo trofeos para Jiménez Fortes. Insisto, fue lo de menos. Mismas sensaciones. De batalla conquistada. No quiso ser menos que su compañero de terna en el bastote segundo bis, devuelto sin fuerzas el titular, y lo dejó claro en un ceñido quite por chicuelinas. Milimétrica la segunda. Ni un papelillo de fumar entre capa y taleguilla. Luego, pañosa en mano, Fortes fue fiel a sí mismo. Puso cuanto estuvo en su mano y anduvo por encima de su rival, noble pero sin apenas transmisión, hasta terminar metido entre los pitones. Cómodo una tarde más en esas angostas cercanías. No fue un fugaz espejismo. Repitió valor en el desrazado cuarto. Sin celo ni emoción, el costasoleño tuvo que poner todo otra vez. Lo mejor, las manoletinas finales, de sorprendente e inquietante ajuste. El resto de la pólvora la prendió en el sexto. Desde las gaoneras de quitar el hipo hasta una faena en la que tiró de épica ante un sobrero cinqueño de Juan Pedro, que se tragaba dos, tres muletazos, pero al cuarto protestaba. Arrimón marca de la casa con infinidad de alardes y circulares en un palmo de terreno. Llegará el laurel del éxito. Cuestión de tiempo. Está, como David Mora, en la lucha nuevamente. Bienvenidos.