Entrevista
Alauda Ruiz de Azúa: «‘Querer’ era ir a sitios donde sentía que no tenía todas las respuestas»
La cineasta ganadora del Goya por «Cinco lobitos» se atreve con «Querer» una de las mejores series de 2024, en Movistar Plus+
Alauda Ruiz de Azúa (Baracaldo, 1978) quería contar una historia importante. Y quería hacerlo sin cortapisas, sin víctimas ni culpables. Y nació «Querer», sin duda una de las mejores series de 2024.
«Querer» es una serie incómoda, ¿era consciente de ello desde el principio?
Sí, porque a mí también me incomodaba. El deseo de entrar fue precisamente para ponerme en sitios que me incomodaran a mí como espectadora. Justo en las zonas donde a mí me resultara difícil juzgar lo que pasaba, o si no me resultaba difícil juzgar en el sentido de determinar sí puedo ver que esto es violencia. Me resultaba difícil el dilema de repente eso, como hija o como hijo, de bueno, y qué hacer frente a esto. ¿Qué hacer si no tengo una certeza al 100 % de lo que ha ocurrido? O incluso aunque piense que ha ocurrido algo así, ¿es lo mejor para todos llevar esto a un proceso judicial?, ¿cómo enfrento yo esto con mi padre, con mi madre? La idea era ir realmente a los sitios donde yo sentía que no tenía las respuestas, para explorar y ver si sacaba algo de luz. Como directora intentas como directora intentas trabajar como te gustaría que te traten como espectadora. Y hay algo adulto en que no son tan fáciles de juzgar; como tratar al espectador como un adulto capaz de tomar también sus propias decisiones y sus propios juicios de valor en torno a lo que ocurre.
¿La suya es una familia feliz o detrás de la cámara aportó algo propio?
Sin entrar en cuánto de personal, sí, claro, hay algo de no sé, como persona que siempre ha escrito y ha contado historias, hay algo en las violencias más invisibles que siempre me ha tocado mucho, porque creo que sí que las sientes, que las tocas, que las detectas. Pero luego hay algo de la familia o el grupo como que parece que se toleran más. Notas perfectamente el daño y puedes saber que a la otra persona de alguna manera le ha tocado, pero no se habla sobre eso, o se tolera o se minimiza o se justifica. En el caso de la familia, la figura del padre me parecía muy interesante explorarla desde ahí porque ha habido padres muy autoritarios o con conductas muy agresivas, que se ha justificado mucho desde el relato de «tiene un mal día, tiene mucho carácter, es que tiene mucho estrés, pero os quiere muchísimo aunque no os lo diga». Hay como una justificación muy extraña de algo que es violento.
Había una manera fácil de hacer «Querer», con un dedo acusador, pero eligió la difícil.
A mí me interesaba un viaje que generara preguntas. He coescrito la serie con Eduard Sola y Júlia de Paz, pero nunca estuvo en nuestra vocación lanzar consignas y ser complacientes. Incluso no queríamos ser muy complacientes ni con nosotros mismos, en el sentido de cuando estás escribiendo una historia con un personaje como Miren Torres, que se te rompe el corazón la mitad de las escenas, queríamos generar preguntas; preguntas complejas, e ir a los sitios que realmente son difíciles de juzgar. También algo había algo muy interesante para mí que era que era el tema de no recurrir a los flashbacks. Es que en la vida real, cuando ocurren este tipo de casos, especialmente los de violencia sexual dentro de una pareja, es que no tenemos la certeza absoluta. Es muy raro tener un vídeo. Incluso a veces cuando tenemos un vídeo, también se cuestiona. Y aún así, claro, no podemos mirar para otro lado. ¿O sí? Mirar para otro lado también es tomar una posición. Me interesaban todo ese tipo de dilemas éticos que me parecen muy complejos. Y además hacerlo con un caso concreto, con detalles concretos, porque también no pienso que sea algo que se pueda juzgar en general.
Cada caso en cada momento.
Cada caso es cada caso, pero al mismo tiempo, siendo conscientes de que las víctimas padecen, siempre que dan el paso tan difícil de contarse, todo este cuestionamiento. Hay muchos dilemas muy complejos, como si somos conscientes como sociedad de quiénes son las víctimas, estructuralmente. A nivel estadístico lo tenemos clarísimo. Cuando luego esto se concreta en nuestro vecindario, en nuestro entorno laboral, surge la lupa de la sospecha tan fácilmente. No hay complacencia, ni decirle al espectador quién es el bueno ni quién es el malo, ni lanzar un gran mensaje.
Ni siquiera el padre es el peor que se podría tener...
Una de las cosas más complejas es que este tipo de casos es que ocurren en entornos donde juegan los afectos. Y el afecto es algo muy irracional y es algo muy visceral. Y entonces puedes querer a un padre, aunque ese padre sea un agresor. Y transitar eso es muy difícil.
Al hablar con expertos y psicólogos, ¿establecieron líneas rojas?
No, porque cuando hablas con la gente, no es tan consciente de cómo funciona la ficción. Ellos entendían que nosotros estábamos documentándonos, hablando tranquilamente. Y lo que sí pasaba, que es bonito, que eso sí lo da la ficción, como es una conversación muy íntima que las otras partes saben que no se va a publicar y que no hay ni siquiera un escrito, porque es un entender y es quedarte con dos, tres ideas, entender algo. Entonces eso a veces también generaba que la gente te contara cosas muy íntimas.
Esa gente la verá.
Ya la han visto
Es difícil construirla bien para no herir a nadie.
Y había mucha responsabilidad en eso. Pero al mismo tiempo, tampoco no podíamos idealizar un proceso judicial, que no sentíamos que era ideal, pero tampoco queríamos hablar solo de que la reparación estuviera en lo judicial, porque también sentíamos que podía estar en otro sitio. No se trata de complacer a nadie en ese sentido, ni de hacer un discurso oficial.
A los padres de esa generación hay que entenderlos.
Y hay un salto con la nuestra también. Totalmente. Para mí era interesante también porque yo también recuerdo como este momento en las casas imponen como unos relatos familiares sobre esta es tu familia y tu padre es un señor con carácter y a veces le pasa esto y ella a veces llora. Y luego hay un momento cuando tú eres adulto que dices, un momento que igual no es como vosotros me lo habéis contado, lo que contáis no es como lo que yo empiezo a ver o empiezo a adivinar. Y claro, como hijo también parecía muy interesante decir bueno, tu familia, me habéis tocado, yo he crecido con vosotros, pero ahora tengo que ver quiénes sois desde otro sitio.
Después de ver la serie, ¿a quién le va a echar la culpa el público?
Te refieres de que pase algo así.
De que pase, de que no se vea, de que no se solucione...
No quiero evitar la pregunta, pero tampoco quiero ser como muy simplista. Todos tenemos parte de responsabilidad. Pero claro, es que la sociedad, el sistema somos las personas. Sin ser moralista ni nada por el estilo, para mí fue muy interesante y también es interesante dirigirlo desde ahí. Cuando las relaciones afectivas, familiares, de pareja, las empiezas a ver con el prisma de relación de poder y de cómo están distribuidas las fuerzas de poder, pero siempre están distribuidas de la misma manera, pero también quién tiene el poder, cómo se concreta ese determinado poder, quién puede abusar. Si lo tienes, puedes abusar de ese poder. Y hay algo ahí como en el afectivo. Tenemos una cierta resistencia a verlo así, pero es un prisma interesante para encontrar responsabilidades en lo afectivo, pero también cosas a nivel más estructural en cuanto a otro tipo de sistemas.
Al final de la serie hay una victoria, y no es judicial.
Nosotros hablamos mucho en el último episodio de dónde estaba la reparación. ¿La reparación es algo que solo puede dar una sentencia judicial o hay reparación, restauración, ganancia en otro sitio? Y sentíamos que había en otro sitio. Lo que pasa que es verdad que nunca es ideal, nunca es perfecta, nunca es idílico, pero claro que hay reparación y hay un mirar hacia adelante primero, para mí, independientemente del resultado de la sentencia, en que ella haya sido capaz de denunciarlo, de contarse. Es que eso es muy importante. No tengo que taparlo, no tengo que ir con eufemismos, me he contado en un juicio, o sea, soy capaz de defenderme. Fíjate, ese proceso judicial, independientemente de la sentencia, toca a todos los demás. Ya toca algo, ya cambia algo de los hijos, ya toca algo de todo lo demás y luego por supuesto la reparación de no solo me crees, sino bueno que alguien pida perdón también está muy bien. A veces nos cuesta mucho y es muy reparador también.