2012 había sido el sueño olímpico de Madrid. Todo hacía indicar que Europa era el destino de ese ciclo olímpico y la candidatura española parecía sobradamente preparada, sin embargo, por sorpresa para todos la propuesta deReino Unido era la elegida finalmente por los miembros del COI.

Más allá de la multitud de citas deportivas que se acumulan en las Olimpiadas, uno de los grandes atractivos para la audiencia de televisión es la ceremonia de Inauguración. Pekín en 2008 había dejado el listón casi inalcanzable con un despliegue de medios y recursos humanos jamás contemplado hasta la fecha. Por ello, Londres 2012 decidió utilizar la ceremonia como el escaparate para todas sus grandes aportaciones, también en el mundo de la ficción. Ante tal cita no podían faltar los emblemáticos personajes deMr. Bean (o mejor dicho Johnny English), interpretado por el irrepetible Rowan Atkinson, o el inigualable James Bond, hasta hace poco interpretado por Daniel Craig.

Hace una década Craig ya daba vida al espía más famoso de la historia, pero para aquel verano tenía la misión más importante de su larga vida, acompañar a la Reina Isabel II a la inauguración de los Juegos Olímpicos. Y no lo haría de cualquier forma.

Tras presentarse en pleno Buckingham Palace y recoger a la reina, ambos se montaban en un helicóptero que les llevaría al estadio olímpico. Desde el helicóptero se ficcionaría, mediante dos dobles, que actor y consorte saltaban en paracaídas para aterrizar en el estadio. El estadio olímpico aclamaba con una ovación ensordecedora cada aparición en pantalla de Isabel II.